Nació en Paysandú, ciudad de la Banda Oriental. A los 19 años se incorporó a la milicia de Entre Ríos como miembro de la escolta personal de Urquiza. En 1843 participa en Arroyo Grande bajo las órdenes de Oribe. En 1847 participa en Vences, uniendo suerte, definitivamente, a la de Urquiza, del que confía que es el gran caudillo nacional. Participa en Caseros (1852), y alcanza el grado de sargento mayor de caballería.
En 1858 fue diputado por Paraná al Congreso de la Confederación. En 1859 su actitud fue brillante en la batalla de Cepeda, dirigiendo a las tropas de la Confederación, puso en fuga a la caballería de Mitre. Amargamente, dos años después, sufrió la orden de retirada por parte de Urquiza, dejándole el campo libre a Mitre, para que se aproveche del inmerecido triunfo de Pavón, lo que le abre al inepto militar porteño las puertas del poder nacional (1862). En 1864, con amplio apoyo, López Jordán disputa la gobernación de su provincia, pero Urquiza lo veta e instala a un candidato títere. Urquiza, de otrora caudillo federa, ya es un empresario. A ello se debe la traición de Pavón, como las posteriores sucesivas deslealtades al Chacho Peñaloza y a Felipe Varela. Los deja a merced del mitrismo. En 1865 actúa igual, arteramente, con Solano López.
López Jordán nunca transigió con las agresivas y nefastas políticas porteñas: guerreaba o se refugiaba en Uruguay o Brasil. En esas ocasiones tuvo siempre a un militante de la causa federal provinciana, que lo asesoraba: José Hernández.
Su lealtad a Urquiza era ya insostenible para 1870. El 11 de abril de este último año estalla en Entre Ríos la revolución liderada por López Jordán, contra el predominio trasnochado de Urquiza.
Una partida de jordanistas, al mando de Simón Luengo, ingresó al Palacio San José y dio muerte a Urquiza. Los partidarios de Urquiza siempre culparon a López Jordán, pero los jefes que lo apoyaron aseguran que no hubo orden de ajusticiarlo que esa decisión la tomó por sí el chachista Luengo. La legislatura entrerriana se reunió para designar nuevo gobernador, y López Jordán ganó por unanimidad. Asumió y condenó el hecho, pero no logró frenar la intervención federal del presidente Sarmiento.
La armada y ejército nacionales invaden los puertos provinciales y los fusiles Remington y ametralladoras Krupp (prusianas) avanzaron, pero se encontraron con dificultades para derrotar al auténtico federalismo que pervivía en la Nación. El único apoyo que Jordán conseguía era el brasileño -aunque el “riograndense”-, pero esto deslegitimaba sus banderas nacionales. Finalmente, sería derrotado en Ñaembé, en enero de 1871.
En 1876 vuelve a invadir a Entre Ríos, pero es derrotado nuevamente y, esta vez, es detenido. Logra fugar de la cárcel, en 1878, y otra vez marcha hacia Uruguay. Recién en 1888, el gobierno de Miguel Juárez Celman decreta una amplia amnistía que le permite regresar a la patria. Pero el 22 de junio de 1889, cuando iba a tramitar su reingreso al Ejército, es asesinado en la calle Esmeralda, entre Lavalle y Tucumán, por Aurelio Casas, hijo de Zenón Casas, a quien López Jordán habría hecho degollar en 1873.
De esta manera desaparece el último de los caudillos federales y montoneros, probablemente uno de los más lúcidos. Autor de ésta proclama: “Después de aquella aurora del 25 de Mayo de 1810, principió a levantar la cabeza una oligarquía tiránica. Era el sistema unitario en su más refinado espíritu de absolutismo […]. Dominadas las provincias por el perjuro unitarismo, Buenos Aires ha jugado el triste rol de vampiro y la piedra del escándalo de sus hermanas […]. Con el mismo fin, cerró los ríos a la navegación, no quedando habilitado sino el Buenos Aires […]. La nación, presa de groseras insidias y demoras, continuaba convertida en un miserable rebaño con un lobo insaciable por pastor […] Las provincias creyeron que su situación iba a cambiar un año después de vencido el unitarismo en Rosas, cuando todas, en paz y libertad, juraron solemnemente la sabia Constitución de 1853”.
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