La llave de la esperanza
La isla de Cuba fue considerada históricamente como la “llave” de acceso al Caribe, pero el bravo pueblo cubano junto a Fidel y el Che han demostrado a la humanidad que es mucho más que eso. Con su firmeza permanente son una muestra cabal de que un proyecto humanista de realidad es posible.
Ninguna sociedad es perfecta, pero toda sociedad es perfectible, y en la dinámica de la vida es necesario mejorar y corregir errores. Hay avances y retrocesos, y debemos hacer un balance de ese caminar.
Lo que ocurre en Cuba siempre tiene un fuerte impacto en el mundo, es como si estuviera en la mira de todos, y cada uno realizara su dictamen de diversas formas. Gracias a los grandes medios de comunicación, en manos de corporaciones que han matado la libertad de prensa para imponer la libertad de empresa, todos saben hablar de Cuba, pero no todos saben (o quieren) hablar de sus propios países. Siempre están los que dicen cómo debe ser el sistema económico y político cubano para que haya menos pobreza, pero nada dicen sobre las agresiones que sufre durante más de 50 años por el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, inmoral e inéditamente inhumano que viola los derechos humanos y la soberanía del pueblo cubano.
Nadie muere en Cuba de hambre, todos tienen sus necesidades básicas cubiertas. Hay pobreza, pero no miseria. La pobreza se puede vivir con dignidad, la miseria es la degradación humana. Y si hay pobreza no es por un problema de la Revolución, sino por el odio de quienes no perdonan esa Revolución. El daño económico ocasionado por Estados Unidos al pueblo cubano mediante la aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero, asciende a más de 750 mil millones de dólares. En definitiva, a pesar de lo avanzado, hoy el bloqueo continúa atacando el derecho del pueblo cubano a la salud y la alimentación, a la educación, al deporte y la cultura… a su desarrollo humano.
Desde hace décadas este bloqueo ha dejado de ser un problema entre dos países, para convertirse en un problema de todos los pueblos del mundo con Estados Unidos, porque ataca nuestro derecho a la autodeterminación. Esto quedó bien claro el 27 de octubre de 2015, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por vigésimo cuarta vez consecutiva, la resolución titulada “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”, por 191 votos a favor, sólo 2 en contra (Estados Unidos e Israel) y ninguna abstención.
El bloqueo no sólo es una flagrante violación del derecho internacional, sino que ni siquiera se puede decir que es una política legitimada en Estados Unidos como país, porque la posición de los estadounidenses es cada día mayor en contra del bloqueo. No sólo de miembros y funcionarios demócratas y republicanos, sino también de medios de comunicación como The New York Times y Bloomberg, y la sociedad civil, que confirma en todas las encuestas un respaldo cercano al 70% a favor de eliminar esta política.
Cuba resistió con la política de la vida y la esperanza hasta que le torció el brazo al eje Estados Unidos-Israel, quienes en 2016 se quedaron sin argumentos para defender su propia política de bloqueo y se abstuvieron en la aprobación de esa misma resolución, en un hecho inédito para la diplomacia internacional.
Y aún a pesar de este bloqueo externo aún vigentes, el hermano y revolucionario pueblo cubano se ha erigido como uno de los más férreos defensores de la Declaración de los Derechos Humanos por garantizar, de manera ejemplar, índices de mortalidad infantil “0”, la eliminación del analfabetismo, la prestación de servicios de salud y educación gratuitos y de calidad para toda la población, al punto de convertirse en una referencia mundial en ambas materias. Ejemplos destacados de esto han sido los programas “Yo si puedo”, la “Operación milagro” y el programa de formación internacional de la Escuela de Medicina de Cuba, los cuales postulé para el Premio Nobel de la Paz en algunas oportunidades.
Los hechos son concretos y pueden verificarse en las estadísticas de cualquier organismo internacional. Nadie puede negar los grandes avances y aprendizajes que logró la revolución cubana en educación y salud. Cuba es un ejemplo de lo que puede la voluntad de un pueblo.
En este sentido, también hay que resaltar que el hermano y valiente pueblo cubano ha sido uno de las más férreos defensores de la Carta de las Naciones Unidas y el derecho de los pueblos en el mundo desde el triunfo de la Revolución en el año 1959. Muchos ejemplos se pueden dar, pero la prueba más reciente contundente de este compromiso fue el reconocimiento que los 33 países latinoamericanos y del Caribe le hicieron en el año 2014, cuando designaron a Cuba para que los presida y represente por un año en la Cumbre de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), oportunidad en la que todos los países de la CELAC firmaron en La Habana una declaración histórica que definió a América Latina y el Caribe como Zona de Paz, dándole un mensaje al mundo de que es posible el respeto y cuidado mutuo entre los pueblos.
Se trata de la misma confianza que depositó el Papa Francisco, el Papa Nuestramericano, cuando viajó a la isla en 2015 y dijo que “Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor extraordinario como ‘llave’ entre el norte y el sur, entre el este y el oeste. Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí”. Y así volvió a ser. Con ayuda de Francisco, Cuba y Estados Unidos reiniciaron relaciones diplomáticas poniendo fin a la Guerra Fría; y luego fue punto de encuentro milenario entre oriente y occidente en pleno conflicto militar en Ucrania, cuando en 2016 el Papa Francisco, se reunió con el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kirill, primer y único encuentro entre los líderes de dos de las principales ramas del cristianismo desde que ambas se separaron en el año 1054.
Estas cosas no suceden por casualidad. Mucha razón tenía Fidel cuando dijo que “la experiencia de años de calumnias caídas sobre Cuba como lluvias torrenciales nos ha enseñado a confiar en el instinto y la inteligencia de los pueblos”. Fidel, mi amigo, con su testimonio de vida revolucionaria fue construyendo nuevos paradigmas de sociedad junto al pueblo cubano y Nuestra América. Fue sembrando en las conciencias y voluntades de los pueblos caminos de liberación colectivos, con la seguridad de que otro mundo es posible.
Ser valiente y enfrentar a la principal potencia militar y económica del mundo no es gratuito. Comandar un pueblo hacia la independencia, la soberanía y la solidaridad internacional tampoco. El imperio intentó una y otra vez callar su palabra, sus ideas, sus gritos de libertad, su vida. Pero fracasó y tuvo que beber su derrota. No pudo con Fidel y el pueblo cubano porque la libertad, la dignidad y el espíritu revolucionario no se compra ni se vende. Fidel, a través de su vida tuvo sus tropezones pero siempre se levantó y siguió la lucha por su pueblo, y por una América y una humanidad libre y dueña de sus destinos. Y lo hizo porque no estaba sólo, tenía el acompañamiento de los pueblos hermanos y otros líderes hermanos como el Che, Camilo, Raúl, Allende, Chávez, Mandela, Evo, Correa, Lula, los Kirchner, etc. Nunca olvidaré las movilizaciones a las que me invitó a celebrar el día del trabajador junto al calor del pueblo cubano, así como tampoco nuestras charlas hasta las tres de la mañana en las cuales no quedaba rincón del mundo por desatender.
El Apóstol Martí dijo que “los grandes creadores ven lo eterno en lo accidental; por lo que sus obras perduran”. La vida física es finita, pero Fidel siempre vivió como si fuera eterno y es ahí donde su pensamiento y testimonio de vida permanecen en la conciencia y vida de los pueblos. La voz de mi amigo Fidel resuena en el mundo y en las nuevas generaciones. El Evangelio nos enseña que “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver; ni peor sordo que aquel que no quiere oír”, y Cuba es el país que muchos no quieren ver ni oír. La Cuba de Martí y de Fidel ha desarrollado algo que falta en muchos países ricos: la cultura del respeto y la solidaridad. El Comandante lo dijo con mucha claridad: “practíquese verdaderamente el humanismo, con hechos y no con hipócritas consignas”, y así envió médicos y maestros a países que necesitaban superar el analfabetismo y problemas de salud, desarrollando programas de prevención y formación. Hoy miles de médicos y maestros comparten la vida con otros pueblos hermanos. Cuba no exporta armas, destrucción y muerte, sino educación, salud, dignidad y solidaridad entre los pueblos. Pocos países pueden decir lo mismo, y mostrar con hechos lo que el pueblo cubano ha conquistado con muchos esfuerzos y sacrificios. Cuba se ha ganado el respeto del mundo porque ha sabido honrar el principio martiano que reza: “Respetar es ya un derecho a vencer. Odiar es quitarse derechos”.
Defender la Cuba revolucionaria es, y siempre ha sido, defender el derecho a ser respetado como pueblo y a la solidaridad entre los pueblos. Porque todo pueblo tiene derecho a su soberanía y a decidir sus caminos. Y si resisten con dignidad y construyen nuevos paradigmas de vida, son invencibles. Podemos equivocarnos en algunas apreciaciones, pero no podemos equivocarnos en el camino que elegimos de asumir la solidaridad y la lucha por la libertad y la dignidad.
Hablar de mi amigo Fidel y mi hermano pueblo cubano no es hablar del pasado, es construir la memoria presente de Nuestra América para que el vivo, valeroso y amoroso ejemplo del pueblo cubano nos sirva de llave de la esperanza en nuestros caminos de lucha y unidad hacia un mundo más humano.
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Podés encontrar este y 61 testimonios más de Argentinos que conocieron al Comandante en el libro "Fidel Castro, en la memoria argentina".
La isla de Cuba fue considerada históricamente como la “llave” de acceso al Caribe, pero el bravo pueblo cubano junto a Fidel y el Che han demostrado a la humanidad que es mucho más que eso. Con su firmeza permanente son una muestra cabal de que un proyecto humanista de realidad es posible. Ninguna sociedad es perfecta, pero toda sociedad es perfectible, y en la dinámica de la vida es necesario mejorar y corregir errores. Hay avances y retrocesos, y debemos hacer un balance de ese caminar. Lo que ocurre en Cuba siempre tiene un fuerte impacto en el mundo, es como si estuviera en la mira de todos, y cada uno realizara su dictamen de diversas formas. Gracias a los grandes medios de comunicación, en manos de corporaciones que han matado la libertad de prensa para imponer la libertad de empresa, todos saben hablar de Cuba, pero no todos saben (o quieren) hablar de sus propios países. Siempre están los que dicen cómo debe ser el sistema económico y político cubano para que haya menos pobreza, pero nada dicen sobre las agresiones que sufre durante más de 50 años por el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, inmoral e inéditamente inhumano que viola los derechos humanos y la soberanía del pueblo cubano. Nadie muere en Cuba de hambre, todos tienen sus necesidades básicas cubiertas. Hay pobreza, pero no miseria. La pobreza se puede vivir con dignidad, la miseria es la degradación humana. Y si hay pobreza no es por un problema de la Revolución, sino por el odio de quienes no perdonan esa Revolución. El daño económico ocasionado por Estados Unidos al pueblo cubano mediante la aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero, asciende a más de 750 mil millones de dólares. En definitiva, a pesar de lo avanzado, hoy el bloqueo continúa atacando el derecho del pueblo cubano a la salud y la alimentación, a la educación, al deporte y la cultura… a su desarrollo humano. Desde hace décadas este bloqueo ha dejado de ser un problema entre dos países, para convertirse en un problema de todos los pueblos del mundo con Estados Unidos, porque ataca nuestro derecho a la autodeterminación. Esto quedó bien claro el 27 de octubre de 2015, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por vigésimo cuarta vez consecutiva, la resolución titulada “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”, por 191 votos a favor, sólo 2 en contra (Estados Unidos e Israel) y ninguna abstención. El bloqueo no sólo es una flagrante violación del derecho internacional, sino que ni siquiera se puede decir que es una política legitimada en Estados Unidos como país, porque la posición de los estadounidenses es cada día mayor en contra del bloqueo. No sólo de miembros y funcionarios demócratas y republicanos, sino también de medios de comunicación como The New York Times y Bloomberg, y la sociedad civil, que confirma en todas las encuestas un respaldo cercano al 70% a favor de eliminar esta política. Cuba resistió con la política de la vida y la esperanza hasta que le torció el brazo al eje Estados Unidos-Israel, quienes en 2016 se quedaron sin argumentos para defender su propia política de bloqueo y se abstuvieron en la aprobación de esa misma resolución, en un hecho inédito para la diplomacia internacional. Y aún a pesar de este bloqueo externo aún vigentes, el hermano y revolucionario pueblo cubano se ha erigido como uno de los más férreos defensores de la Declaración de los Derechos Humanos por garantizar, de manera ejemplar, índices de mortalidad infantil “0”, la eliminación del analfabetismo, la prestación de servicios de salud y educación gratuitos y de calidad para toda la población, al punto de convertirse en una referencia mundial en ambas materias. Ejemplos destacados de esto han sido los programas “Yo si puedo”, la “Operación milagro” y el programa de formación internacional de la Escuela de Medicina de Cuba, los cuales postulé para el Premio Nobel de la Paz en algunas oportunidades. Los hechos son concretos y pueden verificarse en las estadísticas de cualquier organismo internacional. Nadie puede negar los grandes avances y aprendizajes que logró la revolución cubana en educación y salud. Cuba es un ejemplo de lo que puede la voluntad de un pueblo. En este sentido, también hay que resaltar que el hermano y valiente pueblo cubano ha sido uno de las más férreos defensores de la Carta de las Naciones Unidas y el derecho de los pueblos en el mundo desde el triunfo de la Revolución en el año 1959. Muchos ejemplos se pueden dar, pero la prueba más reciente contundente de este compromiso fue el reconocimiento que los 33 países latinoamericanos y del Caribe le hicieron en el año 2014, cuando designaron a Cuba para que los presida y represente por un año en la Cumbre de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), oportunidad en la que todos los países de la CELAC firmaron en La Habana una declaración histórica que definió a América Latina y el Caribe como Zona de Paz, dándole un mensaje al mundo de que es posible el respeto y cuidado mutuo entre los pueblos. Se trata de la misma confianza que depositó el Papa Francisco, el Papa Nuestramericano, cuando viajó a la isla en 2015 y dijo que “Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor extraordinario como ‘llave’ entre el norte y el sur, entre el este y el oeste. Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí”. Y así volvió a ser. Con ayuda de Francisco, Cuba y Estados Unidos reiniciaron relaciones diplomáticas poniendo fin a la Guerra Fría; y luego fue punto de encuentro milenario entre oriente y occidente en pleno conflicto militar en Ucrania, cuando en 2016 el Papa Francisco, se reunió con el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kirill, primer y único encuentro entre los líderes de dos de las principales ramas del cristianismo desde que ambas se separaron en el año 1054. Estas cosas no suceden por casualidad. Mucha razón tenía Fidel cuando dijo que “la experiencia de años de calumnias caídas sobre Cuba como lluvias torrenciales nos ha enseñado a confiar en el instinto y la inteligencia de los pueblos”. Fidel, mi amigo, con su testimonio de vida revolucionaria fue construyendo nuevos paradigmas de sociedad junto al pueblo cubano y Nuestra América. Fue sembrando en las conciencias y voluntades de los pueblos caminos de liberación colectivos, con la seguridad de que otro mundo es posible. Ser valiente y enfrentar a la principal potencia militar y económica del mundo no es gratuito. Comandar un pueblo hacia la independencia, la soberanía y la solidaridad internacional tampoco. El imperio intentó una y otra vez callar su palabra, sus ideas, sus gritos de libertad, su vida. Pero fracasó y tuvo que beber su derrota. No pudo con Fidel y el pueblo cubano porque la libertad, la dignidad y el espíritu revolucionario no se compra ni se vende. Fidel, a través de su vida tuvo sus tropezones pero siempre se levantó y siguió la lucha por su pueblo, y por una América y una humanidad libre y dueña de sus destinos. Y lo hizo porque no estaba sólo, tenía el acompañamiento de los pueblos hermanos y otros líderes hermanos como el Che, Camilo, Raúl, Allende, Chávez, Mandela, Evo, Correa, Lula, los Kirchner, etc. Nunca olvidaré las movilizaciones a las que me invitó a celebrar el día del trabajador junto al calor del pueblo cubano, así como tampoco nuestras charlas hasta las tres de la mañana en las cuales no quedaba rincón del mundo por desatender. El Apóstol Martí dijo que “los grandes creadores ven lo eterno en lo accidental; por lo que sus obras perduran”. La vida física es finita, pero Fidel siempre vivió como si fuera eterno y es ahí donde su pensamiento y testimonio de vida permanecen en la conciencia y vida de los pueblos. La voz de mi amigo Fidel resuena en el mundo y en las nuevas generaciones. El Evangelio nos enseña que “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver; ni peor sordo que aquel que no quiere oír”, y Cuba es el país que muchos no quieren ver ni oír. La Cuba de Martí y de Fidel ha desarrollado algo que falta en muchos países ricos: la cultura del respeto y la solidaridad. El Comandante lo dijo con mucha claridad: “practíquese verdaderamente el humanismo, con hechos y no con hipócritas consignas”, y así envió médicos y maestros a países que necesitaban superar el analfabetismo y problemas de salud, desarrollando programas de prevención y formación. Hoy miles de médicos y maestros comparten la vida con otros pueblos hermanos. Cuba no exporta armas, destrucción y muerte, sino educación, salud, dignidad y solidaridad entre los pueblos. Pocos países pueden decir lo mismo, y mostrar con hechos lo que el pueblo cubano ha conquistado con muchos esfuerzos y sacrificios. Cuba se ha ganado el respeto del mundo porque ha sabido honrar el principio martiano que reza: “Respetar es ya un derecho a vencer. Odiar es quitarse derechos”. Defender la Cuba revolucionaria es, y siempre ha sido, defender el derecho a ser respetado como pueblo y a la solidaridad entre los pueblos. Porque todo pueblo tiene derecho a su soberanía y a decidir sus caminos. Y si resisten con dignidad y construyen nuevos paradigmas de vida, son invencibles. Podemos equivocarnos en algunas apreciaciones, pero no podemos equivocarnos en el camino que elegimos de asumir la solidaridad y la lucha por la libertad y la dignidad. Hablar de mi amigo Fidel y mi hermano pueblo cubano no es hablar del pasado, es construir la memoria presente de Nuestra América para que el vivo, valeroso y amoroso ejemplo del pueblo cubano nos sirva de llave de la esperanza en nuestros caminos de lucha y unidad hacia un mundo más humano. |
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