Claudio Doce Gómez llegó a Cuba de Santander y allí contrae matrimonio a fines de 1912 con Teresa Sánchez Ávila, natural de Velasco. Luego del incendio de una tienda que tenía en Velasco llega a Mir (antigua Provincia de Oriente), donde cuenta con familiares y paisanos, estableciéndose en 1913 y abriendo un nuevo comercio conocido como La Casa Verde, también adquiere una finca y establece un negocio de embarque de frutas a través del próspero embarcadero de Mir.
Su situación económica era estable y piensa entonces en aumentar la familia. En 1914 nace el primogénito al que nombran Alfonso, un año después, en 1915 llega un segundo varón, bautizado con el nombre de Pablo, al que llaman cariñosamente Pillo, el año próximo 1916 le nace la tercera y última descendiente de esta unión que es nombrada Lidia Esther "La nena" como la llamaban, el nacimiento de Lidia Doce, había ocurrió el 27 de agosto de 1916. La felicidad de la familia se interrumpió dos años después. Su padre fue víctima de un atentado realizado por uno de sus socios en los negocios y muere. Cuatro años después, su esposa, se casa nuevamente y decide mudarse para San Germán. Los hijos de Claudio Doce permanecen en Mir al cuidado de sus tíos paternos Justa y Vicente González, dueños del Hotel El Rif.
La vida de los niños transcurrió en un ambiente tranquilo y acogedor rodeada del cariño de sus tíos, principalmente Lidia, que con su carácter dulce se ganaba el cariño de todos de los que por una o por otra entraban en contacto con la familia Gonzáles Doce, Cuando se instaura en Mir la primera escuela pública va a trabajar en la misma Ángela Back. Lidia sólo pudo alcanzar el 5to grado de la instrucción elemental pero en este período se desbordó toda la vitalidad y participa activamente en todos los actos programados por el colegio.
A Lidia que le encantaba cantar, bailar y la actuación, participaba en excursiones al aire libre, montaba a caballo como una experta, le jugaba bromas a sus compañeros de la escuela, la niña crecía y su educación continuó bajo la dirección de su tía y de otra maestra que veía en el hotel de la familia nombrada Toñita Torres. Aprendió costura, labores de aguja, todo aquello que la prepararía para ser una buena esposa y ama de casa, como era la costumbre de la época y Lidia lo hizo bien bien, pero su carácter indómito se rebelaba contra las costumbres y prefería otras corretear por los alrededores, reunirse con las amigas, improvisar veladas artísticas, donde sobresalía por su alegría y dinamismo y por su belleza que ya prometía desde su adolescencia ser extraordinaria, como le gustaba cantar y la hacía bien, siempre había música a su alrededor, le gustaba escuchar una canción en específico cantada por uno de sus amigos que siempre la complacía, dicha melodía era La Espina y la Rosa y ella cantaba su vez un tango de la época Adiós Muchachos.
Cultivó Lidia en esta época buenas y estrechas amistades. Ya en la adolescencia tardía comienza a pasar largas temporadas con su madre y medias hermanas en San Germán, pero siempre retornaba a Mir, donde estaba todo aquello que constituiría sus raíces y las más dulces y alegres recuerdos de la niñez. A los 17 años tocó a su puerta el amor violento y arrollador de la primera juventud, en la persona de Orestes Parra, con el quien se casa y va a vivir definitivamente a San Germán, donde su esposo tenía trabajo, es entonces cuando Lidia Esther abandona su patria chica, para iniciar una nueva etapa de su vida; años después cuando la patria llama a sus mejores hijos, así allí estaba Lidia, haciendo realidad sus sueños infantiles de mambisa, llevada de la mano de su primera maestra.
Lucha guerrillera
Desde el cuartelazo del 10 de marzo de 1952, Lidia Doce manifestó su rebeldía contra la Tiranía Batistiana. Al conocer que su hijo se había sumado a la lucha guerrillera, decidió escoger ese mismo camino. Al producirse el desembarco del Yate Granma ya Lidia es una mujer madura y responsable y decide sumarse al Ejército Rebelde al igual que su hijo Efraín, lo que logra en San Pablo de Yao.
Partió a San Pablo de Yao, en la tierra oriental, allí la encontró el comandante Ernesto Che Guevara en 1957. Sobre este hecho, escribió el Guerrillero Heroico: "Conocí a Lidia apenas a unos seis meses de iniciada la gesta revolucionaria. Estaba recién estrenado como comandante de la cuarta columna y bajábamos, en una incursión relámpago, a buscar víveres al pueblecito de San Pablo de Yao, cerca de Bayamo en las estribaciones de la Sierra Maestra. Una de las primeras casas de la población pertenecía a una familia de panaderos. Lidia, mujer de unos cuarenta y cinco años, era uno de los dueños de la panadería. Desde el primer momento ella, cuyo único hijo había pertenecido a nuestra columna, se unió entusiastamente y con una devoción ejemplar a los trabajos de La Revolución."
A decir del Che, Lidia desde el primer momento que se unió a los trabajos de la revolución lo hizo entusiastamente y con una devoción particular, su audacia sin límite hacía que los otros mensajeros eludieron su compañía. Lidia llevó y trajo de la sierra los más importantes mensajes, cumplió las más arriesgadas misiones entre el llano y las montañas, condujo ejemplares del periódico guerrillero El Cubano Libre, medicinas y todo cuanto se le ordenó transportar.
Al trasladarse el Che y su columna a Vegas de Jibacoa, Lidia que se encontraba bajo sus órdenes es designada jefe de su campamento auxiliar que contaba con 40 guerrilleros, su actitud firme y serena provocó cierto resquemor entre los hombres no acostumbrados a estar bajo órdenes de una mujer.
Cuando el Che comienza la invasión apenas llegado a Las Villas se puso en contacto con él, pues debía ser ella el principal enlace suyo con La Habana y la Comandancia General. Pero Lidia no pudo realizar dicha misión por ser capturada en la Capital cumpliendo una misión junto a su compañera de lucha Clodomira Acosta Ferral.
El día 11 de septiembre fue ejecutado un confidente de los cuerpos policíacos en Regla, este hecho desató una gran represión en toda la Capital. Uno de los detenidos no pudo aguantar el interrogatorio al que fue sometidos y delató el paradero de los compañeros que ejecutaron el atentado.
Recientemente habían llegado a La Habana dos mensajeras de la Sierra, primero Lidia Doce Sánchez y después, el 9 de septiembre, Clodomira Acosta Ferrales. Ambas se hospedaron en la casa de un combatiente clandestino que producto de la delación fue asaltada por la policía a altas horas de la noche. Después de golpearlos brutalmente fueron acribillados a balazos Alberto Álvarez de 21 años de edad; Leonardo Valdés de 23; Onelio Dampiel de 22 años y Reynaldo Cruz, 20 años. Lidia y Clodomira se abalanzaron sobre los asesinos, siendo arrastradas fuera del edificio y posteriormente llevadas a la 11na Estación de Policía.
En declaración del cabo Caro en el juicio que se le siguió y antes de ser ejecutado, dio detalles sobre la muerte de Lidia y Clodomira: "(...) del reparto Juanelo fueron conducidas a la 11na. Estación (...) el día 13 Ventura las mandó a buscar conmigo y las trasladé a la 9na. Estación, al bajarlas al sótano que hay allí, Ariel Lima las empujó y Lydia cayó de bruces, casi no podía levantarse, y entonces él le dio un palo por la cabeza saltándoseles casi los ojos al darse contra el contén (...) La más vieja, Lidia, ya no hablaba, solo se quejaba. Estaba muy mal, toda desmadejada."
El 14 por la noche Laurent llamó a Ventura y le preguntó si ya habían hablado y este le dijo:"Los animales estos le han pegado tanto para que hablaran que la mayor está sin conocimiento y la más joven tiene la boca hinchada y rota por los golpes, solo se le entienden malas palabras. Laurent terminó solicitando que se las enviara y Ventura se las mandó conmigo prestadas pues eran sus prisioneras, fuimos en el carro de leche."
Muerte
Después de fracasar Laurent en sus torturas sin lograr sacarles una palabra, en la madrugada del 15, ya moribundas las metieron en una lancha, en La Puntilla, al fondo del Castillo de la Chorrera y en sacos llenos de piedras las hundían en el agua y las sacaban, hasta que al no obtener tampoco resultado alguno, las dejaron caer en el mar donde desaparecieron sus cadáveres el 17 de septiembre de 1957.
Al referirse a ellas, Fidel dijo: "Mujeres heroicas. Clodomira era una joven humilde, de una inteligencia y una valentía a toda prueba, junto con Lidia torturada y asesinada pero sin que revelaran un solo secreto ni dijeran una sola palabra al enemigo."
El Comandante Guevara las recordó así: "Sus cuerpos han desaparecido, están durmiendo su último sueño Lydia y Clodomira, sin duda juntas, como juntas lucharon en los últimos días de la gran batalla por la libertad. (...) Dentro del Ejército Rebelde, entre los que pelearon y se sacrificaron en aquellos días angustiosos, vivirá eternamente la memoria de las mujeres que hacían posible con su riesgo cotidiano las comunicaciones por toda la Isla y entre todas ellas, para nosotros, para los que estuvimos en el frente número uno y personalmente para mi, Lidia ocupa un lugar de preferencia."
Lidia Doce permanece en la memoria del pueblo cubano como una de sus más valerosas, heroicas y dignas hijas. Su casa es hoy en día un museo.
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