El escenario en América Latina, y en Argentina vuelve a ser de lucha por los derechos de los pueblos, por la unidad y la paz de nuestra región, contra las dictaduras neoliberales y sus instrumentos militares, policiales, judiciales y mediáticos, y por la preservación del planeta y sus recursos naturales cada vez más amenazados. En unos días estaremos celebrando en La Habana el aniversario 15 de aquellas ideas de Fidel y Chávez que cristalizaron en el ALBA-TCP, alianza solidaria de varios países, que dio inicio a uno de los periodos más promisorios y esperanzadores de la historia de Nuestra América. Tan promisorio y esperanzador, que los enemigos de la integración regional se han empeñado en quebrarla, atacando sin piedad y con los más bárbaros métodos a los gobiernos progresistas y a sus proyectos solidarios. De Honduras a Paraguay, de Ecuador a Brasil, de Nicaragua a Bolivia, de Venezuela a Cuba, han puesto en práctica, hasta donde han podido, todas las modalidades de golpes posibles y han reactivado las peores experiencias de la OEA para ejecutarlos. Es imposible obviar que fue precisamente en Córdoba, en 2006, en la Cumbre de los Pueblos, donde Hugo Chávez anunció que el petróleo venezolano tenía como prioridad a los países del bloque regional. También allí advirtió sobre los riesgos de la hegemonía norteamericana que “debe terminarse porque amenaza al mundo”. Luego de que Fidel comentara: “Esta integración tiene enemigos de siglos y no son felices cuando escuchan noticias de esta reunión”. Los hechos posteriores están dándoles la razón a ambos líderes todos los días en Nuestra América. En el continente el neoliberalismo debilitó las prestaciones sociales al considerarlas “muy generosas” y redujo el acceso a la sanidad universal, educación y pensiones.Es fácil comprender que ahora los pueblos de Nuestra América rechacen el impacto del neoliberalismo, que aumentó la desigualdad, la pobreza, los índices de violencia y la criminalidad. No es verdad que desestabilizan. Solo defienden sus derechos fundamentales. Los latinoamericanos nos percatamos de que los políticos neoliberales y la política al uso son impotentes para resolver nuestros problemas y mejorar las vidas. La rebaja de salarios, el debilitamiento de los derechos laborales, la privatización y cancelación de servicios públicos no están presentes en los discursos electorales. Se aplican después en una traición a los pueblos a los que les mienten. El neoliberalismo impulsado por los Estados Unidos en América Latina hizo a los ciudadanos más desiguales, más pobres, menos protegidos y los llevó a desconfiar de los políticos. Las oligarquías neoliberales, apoyadas por el Gobierno de Estados Unidos, se aferran a no ceder en el control de todo aquello de lo que se apoderaron en los últimos años mediante métodos tramposos y perversos. Apoyados en jueces corruptos y en el control monopólico de los medios de comunicación en la dinámica era de las redes sociales, impulsan y aplican modernas técnicas de manipulación y procesos judiciales políticamente motivados, casi siempre enfocados en perseguir, encarcelar y destruir la imagen de líderes políticos progresistas y sociales de la izquierda. El episodio más reciente de estos enfrentamientos ha sido el golpe de Estado contra el presidente constitucional de Bolivia, Evo Morales Ayma, al cual le reiteramos nuestra invariable solidaridad y apoyo, así como a su noble pueblo. En Bolivia, como en otros países de América del Sur, la represión brutal y las graves violaciones de derechos humanos, con decenas de muertos, centenares de heridos y miles de detenidos en las protestas sociales frente al golpe, contra políticas y leyes neoliberales y la violencia social, se producen con la mirada cómplice de Estados Unidos, los gobiernos oligárquicos y de la desprestigiada OEA, quienes no han emitido ni un solo pronunciamiento ante el quebrantamiento de la institucionalidad y las violaciones flagrantes y masivas de los derechos de miles de ciudadanos en protesta, la mayoría jóvenes hoy en América Latina. En un documento emitido por la Cancillería de Cuba hace pocos días se contabilizan las acciones de desestabilización promovidas desde Washington, cuyos principales cabecillas -no es posible llamarles de otro modo- ya no usan eufemismos para tratarnos como su “patio trasero”, para desenterrar el hacha de la Doctrina Monroe y extender las peores prácticas del Macartismo, bajo fórmulas más sofisticadas como el llamado lawfare, que pretende sembrar la matriz mendaz de que los líderes de la izquierda son corruptos. Tal como hemos denunciado en las Naciones Unidas y en cuanto foro o plataforma hemos podido, el bloqueo a Cuba ha escalado criminalmente y no pasa una semana sin una nueva decisión de sanciones directas contra la economía y las finanzas cubanas, afectando incluso a terceros, como una práctica de real terrorismo económico. Para Cuba el reto es colosal. La hostilidad desproporcionada del actual Gobierno norteamericano quebranta el Derecho Internacional, y se recrudece el bloqueo con la activación del Título III de la Ley Helms-Burton, mediante la cual el Gobierno norteamericano incurre en violaciones masivas de los derechos humanos de los cubanos, al tiempo que daña a empresas internacionales y de terceros países soberanos. Sin embargo, esas amenazas ni nos detienen ni nos desvían de nuestro curso, no estamos solos.A nivel global se advierte una gran preocupación por los retrocesos en ámbitos importantes como la autodeterminación y la soberanía de las naciones, el medio ambiente y el enfrentamiento al cambio climático, los derechos humanos, la justicia social y la búsqueda de la equidad. Un nuevo fantasma recorre el mundo: ahora se acusa a Cuba y a Venezuela de promover la inestabilidad en la que el neoliberalismo y la propia práctica de un comercio desigual y nada solidario con la región ha sumido a varios países.Como afirman los expertos, se está tratando de sembrar una matriz goebeliana, al peor estilo de los años del nazismo alemán, en el caso de Cuba para sostener la política genocida de bloqueo, condenada por la inmensa mayoría del planeta. Fidel, quien fue el mejor discípulo de Martí y un genial intérprete del ideal revolucionario latinoamericano y universal, desde Bolívar hasta nuestros días, nos educó en la solidaridad y el internacionalismo sin fronteras. En muchos sentidos nos enseñó a entender y practicar el principio martiano de que Patria es Humanidad, desde los confines de África hasta Nuestra América y el resto del mundo, incluyendo a lo más noble del pueblo norteamericano. Por eso, para nosotros, como para el resto de los gobiernos de izquierda y progresistas, sigue siendo una tarea de primer orden aquella que tantas veces nos repitió Fidel: sembrar ideas y valores, crear conciencia y movilización popular, unir fuerzas. Sobre todo, estar unidos; en toda nuestra diversidad, pero unidos. No es casual que entre los objetivos de la embestida imperial y oligárquica estén la Celac, la Unasur, el Mercosur y el ALBA, y que una y otra vez insistan en que no pararán hasta derribar a Cuba, el ejemplo de Cuba, la osadía de Cuba. Si el imperio pretende denigrar al socialismo ahogando cualquier esfuerzo de desarrollo de Cuba, nuestra nación está demostrando justamente lo contrario: gracias al socialismo, a la planificación socialista, al ideal socialista hemos levantado un país donde la suerte de todos importa a todos; una sociedad humana, educada, solidaria y justa en la medida en que puede serlo una nación del Tercer Mundo, de escasos recursos naturales y cercada por el más poderoso imperio de la historia. Al llegar aquí hemos sentido hasta en el aire el espíritu de alegría por la esperanza rescatada otra vez del fondo del pozo neoliberal: Ustedes confirman el triunfo de los movimientos populares y campesinos, sindicatos, fuerzas políticas, organizaciones estudiantiles y de mujeres, así como de grupos de intelectuales. Ustedes encarnan el mejor espíritu de la Argentina profunda y verdadera. Extracto del discurso de Miguel Diaz-Canel, en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, 9 de diciembre de 2019 |
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