Nació en la finca «La Matilde» de El Sunchal, cerca de El Carmen, provincia de Jujuy, el 8 de agosto de 1937, en el seno de una familia argentina jujeña de típicas costumbres gauchescas y antepasados de orígenes árabes, en la que sus abuelos eran inmigrantes provenientes de Siria y el Líbano arraigados desde jóvenes en Argentina y dedicados al comercio de telas y otras tareas. Sus padres fueron José Jorge Cafrune y Matilde Argentina Herrera. Recibió el apodo de «el Turco» tal y como llamaban a su padre, un popular gaucho de la región que cantaba bagualas y supo protagonizar duros duelos criollos.
A los diecisiete años tuvo su primera guitarra, que aprendió a tocar con músicos locales. En 1957 se trasladó a Salta, donde cantó en el bar Madrid y poco después integró Las Voces del Huayra hasta 1959. Fue con este grupo, con el que actuó en la Compañía de Ariel Ramírez y efectuó grabaciones. Pasado algún tiempo, formó parte de Los Cantores del Alba y cantó a dúo con Alberto Sauad.
A principios de 1961, ya solista, hizo presentaciones radiales y televisivas en Uruguay y Brasil. Un año después viajó a Cosquín, a cuyo escenario principal llegó después de triunfar en las peñas. En Buenos Aires actúa en "La Pulpería de Mandinga" por el Canal 9 de televisión, y en radios y teatros. Obtuvo el primer premio del 2º Festival Odol de la Canción con la zamba de Marta Mendicute Que seas vos y, casi de inmediato, su versión de Zamba de mi esperanza, de Luis Morales, se convirtió en un extraordinario éxito.
Realizó varias temporadas en el Teatro Odeón y giras nacionales con el espectáculo "Otra vez folklore". En 1972 visitó España, país donde residió hasta 1976, presentándose también en otros países europeos. Cuando regresó a su país, planeó un viaje a caballo de Buenos Aires a Yapeyú (Pcia. Corrientes) para conmemorar el bicentenario del nacimiento del general San Martín.
La madrugada del 31 de enero de 1978, cuando marchaba a caballo rumbo a Yapeyú para depositar un cofre con tierra de Bolougne Sur Mer en homenaje al general Jose de San Martín, el folklorista Jorge Cafrune fue atropellado por una camioneta. Quedó demasiadas horas tirado en la ruta con las costillas incrustadas en los pulmones, y al día siguiente falleció. A la camioneta y a su conductor se los tragó la noche: sólo pudo saberse un nombre –Héctor– susurrado por los habitantes de Benavídez.
Por entonces Yamila, la hija mayor del legendario creador de Zamba de mi esperanza, tenía 12 años. A los 18 decidiría seguir la carrera de abogacía. “Siempre sostuve la idea de que es posible hacer justicia hablando con la verdad, pero desde que pasó lo de mi papi supe lo que es empezar por casa”, dice Yamila. “Hasta el ‘83 fue imposible averiguar nada. Ese año empecé la facultad, y con mi madre y mis hermanas intentamos por todos los medios encontrar algún otro dato. Pero la investigación llegó a un punto muerto”.
Sin embargo, dice Yamila, hay numerosas conjeturas posibles. “Que detrás del accidente estuvo Gendarmería, o la Triple A. Es sabido que López Rega dijo que Cafrune era más peligroso con una guitarra que un ejército con armas. Es sabido que sus discos estaban prohibidos: En Radio Nacional de Córdoba guardan un disco que tiene los temas que no podían pasarse tachados con birome en la tapa y rayados con un clavo adentro. Entre ellos estaba Zamba de mi esperanza. ¿Sabés cuál era la palabra prohibida...? Era la palabra esperanza”.
En 1992, Yamila comenzó su carrera profesional de cantante casi por casualidad. “Yo estaba recién recibida de abogada, trabajaba en el registro civil, y mi vida parecía encaminada por ahí. Fui a Cosquín por un homenaje a mi papá, y pedí que me dejaran cantar en un escenario callejero. Sucedió que entre el público estaba Julio Mahárbiz, y él me invitó a que al día siguiente hiciera un tema en el escenario mayor. Así empezó todo”, relata. Hoy Yamila no es sólo la hija de: ha sabido ganarse un lugar propio en el folklore local, con un repertorio que lentamente se aparta de lo más tradicional. Actualmente prepara un nuevo disco –ha editado cinco, en uno de los cuales canta, sobregrabada, junto a su padre- y conduce el programa de radio Nuestra herencia, que se emite los martes y jueves de 21 a 22, por fm folk, 92.3.
–¿Pesa o es un orgullo para una folklorista el apellido Cafrune?
–Es un honor. No es una carga, como mucha gente cree, pero sí una responsabilidad enorme. En el aspecto musical, porque la gente cree que una nació artista por ser la hija de Cafrune, y entonces siempre está el miedo de que piensen “cómo teniendo el padre que tiene no sabe lo que es una milonga...” O hasta en la forma de vestir: la gente espera verte de una determinada manera sobre el escenario, y por ahí no aceptaría que yo me aparezca de minifalda. La forma es una tontería, pero es importante lo que significa esta demanda: que hay una forma de llevar la vida que uno ha legado, y que tiene que respetar. No como obligación, pero sí como algo de lo que uno elige hacerse cargo.
–¿Qué cosas, además de la música, le legó su padre?
–Me legó una vida honorable a imitar y un nombre digno a llevar. Como me dijo una vez (Horacio) Guarany, yo nunca voy a tener que bajar la vista cuando hable de mi viejo. He recorrido todo el país y en todos los caminos encuentro los mejores recuerdos de la gente hacia mi padre.
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