¡Silencio! Osvaldo está en el piano Recordar nuevamente a Osvaldo Pugliese al cumplirse un año más de su nacimiento me llevó a mezclarme con “los fantasmas” que evoca Hamlet Lima Quintana en su trabajo biográfico Osvaldo Pugliese de 1989 y que rodeaban la habitación del comedor diario ubicado en el octavo piso del edificio de Avenida Corrientes al 3700 donde vivían Osvaldo y Lidia. Y a los fantasmas amigos y compinches de Osvaldo Pugliese, sumé los propios. En 1964, durante un periodo de intensa militancia en el movimiento cooperativo de crédito y en mi carácter de Gerente de la Cooperativa de Créditos de Wilde contraté a la orquesta de don Osvaldo para que actuara en un evento societario. El mismo se realizó en el Wilde Sporting Club y centenares de socios disfrutaron de ese conjunto orquestal en plena evolución. Numerosos escritores, algunos especialistas en la historia de la música popular urbana han descrito la trayectoria del “chicharra” de Villa Crespo, desde sus inicios. Destaco los trabajos de Arturo Marcos Lozza, Hamlet Lima Quintana, Jorge Gottling, Eduardo Rafael e Irene Amuchástegui en el número 2 de la carpeta Tango de Colección dedicada a Osvaldo Pugliese. También su hija Lucela Delma Pugliese (Beba) testimonia extensamente sobre la vida del maestro. Los comienzos Osvaldo Pugliese nació un 2 de Diciembre de 1905 en la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Villa Crespo en la casa de la calle Canning 392 (hoy Scalabrini Ortiz). Su padre era cortador de calzado y “además era músico, flautista (…)” y su madre, según las palabras del propio Pugliese “era también una mujer de laburo, era obrera textil”. Osvaldo tuvo su debut profesional como pianista, a los 14 años en el café La Chancha y a los 19 años compuso un tango de vanguardia Recuerdo. Osvaldo Pugliese se entreveraba con los principales protagonistas de la música popular y acompañaba y contribuía con su participación como pianista a las nuevas formaciones orquestales –el sexteto típico- incorporándose al nuevo sexteto formado por Pedro Maffia y Alfredo Franco (bandoneones), Elvino Vardaro y Emilio Puglisi (violines), Osvaldo Pugliese (piano) y Francisco De Lorenzo (contrabajo). El mismo Pugliese sintetizó, en el diálogo con Arturo Marcos Lozza las influencias recibidas y los méritos de los músicos de la década de 1920: “—Yo tenía influencias de Cobián, de Agustín Bardi. Y también de Julio De Caro porque él fue la cabeza de los cambios que se fueron produciendo, tanto en la composición como en la interpretación. Julio De Caro era la máxima expresión del cambio que se iba produciendo: lo sintetizó en ese sexteto que actuaba en el Select Lavalle, que tuvo una extraordinaria aceptación del público. Alrededor de él estuvieron Pedro Maffia y Pedro Laurenz. Y hay que tener en cuenta que con ambos trabajé yo. Desde el punto de vista musical, técnico y artístico, Julio De Caro, Pedro Maffia y Pedro Laurenz son principales protagonistas de un momento nuevo en el tango, se produce con ellos el arreglo en la manera de interpretar el tango. Los arregladores, los orquestadores y el estudio ocupan un lugar que antes tenían los improvisadores. Posiblemente hayan sido muchos los que estaban en la corriente de hacer avanzar musicalmente al tango, pero el mejor sintetizador de esa aspiración fue el sexteto de Julio De Caro.” (Lozza, p.53) La crisis del 30 y su incursión en la política La crisis del 30 fue acompañada en la Argentina por un golpe militar que derrocó al segundo gobierno del Presidente Hipólito Yrigoyen. “Cuando escuchamos que venían las tropas de Campo de Mayo fuimos a verlas con los muchachos, y vimos pasar a los soldados armados y también lo vimos al general Uriburu.” Le comenta Osvaldo a Lima Quintana. Y continúa: “Yo no sabía un carajo de política, pero un día volvía a mi casa, donde mi viejo tenía entonces un negocio de música, y me encuentro a mi hermano Alberto discutiendo con el viejo. Mi hermano estaba de acuerdo con el golpe contra el gobierno, pero escuché al viejo que dijo: --La gran puta, en esta casa, si se habla de política, sólo se habla de Yrigoyen. “Hasta entonces, yo nunca me había metido en política”. En 1936 participó de la fundación del Sindicato de Músicos y se afilió al Partido Comunista. “Yo ingresé al partido como consecuencia de la lectura del Diario Crítica sobre las noticias de la Guerra Civil Española. Eso me impresionaba, me conmovía mucho. A raíz de estas informaciones entonces fui al Sindicato de Músicos y hablé con uno de los dirigentes, J.J. Pérez Ruiz, y le dije:-Decime che, ¿cómo se maneja esto del Partido Comunista? ¿Hay alguno aquí?...Y me llevó a otra habitación donde estaba Orestes Castronuovo (…) Y así fue que me afilié junto a otro compañero violinista, Enrique Cantore, que en paz descanse, porque murió , desgraciadamente, como casi todos los amigos viejos que se fueron yendo.”” Después de diez años de noviazgo, Osvaldo se casó con María Concepción Florio el 15 de febrero de 1936. De ese matrimonio, nació el 10 de noviembre de 1936 Lucela Delma “Beba” Pugliese. La primera orquesta La primera orquesta propia data de 1939. Su hija Beba relata los avatares de fines de la década del 30. “Mientras continuaban las luchas por las reivindicaciones, papá tenía muy poco o nada de trabajo. En 1938 formó una orquesta para trabajar en fiestas, en algún local de poca monta, *piringundín*, como él los llamaba- y realizaban actuaciones ocasionales. La realidad era que no tenía trabajo estable. Aunque ya era conocido por su actividad gremial y partidaria.” “En 1939 organizó la orquesta, que el 11 de agosto debutó en el café *El Nacional*” de la calle Corrientes y Carlos Pellegrini. La orquesta inicial estaba formada por Enrique Alessi, Osvaldo Ruggiero y Luis Bonnat en bandoneones, Enrique Camerano, Julio Carrasco y Jaime Tursky en los violines; Aniceto Rossi al contrabajo, Osvaldo Pugliese en el piano y Amadeo Mandarino era el cantor. “El maestro comenzaba su viaje hacia el corazón de los tangueros, en los cuales quedaría instalado para siempre por la categoría de sus músicos, por los arreglos y orquestaciones, sus cantores y un afán de progreso que no decayó jamás, aunque fueran cambiando los integrantes de la orquesta. Además, por sus convicciones políticas que jamás abandonaría, por su línea de conducta, sufrió prohibiciones y cárceles, que no lograron el objetivo perseguido” Osvaldo rememoró: “Salí de la cárcel cinco días antes del debut. Comenzamos con la orquesta en agosto del 39 y seguimos durante un año y pico. A partir de ahí empezaron las actuaciones por radio, los clubs… Además de a los integrantes de la orquesta, suavance debo agradecérselo a la zona más proletaria de todos los barrios, a Avellaneda”. En el 39’ Pugliese tuvo un admirador de excepción: Astor Piazzolla. “A los 18 años, cuando yo estaba con Troilo, en los intervalos me hacía una escapada al Moulin Rouge porque ahí tocaba Pugliese y el ritmo de su orquesta me volvía loco. A Osvaldo uno lo valora toda la vida…Además hay que rescatar sus inquietudes, su evolución, aún dentro del tradicionalismo: no se quedó para nada. (…) Cuando tocamos con Pugliese en Holanda, yo hice un arreglo de cuerdas para Adiós Nonino y Osvaldo parecía un despistado, no embocaba una. Y yo quise tocar “La Yumba” a la manera de él y tampoco pude. Está escrito que nuestros caminos deben ir por separado”. Según Jorge Gottling, en 1968 el viejo tronco sufrió el desgarramiento de su rama principal. Las cosas venían mal. La modernidad, hippies, rock and roll, minifaldas, parecían alejar a la juventud de un estilo de vida que se había hecho en tango. Raleaba el trabajo y la salud no siempre acompañaba al viejo maestro. “Obligado por la necesidad, Pugliese reestructuró su orquesta , aunque no fue fácil la adaptación. No quedaban bailarines y el tango transitaba por sendas musicales que lo alejaban cada vez del estilo milonguero Escribe H.Lima Quintana (op.cit. p.61): Entre café y té, Lidia (Elman) continúa: “Lo que más dolía era que cuanto más perseguían a la orquesta, más se afianzaban las barras pugliesianas. Y eran barras tan populares, que iban en camiones, pero eran barras de bailarines, no patoteros ni provocadores, barras que llevaban vestimentas especiales, que inventaban pasos. Aún hoy hay gente que perteneció a esas barras que no van a desmentir esto. El baile cruzado, el vals cruzado, el tango cruzado, los inventaron los bailarines pugliesianos en las pistas de baile. Estaban por ejemplo, los de la *Barra de la Curita*, que se ponían una curita en la cara para diferenciarse de los otros, la *Barra de los Divito*, en la que los muchachos iban con los pantalones altos y las grandes solapas del saco y las chicas con las cinturas apretadas, las *Miss Pugliese*, la *Barra de las Negras*, es decir que había distintos grupos que seguían a la orquesta a todas partes, como las hinchadas de fútbol. Muchas veces, cuando lo encontramos a Sandro, lo ve a Osvaldo y le dice: “Ese, ese, ese, la barra de Pugliese”. Pugliese fue hostilizado y puesto en prisión por los gobiernos de turno. Su militancia gremial y su convicción política lo llevaron a prisión en muchas oportunidades y en muchas más impidieron la presentación de su orquesta en cafés, clubes, radio o televisión. Osvaldo se negó a rogar favores y defendió su derecho a trabajar. Sufrió prohibiciones para actuar en radio y televisión en los sesenta y parte de los setenta. Lidia Elman cuenta que “durante la tercera presidencia de Perón, prácticamente se levanta la prohibición para él. Pero a la muerte de Perón, vuelta a las andadas”. Lima Quintana afirma que “La intención de las prohibiciones, hecho que se vio con mayor claridad durante la luctuosa dictadura militar, además del directo problema económico, apuntaba a borrar al artista de la memoria popular como resultado de la ausencia. Al mismo tiempo que provocaba un profundo vacío generacional por falta de continuidad en el conocimiento”. Su aporte a la música popular de Buenos Aires Todos sus críticos coinciden en destacar la solidez de Pugliese como director y orquestador. Asimismo su labor como compositor es altamente perdurable y ha contribuido a la evolución del tango con composiciones como Recuerdo (1924), Adiós Bardi (1944), La Yumba (1946), Negracha(1948), Malandraca (1949), Corazoneando (1958), A los Artistas Plásticos (1964), Para Eduardo Arolas (1976). En 1985 en su libro Osvaldo Pugliese Al Colón, Arturo Marcos Lozza le pregunta “— Y ahora, con sus ochenta años de edad, ¿qué mensaje daría a la juventud, a los músicos nuevos, a los profesionales flamantes del tango?” Y el maestro le contesta: “— Dos cosas. Para los que se inician en la cosa política, que tengan presente la circunstancia del momento que se vive, que piensen que muchas veces hay que ser más político que músico, que hay que saber defenderse (o al menos intentarlo) de todas las tropelías, de las injusticias, de la reacción que combate a los que reclaman por sus derechos. Ese es un aspecto. Y bajo el punto de vista musical, digo que, con la misma constancia que me dediqué al estudio siempre, sigan los jóvenes el mismo camino, porque es el mejor camino para aprender, instruirse y aportar con sus creaciones. El músico que no haya adquirido instrucción, no tiene mucho campo. No puede tener un proyecto musical si no tiene una visión amplia y clara estudiando día a día. Y si se afilian al P.C. mucho mejor, porque la ideología de la revolución los llevará a ver el cielo oscuro con más claridad, y sabrán encontrar las estrellas, encontrar adónde está la verdad.” Hoy, a 114 años de su nacimiento quiero recordar mis encuentros fugaces con el maestro. Lo recuerdo en noviembre de 1992 en el Centro de obreros católicos de Avellaneda –en la calle French- en una cena organizada por una Comisión de homenaje que integraba mi gran amigo y militante comunista Dante Cid, quien me invitó al convite. Don Osvaldo llegó con su compañera Lidia. Al saludarlo “Hola maestro” me contestó: “maestro no. Soy un laburante del tango”. Por suerte conservo dos fotografías que adjunto a la presente nota. Mi vanidad me obliga a evocar otro encuentro con Osvaldo Pugliese, en mayo de 1989 durante la campaña presidencial en que fue electo Carlos Menem, Osvaldo Pugliese acompañado de su compañera Lidia y Hamlet Lima Quintana visitaron el Parque Los Derechos del Trabajador (Hoy Parque Sarmiento) de Villa Dominico, en el Partido de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Allí un compañero apodado el abrojito, por su admiración al famoso tango cantado por Alberto Morán en la orquesta de Osvaldo Pugliese el 24 de julio de 1945, fotografió ese encuentro inolvidable. Hamlet Lima Quintana recuerda el momento: “Y ahora vamos los tres, tomados del brazo caminando por el Parque Los Derechos del Trabajador, cuando se juegan los últimos días de la campaña proselitista correspondiente a la pasada elección presidencial. El parque está atestado de público y nosotros caminamos con otros compañeros, rodeados por los fantasmas amigos, por los que están descansando en paz, mientras la gente se acerca, lo saluda, lo besa, “el único maestro” dice alguien, un matrimonio joven le alcanza un niño en brazos para que lo bese. Osvaldo acaricia la cabeza de los chicos (…) Cierro este recuerdo-homenaje con el párrafo final de la nota de presentación de la Carpeta “Osvaldo Pugliese. 45 años con el tango” firmada por el gran poeta porteño Raúl González Tuñón: “Y al cumplir 45 años con el tango él está ahí, sigue ahí. Está en la luz de Buenos Aires, ya recelosa, ya confianzuda, vagamente esfumada o de una azul transparencia. Y la música sale al aire, a la calle, trepa los muros como una enredadera enamorada; vibra en el tablado de la gran milonga o las ondas la llevan a los baldíos, al puerto, a la orilla de las fábricas gastadas por la lluvia, o bajo el cartelito: Despacio, Escuela. Y allí donde hay una esquina, un árbol, un boliche, un buzón abandonado con cartas sin destinatario, un sueño perdido que pregunta por alguien, un patio, un balcón florido, la estrella caída en el charco, suben las graves notas o los rítmicos compases vivaces de los tangos eternos, viejos o nuevos; suben y bajan y se nos meten corazón adentro, allí donde se mezclan los dos sentimientos más puros del alma porteña, del alma argentina: la nostalgia y la esperanza. Y entonces alguien pide silencio. ¡Silencio! Osvaldo está en el piano. |
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