¿Qué es la Cultura del Asedio?
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El aceleracionismo se refiere a una estrategia violenta en la que se utiliza el terrorismo para acelerar el colapso social provocando reacciones de las autoridades y exacerbando las tensiones sociales existentes.



La cultura del asedio se inspira en el fascismo y el nacionalsocialismo. Los partidarios de la cultura del asedio tienen una visión del mundo antidemocrática, antiilustrada, racista y supremacista blanca. Creen que son arios, un grupo específico y superior en la cima de una jerarquía racial. Son hostiles hacia los no blancos, los no heterosexuales, los judíos y los gobiernos. La cultura del asedio incluye la idea de un sistema , que es una conspiración del gobierno, los judíos, los capitalistas y todas las demás fuerzas que actúan contra los intereses arios.

En Siege Culture, el fascismo se considera una verdad superior y un estado natural en el que los arios dominarán a todos los demás. Como resultado, los defensores de Siege Culture creen que cualquier suavización de su mensaje para aumentar su atractivo es imposible y que cualquier forma de política o compromiso es inherentemente defectuosa. Siege Culture critica a otros actores de derecha que son vistos como insuficientemente comprometidos, lo que resulta en una forma de elitismo y en la creencia de que representan una vanguardia revolucionaria con acceso a verdades especiales que otros no reconocen.

La cultura del asedio sostiene que las sociedades se encuentran en un estado de involución: un período de decadencia causado por la debilidad. El colapso final de la sociedad y la destrucción del sistema se consideran inevitables. El colapso es un precursor necesario del surgimiento del estado orgánico y el retorno a la jerarquía natural.

El aceleracionismo se refiere a una estrategia violenta en la que se utiliza el terrorismo para acelerar el colapso social provocando reacciones de las autoridades y exacerbando las tensiones sociales existentes. El término se ha asociado estrechamente con la cultura del asedio, hasta el punto de que los grupos inspirados en esta cultura suelen denominarse aceleracionistas.

Hoy, la extrema derecha gobierna en Eslovaquia, Hungría e Italia, mientras que ha creado alianzas para formar parte del ejecutivo en Finlandia y Suecia, entre otros. Además, existen grandes posibilidades de que en países como Bélgica, Austria y los Países Bajos, en poco tiempo comiencen a gobernar o cogobernar. Ni Hitler lo hubiera soñado.

Es válido recordar que casi desde el fin de la guerra, en tiempos de la bipolaridad los partidos políticos europeos establecieron acuerdos de gobernabilidad a fin de impedir que la extrema derecha, todavía presente tras el dominio nazi-fascista de Europa pudieran tener acceso al poder. No obstante, el fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética en la perspectiva del “fin de la historia” debilitaron esa opción, flexibilizaron los criterios para que, tácitamente, se diera una oportunidad al renacimiento de la ultra derecha y el fascismo.

Eso ha conducido, entre otras cosas, a que las fuerzas tradicionales de la derecha hayan recurrido a alianzas con los sectores extremistas para alcanzar el poder y desplazar a la derecha socialdemócrata y socialista, que paradójicamente han “contratado” a algunos partidos comunistas y de izquierda para que les sirvan como “furgón de cola” en sus ambiciones gubernamentales. Es la constatación más evidente del desplazamiento del espectro político europeo y occidental hacia la extrema derecha en un proceso de “israelización” de la política.

Lejos de influir para generar gobernabilidad democrática y mejoría en las condiciones de vida de los ciudadanos, la extrema derecha ha intervenido en los sectores conservadores tradicionales y hasta en la izquierda, para que sus propuestas hayan sido asumidas por toda la gama de la política, transformando dichos preceptos en línea de acción de la Unión Europea que avanza hacia el desmantelamiento del estado de bienestar de la posguerra, depauperizando a importantes sectores de la población y estableciendo políticas segregacionistas y de persecución de inmigrantes y minorías.

Esta situación es tan preocupante para Europa que la Oficina Europea de Policía (Europol) en su informe anual de 2022 señaló que siendo que sus mayores preocupaciones son el terrorismo, el yihadismo y el extremismo violento de la ultraderecha, una de las mayores amenazas que se deberá enfrentar, es la de “los individuos o grupos con ideologías radicales y ultraconservadoras”.

De acuerdo con esta agencia de seguridad, “las dos ideologías más comunes de los movimientos de ultraderecha en la Unión Europea son el aceleracionismo, teoría que plantea la expansión radical del capitalismo para generar cambios sociales, y la `Siege Culture', un movimiento vinculado a células neonazis que promueve la guerra racial y el supremacismo blanco” que atraen en mayor medida a jóvenes radicalizados “en la vida real o que se radicalizan en internet”.

Este informe y las políticas que de él se derivan, dan cuenta de que, al igual que hace un siglo, no se comprende o no se quiere comprender que este es un problema político que tiene su origen en la sociedad capitalista, explotadora y marginadora de importantes sectores de la sociedad, sino que se concibe como un problema policial, de seguridad, que debe ser combatido a través de la fuerza para eliminar a posibles amenazas procedentes de la “selva mundial”, sobre todo la que proviene del sur global que atenta contra el normal desenvolvimiento de la vida en el “jardín europeo” según la particular definición del ”socialista” Josef Borrell, hasta hace poco Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

Lo cierto es que el capitalismo impidió que se pudiera exterminar de raíz el fascismo, le dio fuerza y oxígeno, lo dejó crecer y expandirse. Ahora. cuando aquellos que lo soportaron, están a punto de ser desplazados del poder, no deberían quejarse, sino asumir el desastre que crearon... aunque parece que es un poco tarde.





La cultura del asedio se inspira en el fascismo y el nacionalsocialismo. Los partidarios de la cultura del asedio tienen una visión del mundo antidemocrática, antiilustrada, racista y supremacista blanca. Creen que son arios, un grupo específico y superior en la cima de una jerarquía racial. Son hostiles hacia los no blancos, los no heterosexuales, los judíos y los gobiernos. La cultura del asedio incluye la idea de un sistema , que es una conspiración del gobierno, los judíos, los capitalistas y todas las demás fuerzas que actúan contra los intereses arios.

En Siege Culture, el fascismo se considera una verdad superior y un estado natural en el que los arios dominarán a todos los demás. Como resultado, los defensores de Siege Culture creen que cualquier suavización de su mensaje para aumentar su atractivo es imposible y que cualquier forma de política o compromiso es inherentemente defectuosa. Siege Culture critica a otros actores de derecha que son vistos como insuficientemente comprometidos, lo que resulta en una forma de elitismo y en la creencia de que representan una vanguardia revolucionaria con acceso a verdades especiales que otros no reconocen.

La cultura del asedio sostiene que las sociedades se encuentran en un estado de involución: un período de decadencia causado por la debilidad. El colapso final de la sociedad y la destrucción del sistema se consideran inevitables. El colapso es un precursor necesario del surgimiento del estado orgánico y el retorno a la jerarquía natural.

El aceleracionismo se refiere a una estrategia violenta en la que se utiliza el terrorismo para acelerar el colapso social provocando reacciones de las autoridades y exacerbando las tensiones sociales existentes. El término se ha asociado estrechamente con la cultura del asedio, hasta el punto de que los grupos inspirados en esta cultura suelen denominarse aceleracionistas.

Hoy, la extrema derecha gobierna en Eslovaquia, Hungría e Italia, mientras que ha creado alianzas para formar parte del ejecutivo en Finlandia y Suecia, entre otros. Además, existen grandes posibilidades de que en países como Bélgica, Austria y los Países Bajos, en poco tiempo comiencen a gobernar o cogobernar. Ni Hitler lo hubiera soñado.

Es válido recordar que casi desde el fin de la guerra, en tiempos de la bipolaridad los partidos políticos europeos establecieron acuerdos de gobernabilidad a fin de impedir que la extrema derecha, todavía presente tras el dominio nazi-fascista de Europa pudieran tener acceso al poder. No obstante, el fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética en la perspectiva del “fin de la historia” debilitaron esa opción, flexibilizaron los criterios para que, tácitamente, se diera una oportunidad al renacimiento de la ultra derecha y el fascismo.

Eso ha conducido, entre otras cosas, a que las fuerzas tradicionales de la derecha hayan recurrido a alianzas con los sectores extremistas para alcanzar el poder y desplazar a la derecha socialdemócrata y socialista, que paradójicamente han “contratado” a algunos partidos comunistas y de izquierda para que les sirvan como “furgón de cola” en sus ambiciones gubernamentales. Es la constatación más evidente del desplazamiento del espectro político europeo y occidental hacia la extrema derecha en un proceso de “israelización” de la política.

Lejos de influir para generar gobernabilidad democrática y mejoría en las condiciones de vida de los ciudadanos, la extrema derecha ha intervenido en los sectores conservadores tradicionales y hasta en la izquierda, para que sus propuestas hayan sido asumidas por toda la gama de la política, transformando dichos preceptos en línea de acción de la Unión Europea que avanza hacia el desmantelamiento del estado de bienestar de la posguerra, depauperizando a importantes sectores de la población y estableciendo políticas segregacionistas y de persecución de inmigrantes y minorías.

Esta situación es tan preocupante para Europa que la Oficina Europea de Policía (Europol) en su informe anual de 2022 señaló que siendo que sus mayores preocupaciones son el terrorismo, el yihadismo y el extremismo violento de la ultraderecha, una de las mayores amenazas que se deberá enfrentar, es la de “los individuos o grupos con ideologías radicales y ultraconservadoras”.

De acuerdo con esta agencia de seguridad, “las dos ideologías más comunes de los movimientos de ultraderecha en la Unión Europea son el aceleracionismo, teoría que plantea la expansión radical del capitalismo para generar cambios sociales, y la `Siege Culture', un movimiento vinculado a células neonazis que promueve la guerra racial y el supremacismo blanco” que atraen en mayor medida a jóvenes radicalizados “en la vida real o que se radicalizan en internet”.

Este informe y las políticas que de él se derivan, dan cuenta de que, al igual que hace un siglo, no se comprende o no se quiere comprender que este es un problema político que tiene su origen en la sociedad capitalista, explotadora y marginadora de importantes sectores de la sociedad, sino que se concibe como un problema policial, de seguridad, que debe ser combatido a través de la fuerza para eliminar a posibles amenazas procedentes de la “selva mundial”, sobre todo la que proviene del sur global que atenta contra el normal desenvolvimiento de la vida en el “jardín europeo” según la particular definición del ”socialista” Josef Borrell, hasta hace poco Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

Lo cierto es que el capitalismo impidió que se pudiera exterminar de raíz el fascismo, le dio fuerza y oxígeno, lo dejó crecer y expandirse. Ahora. cuando aquellos que lo soportaron, están a punto de ser desplazados del poder, no deberían quejarse, sino asumir el desastre que crearon... aunque parece que es un poco tarde.





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