Alfredo Ferraresi, una vida al servicio de nuestro pueblo
Por: Facundo Martín Moro*
Publicado: 02/03/2024





“Sabemos perfectamente que el
peronismo no se proclama ni se aprende,
el peronismo se siente y se comprende.”

Eva Perón



Ese día los conventillos de La Boca amanecieron más agitados que de costumbre. De una casa en la que vivían cuarenta familias, salió disparado un pibe de 13 años. Corrió hasta el viejo puente, donde se instaló para asistir como espectador privilegiado a una jornada histórica que marcaría para siempre su vida y la de millones de argentinos. Trabajadores portuarios, de los astilleros y frigoríficos cruzaban a nado el Riachuelo. Su corazón latía tan fuerte que apenas le permitía escuchar los gritos de los obreros que decían “Queremos a Perón”, “Vamos a Plaza de Mayo”. Tardó dos horas en romper el trance hipnótico que le producían las columnas de hombres y mujeres que se organizaban para pedir la liberación del por entonces Coronel Juan Domingo Perón, preso en la isla Martín García. Volvió corriendo al conventillo para contarle a su papá, que estaba en la cama producto de una severa enfermedad, lo que ya anunciaba la radio ubicada en el patio para que todos pudieran escuchar. El padre murió ese diciembre y no pudo ver el líder sindical en el que se convertiría su hijo, pero ese día vio a través de sus ojos el hecho fundacional del movimiento obrero organizado de Argentina.

Era el 17 de octubre de 1945 y el pequeño era Alfredo Ferraresi: secretario general del sindicato de farmacéuticos y de su federación nacional, militante combativo que enfrentó a las dictaduras militares y defensor de los derechos humanos, activo participante de los históricos congresos de La Falda y Huerta Grande, integrante de la Central General de Trabajadores de los argentinos y cofundador del Movimiento de Trabajadores Argentinos, amigo de sus amigos y enemigo declarado del imperialismo. Padre de tres hijos a los que amó, uno de ellos Jorge Ferraresi, actual intendente de Avellaneda, a quien él sí pudo ver convertirse en líder político.


Una voz del más allá

En una entrevista que le realizó Gerardo Rosín para el canal de noticias C5N, al recordar aquel 17 de octubre Alfredo Ferraresi diría que “nadie sabe aún quién dio la orden para ir a Plaza de Mayo. Yo creo que la voz vino de arriba, del más allá”. El año 1945 lo marcaría a fuego por aquella jornada memorable, pero también porque el 11 de diciembre murió su padre, a quien adoraba. Poco tiempo después, empujado por la necesidad de contribuir a la economía familiar, Alfredo abandonó sus estudios en la escuela industrial y empezó a trabajar en la farmacia Cánepa, la más importante de la zona. El segundo día de trabajo, el dueño de la farmacia, Amadeo Barrios, manda a dos empleados de los más antiguos a que afilien a Ferraresi al sindicato y lo inscriban en los cursos de capacitación profesional. Como si fuera un llamado del destino, ese sería para Alfredo el principio de un camino que nunca más abandonaría.

Un vecino de la farmacia que trabajaba como telegrafista de la Presidencia, hace de nexo para que Cánepa proveyera los medicamentos a Casa Rosada. El encargado de llevar los pedidos fue Ferraresi. Por esa circunstancia Alfredo conoció a Eva Duarte de Perón, a quien comienza a llevarle cartas de sus vecinos en las que pedían una máquina de coser, un trabajo, o un juguete. Todas eran respondidas. La cercanía con quien sería para el pueblo argentino simplemente Evita, haría que Alfredo la recuerde como una mujer “más dulce que la gran puta. Vivía para los humildes, los interpretaba como nadie y los defendía con dientes y uñas” . Su muerte, según Ferraresi, produciría “un vacío enorme y definitivo en el alma y en la ideología del Movimiento Popular”.


Uno de los imprescindibles

El edificio de la Asociación de Empleados de Farmacia está ubicado en Rincón 1044 de la Ciudad de Buenos Aires. A unos pocos metros de la entrada, después de la recepción, un pasillo largo conecta las distintas oficinas, sus puertas idénticas solo pueden diferenciarse por los pequeños carteles que anuncian el cargo de quien ocupa cada lugar. Sin embargo, para reunirse con Víctor Carricarte, actual secretario general de ADEF, hay que hacerlo en una sala cuya puerta indica “secretaría adjunta”.
Carricarte fue colaborador de Ferraresi durante más de 30 años y recuerda que “cuando lo conocí tenía 18 años, era muy joven y Alfredo ya era un sindicalista con historia, sin embargo era una persona tan humilde que siempre me trató de igual a igual”. Cuando habla de su mentor, Carricarte dice haber heredado de Ferraresi en su práctica cotidiana “no tener secretario ni secretaria porque es una manera de estar más cerca del afiliado, saludar del primero al último al entrar al sindicato, ser muy ordenado y prolijo en lo organizativo”. Heredó muchas cosas de quien con el tiempo se volvió un gran amigo, pero la oficina no. El secretario general de ADEF explica que “conservamos su oficina tal cual la dejó Alfredo como una forma de homenaje, queremos que quede como museo porque en esas paredes esta la expresión de lo que él pensaba”.

Al entrar a la que fue o sigue siendo la oficina de Alfredo Ferraresi, según quiera o pueda entenderlo la persona que tenga el privilegio de estar ahí, la incomprensión se rinde ante un sentimiento muy parecido a la emoción. Lo primero que invade la mirada son libros, muchos y por todas partes. Libros que no entran en los estantes y entonces ganan terreno en las varias mesas dispersas en el cuarto, en el escritorio de Ferraresi, e incluso apilados en el piso. Hay también recuerdos de congresos sindicales en forma de diplomas, medallas, platos de cerámica, de bronce y de plata. Algunos afiches de encuentros sindicales. Y montones de fotos. Pero, para quien no haya conocido a Alfredo, pasa algo extraño al recorrer las imágenes cuyos colores empiezan a abandonarlas. Ferraresi no solo fue peronista, él conoció y tuvo trato con Perón y Evita, se codeó con dirigentes sindicales y políticos que por mérito propio tienen reservadas algunas páginas en la historia de nuestro país, y hasta se entrevistó con el Papa Juan Pablo II. Nombres que resuenan en los oídos de la gran mayoría con la perfección de una imagen. Sin embargo, ni una foto con ellos. En cambio, se lo puede ver a Alfredo charlando, comiendo, jugando a las cartas o caminando siempre con dos, tres, cuatro personas no más. Se puede seguir largo rato buscando algo que nunca se encontrará, salvo que su amigo Víctor Carricarte acuda en auxilio de la torpe comprensión de ese pobre desprevenido y lo ayude a mirar explicándole “son nuestros compañeros”.

Carricarte recuerda que todas las mañanas se hacían un tiempo con Ferraresi para charlar y confiesa, “extraño esa última palabra que nos ayudaba a estar más seguros, un día nos encontramos con que ya no teníamos más ese consejo del gran dirigente y muchos de nosotros nos sentimos sin red”.


Nomeolvides

El 16 de junio de 1955 la Plaza de Mayo fue bombardeada con nueve toneladas y media de explosivos lanzados desde aviones Gloster Meteor de la armada; el saldo fueron 360 muertos y más de 2000 heridos. Ese sería el prólogo de una larga etapa de hondo sufrimiento para el pueblo argentino, iniciada con el golpe de Estado que dieron los militares en septiembre del mismo año y que se autodenominó “Revolución Libertadora”. Con la proscripción del peronismo, Alfredo Ferraresi pasó a la resistencia y empezó a llevar una flor nomeolvides en el ojal del saco como una forma de burlar las prohibiciones del gobierno de facto. Una contraseña que usaban los “muchachos peronistas” para reconocerse.

Cuando el diputado Fernando Navarro lo entrevistó para su programa de televisión, Ferraresi dijo haber “metido caños” en varias oportunidades durante esa época y aclaró que lo hacía cuidadosamente para que no afectara a ninguna persona. Los objetivos eran empresas multinacionales, edificios de la policía y cuarteles militares. En una acción de propaganda que pretendía modificar la inscripción “guardapolvos 12 de octubre” de un cartel frente al Obelisco, reemplazando el número dos por el siete, en referencia a la gesta de 1945, Alfredo fue detenido junto a otros compañeros por la policía. Su familia lo supo al día siguiente, cuando un vecino se acercó a la casa en la que vivían en Wilde con el diario Crónica, en cuya tapa estaba la foto de Ferraresi escoltado por un agente de “La Federal”.

En el mismo período los militares organizaron elecciones para “normalizar” los gremios y Perón, desde su exilio en Puerta de Hierro, dio la orden de no participar. A un grupo de dirigentes sindicales, entre los que se encontraba Ferraresi, la decisión le fue comunicada por el delegado de Perón, John William Cooke, hecho que Alfredo resumió de la siguiente manera: “nosotros no le dimos bola y nos abocamos a organizar a los compañeros para ganar esas elecciones en cada gremio”. Para él, la militancia sindical era sinónimo de “poner el cuerpo”, por eso Ferraresi podía contar que “en el Cordobazo, mi rol, como dirigente de la CGT de los Argentinos, fue el de mediador para aunar fuerzas entre Agustín Tosco y Elpidio Torres” , y que “lo fui a buscar a Agustín Tosco a la usina donde trabajaba y salió al frente de toda la gente. El Cordobazo no es de nadie, es de todos, pero sin la CGT de los Argentinos no hubiera existido” .



Días de primavera

“La hora del Pueblo” había llegado. El 11 de marzo de 1973 la fórmula presidencial Héctor Cámpora, Vicente Solano Lima se impone en las elecciones y aunque no alcanza a superar la mitad de los votos por décimas, el líder radical, Ricardo Balbín, que había salido segundo, reconoce su derrota y se baja del balotaje. De esta manera comenzaba a materializarse la idea sintetizada en la frase de campaña “Campora al gobierno, Perón al poder”. Ferraresi y sus compañeros de ADEF se pliegan a la consigna “ni un día de gobierno peronista con presos políticos”. Alfredo recordaba que “lo que nos decían es que no había métodos para largarlos, que no había jurisprudencia”. Entonces definieron quién iba a agarrar el micrófono en Plaza de Mayo cuando asumiera Cámpora para dar la voz de aura: “´Todos a la cárcel´ y así fue. Había métodos para hacerlos salir”, sintetizó Ferraresi.

Pero en el mismo período, las contradicciones entre las distintas corrientes del peronismo se agudizaban y el enfrentamiento del Ministro de Trabajo, Ricardo Otero, con los dirigentes gremiales combativos del interior estalla en un conflicto en Villa Constitución que se prolongó por dos meses. En este marco, Alfredo Ferraresi lleva a los trabajadores la solidaridad de la mesa gremial del Peronismo de Base en el plenario nacional donde brinda un discurso revelador de su pensamiento íntimo: “Aquí venimos a aportar en la solidaridad activa, permanente, rescatada a través de 18 años y de todas las luchas anteriores de la clase obrera. Desde esa experiencia sabemos que esta lucha no es solamente la lucha antiburocrática, sino también anticapitalista, antiimperialista”. Y concluye, “porque la lucha antiburocrática no termina sacando un ministro, a un secretario general o tomando un sindicato. Para triunfar hay que terminar con el sistema que defienden los burócratas”.

Cámpora y Solano Lima renuncian a sus cargos y se llama a nuevas elecciones en las que la fórmula Juan Domingo Perón, María Estela Martínez de Perón se impone con el 60% de los votos. Finalmente la fórmula Perón, Perón se hacía realidad, aunque en esta oportunidad la historia se repetiría como tragedia. El presidente electo muere en el momento en que las tenciones hacia dentro del movimiento se cristalizaban en enfrentamientos cada vez más frontales, los cuales “Isabelita” fue incapaz de encausar. Mientras tanto, Alfredo Ferraresi suma a su militancia la producción de las obras teatrales “Que te pasa Buenos Aires” y “El viejo tango nuevo”, esta última de su autoría.


No habrá más penas ni olvidos

El 24 de marzo de 1976 se produce un nuevo golpe cívico militar. La sombra del terrorismo de Estado se proyecta sobre el país cobrándose miles de vidas para imponer el modelo económico liberal. Ferraresi lo graficó al contar que “en esa época, todos los días nos enterábamos de la caída de algún compañero. Fue entonces cuando al terminar una reunión, comenzamos a besarnos. Sí, algo que antes no acostumbrábamos, besarnos entre hombres, por si acaso, como una despedida final”.

Alfredo y varios compañeros de ADEF, al igual que tantos otros luchadores populares, fueron detenidos durante la dictadura. “En la cárcel vimos la llegada del hombre a la luna”, recordaba Ferraresi como una forma de quitarle dramatismo a aquel momento. Pero también recordaba con la misma nitidez, a su gran amigo Jorge Di Pascuale, diciendo “´pidamos por todos, la libertad no se negocia´ y había un compañero que decía: ´a mí que me negocien, yo me quiero ir´”. Por ese compromiso y la determinación infinita que expresaba Jorge Di Pascuale, los militares lo secuestraron el 29 de diciembre de 1976, fecha desde la que estuvo desaparecido hasta finales de 2009 cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense identifica sus restos en una tumba no identificada del cementerio de Avellaneda. Durante los más de 30 años en los que Di Pascuale estuvo desaparecido, Alfredo Ferraresi nunca dejó de buscarlo.

A pesar del terror ejercido por la dictadura militar, un sector del peronismo combativo, “La comisión de los 25” de la que formaba parte Ferraresi, convocó a un paro nacional desde la clandestinidad para el 27 de abril de 1979, la primer huelga contra la dictadura. Alfredo recordaba que “sí, teníamos miedo. Pero sentíamos que era más la vergüenza que el miedo. Sentíamos que teníamos que hacer algo. Teníamos miedo pero la vergüenza era mayor”.



Nuestra América

La Federación de Trabajadores Latinoamericanos de Comercio, Oficinas y Empresas Privadas de Servicios, celebró un congreso en Panamá con representantes de toda Latinoamérica entre los días 25 y 28 de mayo de 1994. Su presidente, Eduardo García, hizo uso de la palabra y desde el escenario criticó a Fidel Castro y su gobierno. En ese mismo momento, el Vicepresidente panameño saludaba a la delegación argentina que integraba Ferraresi, pero para saludarlo a él tuvo que esperar ya que desde su asiento estaba gritando “Viva Fidel! Viva la Revolución Cubana!” mientras el resto de los delegados permanecían en silencio.

El sindicato de empleados de Farmacia desplegó una acción internacional con eje en Latinoamérica y los movimientos nacionales de liberación, y encontró en Alfredo Ferraresi un embajador del espíritu de lucha que caracterizó a la organización desde sus inicios. En la décima conferencia de la Organización para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, Ferraresi encabezó la representación del Movimiento por la Paz, única organización no gubernamental autorizada a participar. Las formas diplomáticas que cuidaban los expositores frente a los cancilleres de las grandes potencias fueron dejadas de lado cuando Alfredo, en su discurso, denunció el colonialismo y se dirigió a la Cancillería Británica como a verdaderos “piratas” vinculando la no proliferación de armas nucleares con el reclamo de soberanía argentina sobre las Islas Malvinas.


Maestro de vida

Ferraresi no dudó en salir a trabajar cuando todavía era un pibe para ayudar a su familia, pero el haber abandonado la escuela lo acompañó como una asignatura pendiente. Quizás por eso, se lo vio profundamente emocionado cuando los maestros nucleados en la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina le entregaron el título “Maestro de la vida”, que recibió de manos de Hugo Yasky, el secretario general de la Central de Trabajadores de la Argentina, históricamente enfrentada a la CGT con la que Alfredo se identificó siempre. A pesar de las diferencias, Yasky reconoce que “Ferraresi dejó una huella profunda en todos nosotros porque fue el sindicalismo de la resistencia, el sindicalismo combativo, fue de los que no quisieron poner los sindicatos como prenda de negociación y a sus trabajadores como fichas en el tablero de los poderosos”. Destaca además que Alfredo “deja el legado de un sindicalismo que incorporó la dimensión del compromiso político como parte de la lucha gremial”.

En el mismo sentido, el historiador Norberto Galasso destaca que Ferraresi “entendió siempre que la acción gremial tiene un techo y que para lograr la plena liberación hay que acompañarla con el compromiso político”. En 2012 el peronismo bonaerense homenajeó al líder de los farmacéuticos en el Teatro Argentino de La Plata, oportunidad en la que Galasso manifestó “en una ciudad como Buenos Aires, donde a la gente parece molestarle los sindicalistas, yo tuve la suerte o la gracia de la vida de haber tratado personalmente a algunos sindicalistas ejemplares. Uno fue Sebastián Borro, otro, Avelino Fernández, pero creo que el mejor de todos ha sido Alfredo Ferraresi”.


Ferraresi por Ferraresi

Jorge Ferraresi actualmente es intendente de Avellaneda y recuerda a su padre como un “fanático del fútbol y del tango”. Pero esa pasión convivió con los ideales que apuntalaron su militancia sindical y política. “Mi viejo siempre ponía la ideología delante del resto de las cosas”, dice Jorge. Por eso cuando el club River Plate, del cual Alfredo era hincha, se consagra tricampeón en 1957 y anuncia la transferencia de Enrique Sívori al fútbol italiano por diez millones de pesos, rompe su carnet de socio enojado con la decisión. Según su hijo, Alfredo “decía que no podía ser hincha de un equipo capitalista”. Tiempo después se declaró hincha de Argentinos Juniors. “Eligió ese club porque sus fundadores provenían de un equipo llamado ´Mártires de Chicago´”, recuerda el actual intendente, “pero después intentó dejarlo, porque cuando se armó el sindicato de futbolistas y los jugadores de Argentinos no hacían paro, él decía que no podía ser hincha de un equipo carnero”. Durante dos años, Alfredo y sus hijos fueron a ver a Racing hasta que la destreza desplegada por Rafael “El Toro” Zuviría en el campeonato de 1973, los devolvió a la cancha de Argentinos para ya no abandonarla. Jorge recuerda que el 15 de agosto de 1981, cuando Argentinos zafó del descenso frente a San Lorenzo, mientras él y su hermano festejaban, su padre se puso a llorar desconsoladamente y “mientras se secaba las lágrimas, le dedicaba la victoria a sus compañeros desaparecidos” .

Durante su niñez, Jorge Ferraresi alternaba las noches junto a su padre entre las veladas de tango en el bar “Caño 14” y las peleas de Nicolino Locche en el Luna Park. “Si había un cantor de tango que no le gustaba, pero se enteraba que era peronista, pasaba a ser el mejor del mundo”, recuerda. Ese caminar al lado de Alfredo, hizo que el actual Intendente de Avellaneda sea testigo privilegiado de hechos históricos multitudinarios como el congreso de conformación de la CGT de los Argentinos, o íntimos como la reunión que sostuvieron el dirigente del gremio de gráficos, Raimundo Ongaro y Roberto Santucho, jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo, en la casa de los Ferraresi en Wilde. En esa misma vivienda, Alfredo alojó a varios militantes que habían pasado a la clandestinidad, escapando de la dictadura. Su hijo recuerda que, “mi abuelo tenía una piecita con dos camas, y en la cama de al lado mi viejo le metía un compañero que se quedaba por tres, cuatro o cinco días”. Con el retorno de la democracia, Jorge Ferraresi acudió con uno de esos compañeros que habían vivido en la casa de Wilde, a un acto del peronismo en la Federación de Box. Al llegar, el hombre de unos sesenta años se detiene frente a otro de la misma edad, se miran, se reconocen y terminan por fundirse en un abrazo entre las lágrimas de ambos. “Los dos pensaban que el otro estaba desaparecido”, explica Jorge, “ahí sentí que este es mi lugar”.

El 12 de junio de 1973 se realizó un homenaje al general Juan José Valle por el 27 aniversario de su fusilamiento. Alfredo y 30 compañeros más llegaron sosteniendo la bandera de Peronismo de Base, como siempre lo hacían, pero la agrupación Montoneros ya había copado el acto con miles de militantes. Entonces mandó a Jorge y su hermano a avanzar con la bandera hasta la primera fila porque, según él, ningún peronista iba a molestar a dos pibes de 12 y 13 años. Tenía razón, aunque Jorge sigue recordando el episodio como un sinsentido. Años más tarde, en la previa del paro a la dictadura de 1979, Alfredo le cuenta los planes que tenía a su hijo y le pide que colabore haciendo algo en su escuela. Jorge, la noche anterior, midió qué moneda entraba en la cerradura de la puerta de ingreso a la ENET de Lanús en la que estudiaba y al día siguiente la trabó impidiendo la entrada, por lo cual debieron suspender las clases.

Yo me di cuenta el último tiempo, la dimensión de mi viejo; para mí, mi viejo era mi viejo, como Di Pascuale era mi tío. No dejaba de ser un tipo común con el que íbamos a la playa, jugábamos a pelota o comíamos asado”, dice Jorge Ferraresi. Y recuerda que cuando él era secretario de obras públicas de la municipalidad de Avellaneda, “Néstor Kirchner, como presidente de la Nación, asiste a un acto para la inauguración de 50 viviendas en Villa Tranquila, y se acerca para decirme: ´ ¿Vos sos Ferraresi? Mandale un saludo grande a tu viejo, yo a tu viejo lo aprecio mucho´”.


El necio

Alfredo Ferraresi fue muchas cosas. Para quienes lo conocieron, su nombre evoca la prehistoria de una sonrisa. Para los que no, queda su búsqueda en las grandes causas por las que luchó y las pequeñas causas que supo disfrutar. Un lugar posible, entre tantos, donde iniciar esa búsqueda es el libro “Cien años de lucha sindical: del anarquismo al peronismo revolucionario” escrito por el propio Alfredo, en cuya presentación, el 29 de agosto de 2012, en la Biblioteca Nacional, a sus 80 años dijo: “todavía tengo un montón de amigos que creen en la revolución, estamos dispuestos a seguir. Total, más que matarnos no va a poder hacer. Hasta la victoria siempre!”.



*Estudiante de periodismo de la UNDAV con título "El otro Ferraresi".


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