A inicios de la década de 1970 el régimen autoritario del Estado Novo seguía pesando como una losa sobre Portugal. Su fundador, Antonio de Oliveira Salazar, fue destituido en 1968 por incapacidad y falleció en 1970. Vino a sustituirle Marcelo Caetano en la dirección del régimen. Cualquier intento de reforma política fue abortado debido a la propia inercia del régimen y al poder de su policía política, la Policía internacional y Defensa de Estado (PIDE).
El régimen se aislaba, envejecido y anquilosado, en un mundo occidental en la plena efervescencia social e intelectual de finales de la década de 1960. Mientras tanto, las colonias en Mozambique, Angola y en Guinea, arrastradas por los movimientos de descolonización, habían estallado en revueltas desde principios de la década y obligaban a Portugal a mantener por la fuerza de las armas el imperio portugués que estaba instalado en el imaginario de los ideólogos del régimen. Para ello, el país se vio abocado a invertir grandes esfuerzos en una guerra colonial de pacificación, actitud que contrastaba con el resto de potencias coloniales que trataban de asegurarse la salida del continente africano de la forma más conveniente.
La guerra colonial había generado conflictos entre la sociedad civil y militar y todo esto mientras el modelo económico propugnado por el régimen hacía que el país permaneciera pobre y generara una fuerte emigración.
El levantamiento del sector de la izquierda del ejército, de los llamados capitanes de abril, no fue un golpe militar en el sentido estricto de la palabra, sino que fue producto de una situación insostenible y de una dictadura que llevaba en el poder más de 40 años. Se produjo por el hastío y enfado hacia una política anclada en una guerra colonial sin salida con Angola, Guinea Bissau y Mozambique.
Mientras otros países dejaban paso a la descolonización de una manera menos traumática y más adecuada para sus intereses, Portugal seguía insistiendo en un imperio imposible que cada vez costaba más muertos y recursos.
No obstante, el giro a la izquierda y el desapego al régimen también, se produjeron por una población empobrecida. La desigualdad social era enorme: sólo un centenar de familias ostentaban el poder económico; en la mayoría de casos la emigración parecía la mejor opción.
Asimismo, la explotación latifundista en el campo era un escándalo a los ojos de la mayoría, como también el hecho de que Portugal fuera un paraíso para nazis huidos de la justicia o dictadores como Fulgencio Batista, mientras las cárceles se llenaban de presos políticos. En un país aislado desde hacía ya demasiados años, las palabras democratizar, descolonizar y desarrollar se convirtieron en el lema y en el programa que guió la revolución.
Así, el día del movimiento militar, los ciudadanos, lejos de hacer caso a los numerosos llamamientos para que no saliesen de sus casas por su propia seguridad, simpatizaron rápidamente con lo sucedido y ocuparon las calles en compañía de los sublevados.
La imagen que bautizaría este acontecimiento como la Revoluçào dos Cravos (La Revolución de los claveles) sería la de esas concentraciones y manifestaciones espontáneas de ciudadanos que, en Lisboa y con la ayuda de las floristas, se pertrecharon con la flor de la temporada, los claveles, y las colocaron en los cañones de los fusiles de los militares demócratas. En resumen, la guerra fue el elemento determinante, la gota que colmó el vaso (de ahí que los primeros actores en el levantamiento sean los militares), pero no el único. El péndulo social ya estaba en la izquierda; la toma de las calles por parte de las capas populares era la garantía de que se abría paso un nuevo horizonte. No era un simple golpe militar, sino una revolución.
En febrero de 1974, Caetano es obligado por la vieja guardia del régimen a destituir al Gral. Antonio Spinola y a sus apoyos cuando trataba de modificar el curso de la política colonial portuguesa, que había llegado a ser demasiado costosa para el país. En ese momento, en que se hacen visibles las divisiones existentes en el seno de la élite del régimen, un misterioso Movimiento das Forças Armadas (MFA) elige llevar adelante una revolución. El movimiento nace secretamente en 1973 de la conspiración de algunos oficiales de extrema izquierda del ejército, radicalizados por el fracaso de la guerra colonial.
El 25 de abril de 1974, a las 00:25 horas, la Radio Renascença transmite Grândola Vila Morena, una canción revolucionaria de José Afonso. Es la señal pactada por el MFA para ocupar los puntos estratégicos del país. Seis horas más tarde el régimen dictatorial se derrumba.
A pesar de los continuos llamamientos radiofónicos de los capitanes de abril (del MFA) a la población para que permaneciera en sus hogares, miles de portugueses ganaron las calles mezclándose con los militares sublevados. Uno de los hitos de aquellas concentraciones fue la marcha de las flores en Lisboa, caracterizada por una multitud pertrechada de claveles, la flor de temporada. Ese es el origen del nombre dado a esta revolución incruenta que, no obstante, arrojó un saldo de 4 muertos ocasionados por los disparos de la policía política contra manifestantes civiles. Caetano se refugió en el cuartel del Carmo, en Lisboa, que es cercado por el MFA, lo cual le empuja a aceptar entregar el poder al Gral. Spinola, para evitar que el poder caiga en la calle. Caetano parte inmediatamente a exiliarse en Brasil.
Las acciones militares más relevantes del levantamiento fueron protagonizadas por el comandante Salgueiro Maia que, al frente de las fuerzas de la Escola Prática de Cavalaria ocupó el Terreiro do Paço a primeras horas de la mañana del día 25. Posteriormente el comandante Maia llevó a cabo el cerco del cuartel del Carmo donde, con la renuncia de Caetano, se puso fin al régimen salazarista. Las acciones del levantamiento fueron coordinadas por un puesto de mando establecido por Otelo Saraiva de Carvalho en el cuartel de la Pontinha.
Posteriormente al día 25 fueron liberados los presos políticos de la prisión de Caxias. Se produjo también el retorno desde el exilio de los líderes políticos de la oposición. Al año se convocaron unas elecciones constituyentes y se estableció una democracia parlamentaria de corte occidental. Se dio fin a la guerra colonial y se garantizó la independencia de las colonias africanas antes de finalizar el año 1975. También se realizaron nacionalizaciones de grandes empresas. Duró dos años el periodo turbulento que siguió a la revolución de los claveles, caracterizado por luchas entre la izquierda y la derecha. El día 25 de abril es festividad nacional en Portugal y suele acoger conmemoraciones y celebraciones cívicas. Desde algunos sectores sociales se suele lamentar el abandono del inicial carácter izquierdista de la revolución. Así mismo, sectores derechistas minoritarios consideran que la revolución produjo resultados perniciosos para el país.
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