(La Habana, 1958) Investigador, ensayista y periodista cubano. Fundó y dirigió las revistas Contracorriente (1995-2002) y La Calle del Medio (2008-2017) y desde 2016, la 4ta época de Cuba Socialista, la revista teórica del Partido Comunista de Cuba. De 1994 a 1999 estuvo al frente del Centro de Estudios Martianos. Ha publicado Ensayos de identidad (1993), De la historia, los mitos y los hombres (1999), La utopía rearmada (2002, Premio de la Crítica), Venezuela rebelde (2006), Cuba, ¿revolución o reforma? (2012 / 2da edición, 2018), Ser, parecer, tener (2014), Zona roja (2016, con traducciones al inglés, al francés y al italiano), y Diario de Turín (2021, con traducción al italiano).
Si algo caracteriza a los materiales reunidos en La isla Posible. Debates sobre ideología y revolución en Cuba. (2022) es la perseverancia y la tenacidad con las cuales el autor invita a su público a despejar el terreno de un bosque abigarrado de maleza y yuyos envenenados, atravesado por senderos y falsos atajos que no conducen a ningún lado bueno. (Podría acaso preguntarse: “¿bueno para quién?” Pues bueno para el pueblo cubano y los pueblos de Nuestra América, opuestos a los intereses de los monopolios de origen norteamericano que pretenden recuperar su antiguo casino mafioso y su viejo cabaret perdido hace más de medio siglo).
Con una paciencia envidiable, Ubieta se interna por varios laberintos tortuosos, donde las palabras clave y las señales que marcan la dirección del camino pretenden ser resignificadas para expropiar a la revolución de su prestigio histórico, su enorme fuerza moral y su mística que le han permitido ejercer durante décadas una influencia político-cultural de alcance continental. “Socialismo”, “democracia”, “cultura” y muchas otras, pretenden vaciarse de su significado histórico para así poder adecuarlas a las necesidades geoestratégicas del imperio, siempre deseoso de lograr en la isla caribeña el eternamente frustrado “cambio de régimen”.
Agotada la vía terrorista clásica de las bombas, invasiones, asesinatos “quirúrgicos” y otros mecanismos trillados y repetidos hasta el hartazgo por el complejo industrial-militar del Pentágono, la CIA y la Casa Blanca, los principales estrategas estadounidenses del “golpe blando”, las “revoluciones de colores” y las “guerras híbridas” han cambiado su modus operandi frente a Cuba. El ex presidente Obama, que repartió sus energías durante años entre las aspiraciones al Premio Nobel y la propaganda de cremas dentríficas y cepillos de dientes (que mostró en sus campañas publicitarias y sus viajes —Cuba incluída- hasta el cansancio) fue, quizás, la máxima expresión de ello. Todavía hoy provoca suspiros nostálgicos en algún que otro académico cubano claudicante que adapta sus agendas de investigación y el contenido de sus revistas al mainstream posmoderno, falsamente multicultural, de la Academia gringa, para así lograr subsidios, un par de becas o aunque sea un viajecito (perdón, “pasantía académica”) a la Tierra Prometida.