Golpe en Bolivia. Washington Ordenó OEA Ejecutó. Nuevo libro de Stella Calloni
Por: Acercándonos Ediciones
Publicado: 13/10/2020



 

 
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Desde que era dirigente sindical y más desde los años 80 en la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), y luego en la dirección de la Federación Especial del Trópico, de Cochabamba, Evo Morales conocía profundamente contra qué estaban luchando en una sociedad donde el racismo hacia la población mayoritariamente indígena era la expresión de un poder oligárquico que desde la independencia de España, se había convertido en lo que el presidente llama “el colonialismo interno”.

“Conocí el colonialismo desde que era muy niño sobre nuestros cuerpos golpeados y maltratados” y con la historia oral transmitida de generación en generación en los laberintos de soledad, exclusión y olvido en que vivían las comunidades indígenas.

En esa historia estaban los recuerdos de Tupak Amaru, Tupak Katari, los grandes y verdaderos héroes de la independencia, que murieron bajo torturas y desmembrados, y de Bartolina Sisa. De esos recuerdos y de las “luchas eternas de mis hermanos” nació la decisión de Evo Morales de luchar sin descanso por la liberación, sin imaginar que sería el primer presidente indígena de Bolivia.

“Leyendo la historia nuestra muy olvidada entendí que las grandes batallas que libramos con nuestros hermanos no sólo fueron por la independencia sino también por el derecho de los pueblos a su identidad, a su cultura por la defensa de los recursos naturales, contra la esclavitud a la que estábamos sometidos y por la dignidad”, recordó Evo en una de las varias entrevista que hice para el periódico La Jornada de México, desde que era dirigente sindical o como diputado hasta los tiempos de su presidencia.
El 21 de enero de 2006 Evo asumió, antes de hacerlo en la sede de gobierno en La Paz, en el Tiwanako, en el Templete de Kalasaya, a unos 70 kilómetros de la capital, ante miles de los suyos y los sacerdotes aymaras en una ceremonia con los trajes rituales de sus antepasados, cargada de símbolos y emociones.

Majestuoso en su sobriedad, con los ornamentos de sus antepasados, lucidos con orgullo, como una reivindicación esperada durante siglos, Evo juró ante su pueblo, que es mayoría en Bolivia -y que conoce como nadie su territorio, las montañas, el fuego, el paso de los ciclos y los mensajes del pasado. Fue investido como Apu Mallku (líder de la nueva era)de los pueblos indígenas de América Latina.

Revoltura de los tiempos, habló desde la humildad, desde la sabiduría adquirida en los caminos de la exclusión, de la soledad, de los ritos profundos que alimentan el ánima, el alma del hombre que es capaz de caminar con respeto en la bruma de las montañas altas y también en las tierras bajas.

En una Bolivia que había sufrido decenas de dictaduras militares, donde existía un apartheid similar al de Sudáfrica, del que nadie hablaba, Morales prometió hacer todo lo que hizo en su presidencia.

En principio gobernar para los millones de bolivianos abandonados a su suerte, olvidados, perseguidos, recuperando su identidad y su cultura. También transformar la injusticia en justicia, recuperar los recursos naturales como el petróleo, el gas, la electricidad y otros. Ya había estado al frente de las luchas por el agua y por impedir la privatización del gas en 2003, cuando los pueblos originarios fueron la vanguardia en un país de eternas resistencias.

Todo esto había sido imaginado cuando con otros compañeros fundaron el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP) que se uniría con el Movimiento al Socialismo (MAS) para participar de las elecciones generales de 1997 donde fue electo diputado por Cochabamba, con el 70 por ciento de los votos. Esto le valió persecuciones de todo tipo y, en un momento, hasta la prohibición de entrar a los debates del Congreso.

Ya como presidente de Bolivia, entendiendo que era un país “inmensamente rico, con un pueblo muy pobre, el más pobre que figuraba después de Haití,” su proyecto comenzó desde el primer día, con los llamados “bonos Juanito Pinto” para los niños, o por primera vez jubilaciones y pensiones inexistentes.

Lo urgente fue comenzar a devolver y reconocer al pueblo sometido su dignidad y el orgullo de su identidad. Por supuesto muy pronto después de comenzar a recuperar los recursos naturales, pudo declarar a Bolivia territorio libre de analfabetismo, gracias al método cubano aprobado internacionalmente.

La alfabetización se hizo no sólo en español sino en todas y cada una de las lenguas de las comunidades originarias que habitan desde siempre en el territorio boliviano.
El ingreso de millones de dólares de los recursos recuperados le permitió comenzar a distribuir la riqueza y producir un cambio de 180 grados en ese país, a lo que sumó una política exterior independiente.

Pero lo realizado en recuperación de la cultura el país, en el orgullo de pertenencia, en el extraordinario proceso de alfabetización, y la instalación de centros de salud a lo que nunca habían accedido los sectores mayoritarios de la población, junto al rescate de las culturas medicinales, revolucionaron la vida de los olvidados. El pueblo entendió que esta recuperación de derechos es para siempre.

“¿Cómo volver atrás de todo lo que se vivió en estos tiempos?” se preguntaba Evo.

La estabilidad política y económica se mantuvo durante todo su gobierno, a pesar de los intentos de golpes de Estado, como el de septiembre de 2008 sólo a poco más de dos años de haber asumido el gobierno, entre agosto- septiembre de 2008, preparado, asesorado y pagado por Estados Unidos como revelaron los documentos logrados, por lo cual se decidió la salida de Bolivia del entonces embajador estadounidense en Bolivia, Philip Goldberg.

Ordenó también salir de Bolivia a la Agencia antidrogas (DEA) de Estados Unidos que había sido clave en la persecución y masacre de campesinos, utilizando su falsa lucha contra el narcotráfico, y además, entre otros delitos graves, controlaba la telefónica boliviana.

En 2009 cuando la Agencia de Inteligencia estadounidense (CIA) se había infiltrado en la recuperada empresa de Yacimientos Petrolíferos Bolivianos (YPB), mediante un funcionario en quien Evo confiaba, ordenó a esa institución abandonar el país.

Hasta la llegada de Evo al gobierno, la CIA tenía una oficina instalada en el Palacio Quemado, la sede gubernamental. También, a instancias de la población, fue ordenando la salida de varias de las fundaciones estadunidenses que estaban enquistadas con sus ONG en diversos lugares del país.
A lo largo de su gobierno Evo logró la mayor diminución de la pobreza en un país de América Latina de 60 a 38 por ciento y luego al 15 por ciento y el proceso continuó hasta los aciagos días del golpe de finales de 2019.

Bolivia creció a una tasa promedio del 4.9 por ciento según cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Con una muy baja inflación, un cambio profundo a partir de haber logrado la nueva Constitución que convirtió a este país en una república plurinacional, con el profundo significado político, cultural identitario que esto tiene.

Precisamente, mientras a su alrededor todo comenzaba a desmoronarse en 2018- como sucedía en Argentina- Bolivia fue el país sudamericano donde más aumentó el producto interno bruto (PBI), un 4.2 por ciento.

Pamela Ramos, de la consultora Oxford Economics, consideró, que “el mayor acierto del gobierno fue de un crecimiento inclusivo que ha permitido mejorar el acceso a oportunidades en las áreas de salud y educación".

La filosofía aymara se define en tres formas de actuar ante el mundo, no robar, no mentir, no matar. Esto fue su norte, y destacó la austeridad en su vida. Hay una Bolivia antes y después de Evo, lo que es reconocido en el mundo.

El rescate de la memoria histórica fue otra recuperación durante su gobierno tanto como el orgullo de un pasado heroico, en la lucha anticolonial de sus antepasados.
Morales entendió que tantos siglos de exclusión no se recuperan en diez o quince años. Los tiempos fueron otros para los suyos y también demostró que el saber escuchar, algo que siempre aplicó en su vida política como parte de la filosofía aymara, lo ayudó a tomar acciones a partir de las necesidades reales de su pueblo, los originarios que insurgen en estos tiempos de retornos coloniales.

“El pueblo es el verdadero poder. Cuando llegué como presidente no podía dejar de pensar en todo lo que habíamos vivido, como la mayoría que éramos los pueblos indígenas, cuando no teníamos derecho a caminar por las veredas y cuando llegábamos a lugares en que nos querían tratar como animales, avergonzando a los niños de ser hijos de indígenas. Matar a un indio no se pagaba como un crimen y habrán muerto tantos que nadie supo. Y cuando llegamos ya habíamos estado en las calles al frente de las rebeliones y llegamos recuperando nuestra cultura, nuestra estima, nuestra fortaleza y dignidad”.

¿Cómo no iba a interpretar Estados Unidos como un desafío a su política de controlar toda América Latina en el siglo XXI, los cambios producidos en Bolivia por Evo Morales al que se trató de impedir llegar al gobierno por todas las formas posibles, incluyendo intentos de asesinato desde que era dirigente gremial?
Ningún gobierno imperial imaginó que en Bolivia un día, en pleno siglo XXI, llegaría al poder un descendiente de los pueblos originarios, de aquellos que primero enfrentaron al colonialismo español, que durante siglos resistieron y acunaron las viejas culturas luchando en defensa de sus territorios avasallados.
Evo Morales estaba en la mira imperial desde un principio, y como sucedió con el presidente chileno Salvador Allende-derrocado por un golpe de Estado en septiembre de 1973, ordenado por el entonces presidente Richard Nixon y su equipo de halcones- ambos habían sido seguidos, espiados, vigilados controlados, desde sus inicios políticos o sindicales por los servicios de inteligencia del imperio que aún mantiene en la dependencia a nuestra región.

Otro hecho importante es que la llegada de Evo Morales Ayma al gobierno de Bolivia, sucedió en los tiempos del resurgimiento de América Latina y de hecho fue una revolución por sí misma y por el mensaje que surgía de las cenizas del pasado.
Al escribir el libro EVO EN LA MIRA, pude acceder a archivos y documentos que me sorprendieron ante la verdadera dimensión de lo que había sido la injerencia permanente de Estados Unidos en la vida política de Bolivia para sostener el continuo saqueo de las riquezas de ese país.

Detrás de Evo hay una larga historia, de la que faltan muchos registros, porque el opresor nunca deja que esa voz portentosa salga de la tierra y lo desafíe. Hay que imaginar, sólo imaginar, las siderales distancias que existen entre un hombre que nace en la pobreza y vive en las alturas de la montaña, acostumbrado a escuchar los avisos de la naturaleza, cuyos antepasados han sido despojados de todo, pero nunca de su cultura e identidad- con cualquier tipo de político de lo que se dio en llamar Occidente.
Los indígenas recibieron a los que dicen que “descubrieron” a América y se arrogaron el derecho de apoderarse de todo, territorios, vidas, hombres, es decir recibió a sus asesinos, con las manos abiertas y cargadas de obsequios porque no podían imaginar que trajeran la muerte, la desolación, el genocidio.
Se habla mucho del cambio profundo que registró Bolivia bajo el gobierno de Evo Morales, pero poco de lo que significó el rescate de una cultura escondida debajo de las piedras, debajo de la piel, detrás de la mirada, en los detalles de la olla de barro, en los danzarines que nacieron para ser inmensamente libres.
Todo esto lo sentí en esos días en que investigaba documentos en Bolivia, andando por increíbles lugares siempre marcados por el recuerdo de luchas y resistencias, acompañando a las mujeres al frente de la dura pelea por defender lo suyo, después de siglos de silencio y de insumisión, bien escondida para sobrevivir en ese país donde existía un apartheid del que nunca se habló.



He leído una gran cantidad de libros sobre Bolivia, que se referían a la tragedia de esa población tan castigada, de un país que vivía bajo la violencia de los opresores que reemplazaron a los colonizadores de otros tiempos, pero es posible que quien auscultó en lo profundo de Bolivia fue el escritor uruguayo Eduardo Galeano, que vio desde otra mirada a ese pueblo sobreviviendo siglos, amparado en su cultura ancestral y su dignidad.
Me atrevo a imaginar lo que pudo haber sentido Ernesto Che Guevara a su paso por Bolivia. Sin duda alguna con su sensibilidad a flor de piel vio la tragedia de ese pueblo, al que evidentemente amó.

Pensaba en esos momentos que sólo cruzando una frontera leve estaba para nosotros Bolivia, con su enorme, infinita riqueza cultural, mantenida en las catacumbas del colonialismo y no sabíamos bien hasta qué punto ese pueblo, condenado a mirar hacia abajo, a caminar por las calles, dejando la vereda para el blanco o para el rico o para el taimado traidor a su origen, había resistido a través de años y de siglos.
En Bolivia el apartheid era una realidad tanto tiempo silenciado, lo suficiente para avergonzarnos por la ignorancia de no ir hasta el fondo en cada país hermano de Nuestra América.

En una excelente investigación sobre la política exterior del gobierno de Morales entre el 2006 y 2013 (publicada en “Si Somos Americanos”, vol14 N°1 Santiago junio 2014) Natalia Ceppi de la Universidad de Rosario y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Rosario, Santa Fe decía en la introducción: “La victoria de Evo Morales Ayma en las elecciones presidenciales del 18 de diciembre de 2005, a través del Movimiento al Socialismo (MAS), significó un punto de inflexión en la historia socio-política de Bolivia. Tras dos décadas de alternancia en el poder, los partidos políticos tradicionales quedaron relegados frente a un líder indígena y sindical, defensor de los derechos de los excluidos y que esgrime la necesidad de establecer un quiebre con el pasado”.
Analiza asimismo que “desde la óptica del gobierno nacional, este proceso implicó llevar adelante la “refundación del Estado-nación”, con miras a redefinir no sólo los vínculos del Estado con la economía y la sociedad, sino también el relacionamiento externo del país.

Se refiere al lanzamiento el 16 de junio de 2006 del Plan Nacional de Desarrollo, entendido como “una estrategia de acción global”, cuyas directrices apuntan a consolidar “una Bolivia digna, soberana, productiva y democrática para vivir bien”.

“A nivel interno, el nacimiento de una nueva Constitución Política en enero de 2009 -más representativa de la diversidad cultural nacional-; la política de nacionalizaciones, especialmente de los hidrocarburos, y la implementación de medidas sociales para combatir la pobreza y la marginalidad, son los ejemplos más representativos del proceso de renovación -en ocasiones tenso y conflictivo- en el cual está inserto el Estado andino”.

En el caso de la política exterior planteaba que desde 2006 se han mantenido como temas de agenda “ciertos ejes que podrían considerarse históricos, a saber, el respeto por la democracia y los derechos humanos, la reivindicación marítima, la lucha contra el narcotráfico, la integración económica y la cooperación transfronteriza, entre otros. No obstante, ha atravesado mutaciones significativas, ya que ha sido rediseñada en cuanto a los principios y objetivos que la sustentan; la importancia asignada a los espacios multilaterales como ámbitos de diálogo y planteo de demandas y las relaciones bilaterales establecidas”.

En base a esto su trabajo se orientaba respondiendo interrogantes pero sobre todo la evolución de las relaciones bilaterales más destacadas desde 2006 hasta la actualidad. En este punto consideraba tres ejes; “en primer lugar, aquellos que vislumbran un mayor fortalecimiento, Venezuela, Argentina y Brasil; en segundo lugar, los que representan los “nuevos socios” en la agenda de política exterior -China e Irán- y, finalmente, los que demuestran claros signos de conflictividad, tales como Estados Unidos y Chile.

Una política exterior renovada
La política boliviana se enmarcó en un proceso de transición estatal donde se han puesto en juego dimensiones como la definición de un nuevo modelo de desarrollo, la descentralización política del país, el reconocimiento de los derechos colectivos de las comunidades indígenas y las pautas de participación y representación política democrática (pp. 21-22).

En relación al quiebre con el pasado Natalia reseña que el gobierno nacional de Evo Morales impulsó un conjunto de políticas orientadas a la (re)construcción de un Estado plurinacional, comunitario y protagonista de su propio desarrollo (Plan Nacional de Desarrollo, 2006). Entre las más sobresalientes se encuentran: a) la nacionalización de industrias diversas, como hidrocarburos, electricidad, agua y saneamiento, telecomunicaciones, etc.; b) la redacción de una nueva Carta Magna, aprobada por referéndum en enero de 2009, que reconoce las demandas indígenas y campesinas y los reclamos autonómicos y c) el lanzamiento de bonos sociales -Juancito Pinto, Juana Azurduy y Renta Dignidad, por ejemplo- destinados a mejorar la calidad de vida de las poblaciones más vulnerables, buscando reducir los márgenes de exclusión y desigualdad”.
Fundamentalmente este trabajo de Natalia Ceppi refleja con nitidez, la calidad de la soberanía, que significó cada paso dado por Morales y su equipo, que han dejado enseñanzas claves para este período histórico tan complejo, y especialmente después del huracán pandémico.

De esta manera lo vimos plantarse en la independencia de sus actos como nunca se había visto en Bolivia y más aún demostrar cómo podía producirse un desarrollo propio, genuino, sin “la ayuda” depredadora de los organismos financieros. Bien lo dice Evo Morales en parte de la entrevista, realizada ya en el exilio en Argentina, que abarca varios momentos de esa Bolivia que implantó una constitución estudiada en todo el mundo, como un modelo y más aún de los tiempos que vendrán.
En el momento del golpe de Estado, decidido desde hace tiempo por Estados Unidos, cuyos embajadores se convirtieron en el eterno “caballo de Troya” de la injerencia brutal, el país estaba en un período de grandes avances, con una constitución plurinacional valorada en todo el mundo, demostrando una experiencia tan importante como manejar el desarrollo económico con sus propios diseños e ideas, sin Estados Unidos, sin el Fondo Monetario, sin ningún control externo. En 2019 de ser la nación donde su población era una de las más pobres del mundo pasó a ser reconocida como una avanzada república plurinacional que había rescatado de la pobreza absoluta a millones de bolivianos, revalorizados con una justicia negada durante siglos Bolivia era el único país en América Latina que había crecido en 2019 en medio de la crisis general y por su propio esfuerzo y planificación económica, en manos del economista Luis Arce, el actual candidato a presidente del MAS, cuya inteligencia y humildad, son también un ejemplo modélico del hombre nuevo. Y fue precisamente este modelo, lo que no podía tolerar Washington, como no tolera la resistencia de Cuba o Venezuela o Nicaragua, en este período histórico donde su plan geoestratégico es apoderarse colonialmente de toda la región.


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