Cerca del comienzo de clases, el cabello largo no era un buen compañero, reflexioné mirándome al espejo; la visita a la peluquería era inminente. La primera vez que entré a ese lugar, me sentí hombre, y eso bastó para que el salón se convirtiera en algo mágico. Se trataba del acceso a un mundo que no conocía, y esa tarde lo inauguraría oficialmente. Solo.
Allí estaba, con la barba incipiente, los dientes con brackets, y la curiosidad urgente. Comenzaba 3er año de la secundaria, era un casi adulto con el corazón apretado, cuatro hombres esperando. Sentado en el sillón, entregaba mi futuro estético a esas manos que suponía hábiles. Imaginé lo terrible que sería que el estilista se encuentre irritado, inseguro o desvelado y apareció ante el espejo la imagen del corte de pelo que usé cuando terminé la primaria, y por el que no fui a clases por tres días.
Un DJ, que parecía ser un pelotudo y constantemente tenía cara de superado, le daba el toque “actual” al lugar. La música se escuchaba fuerte.
El sillón de barbero era antiguo, de color negro y lo presentía cómodo. A un costado del apoya brazo derecho decía Kohen, y se veían relucientes las palancas para subir, bajar, inclinar el respaldo. Lo que más llamaba la atención era el brillo del tapizado, que parecía nuevo, en un lugar dónde nada lo era. Estaba ante la típica peluquería de barrio que pretendía parecer céntrica, con un peluquero canoso que vestía chaqueta celeste y que, por el trato, conocía a sus clientes de toda la vida. El salón lucía amplio con paredes pintadas de un blanco dudoso. Recordé que eso decía mi madre, tu camisa de la escuela está de un color blanco dudoso, tendré que usar un blanqueador casero, así la tela no se arruina. Y lo que decía mi madre siempre sonaba a verdades implacables, porque lo eran. Ella sabía.
Se veía prolijo, en las paredes había una foto de Elvis, otra de un equipo de fútbol en donde posaba el dueño cuando era muy joven y varias fotos de mujeres hermosas. Sobre la mesa de trabajo cuidadosamente colocados observé el equipo de trabajo: tijeras, cepillos, peines, brocha de sacar pelos, un frasco de gel y otro que parecía colonia para luego de afeitar, plancha para el pelo, secador.
Cerré los ojos, detestaba esperar, me impacientaba. Los presentes charlaban sobre fútbol, de cómo querían el corte de cabello, de si las patillas iban cortas o largas, si debían rebajar la barba. Don Roberto dijo:
— José ¿querés corte pasión trabuca o mambrú? Y no te olvides de aportar dinero para la causa. Algo habrá que darles, como siempre.
Vi las manos de José dirigirse veloces al bolsillo y sacar una suma de dinero que no pude adivinar. Manos veloces, rostros voraces, y la complicidad que flotaba en el aire, ese era el clima. Luego vi que todos aportaban y creí que estaban pagando por adelantado, avergonzado pregunté:
— ¿Don Roberto, debo pagarle ahora?
— No chiquito, me dijo, vos esperá y mantené la boca cerrada. Es tu día de suerte.
A partir de ese momento la charla cesó, no entendía nada. El cabello de José caía rápidamente, se desparramaba. Una lluvia negra se esparcía sobre el piso, las hojas del diario crujían y la tijera se deslizaba veloz, el silencio era estruendoso. Entonces Don Roberto comenzó a sacudir con la brocha el cuello de José, y fue en ese momento cuando entró ella. Una chica de pechos enormes, casi de mi edad, que preguntó:
— Buen día ¿es unisex? Para cortar las puntas nada más.
—Sí, nena, pasá —contestó el peluquero.
Luego le dijo que sería la siguiente, que las señoritas no esperan. Entonces noté movimientos extraños entre los tipos que había en el salón. La música del Dj con cara de pelotudo dejó de sonar y se retiró, apresurado.
Percibía una complicidad animal que no lograba comprender. Noté que los ojos de los hombres se ponían vidriosos y los movimientos calculados. Como de una actividad sincronizada, que ya había sucedido otras veces, casi hasta mecánico. Llegaba de la calle un silbato obstinado.
No sé en qué momento decretaron cerrar la puerta principal y la ventana, porque se acerca la tormenta, dijeron, y así lo confirmaba un poderoso relámpago con el consecuente trueno. La chica se sentó en el sillón y comenzó el infierno. Don Roberto le tapó la boca, y dijo:
—Quieta, nena, mejor pórtate bien—.
***
Mónica Cazón.
Tucumán. Escritora. Especialista en Lectura y Literatura Infantil Juvenil. Se desempeña en la Universidad Nacional de Tucumán. Gestora cultural, docente. Coordina: el Proyecto de investigación “La inclusión de la literatura en los sectores vulnerables”. Fundó y coordina CIDELIJ Tucumán (Centro de Investigación, Estudio y Lectura de la LIJ), el grupo de estudio de escritores microficcionistas #MicroLee”, la Asociación literaria “Dr. David Lagmanovich” y, el Ciclo de Lecturas de Microficción “El Lenguaje del Arte” de la BibVal en la Biblioteca del Congreso de la Nación.
Colabora en La Gaceta Literaria del diario La Gaceta de Tucumán, en las revistas: La papa en la literatura tucumana, y otros. Fue traducida al francés, italiano e inglés.
Libros editos; Cuentos para jugar (infantil, 1998); Cuentos para soñar (infantil, 1999); Retazos de mí (microrrelatos juvenil, 2008); Cejuelas (microrrelatos juvenil, 2009); Vida rentada (poesía, 2012); Zoológico de señoras, (microrrelatos, 2013); El placar de Muriel (poesía, 2013); La literatura en Tucumán, ensayo periodístico (soporte digital) 2013; 1era Antología Argentina de Microrrelato Infantil Juvenil (2014); Cuando todos se duermen (cuento infantil 2015); Azulplata (cuento infantil,2015); La Previa (microrrelatos adolescentes,2016); La Vie en Bref, (libro de colección)Antología de microrrelatos traducida al francés ; La Vita in Brevi (libro de colección) Antología traducida al italiano; #Todosdiferentes (Antología Argentina de Microrrelato para Adolescentes) 2018; Área de Broca (poesía, 2020, en imprenta); Lief in Brief, libro de colección, Antología de microficción de la Asociación Lagmanovich traducida al inglés, en imprenta, 2020.
"No me vengas con el cuento", presentando un cuento de Mónica Cazón VER ENLACE
Cerca del comienzo de clases, el cabello largo no era un buen compañero, reflexioné mirándome al espejo; la visita a la peluquería era inminente. La primera vez que entré a ese lugar, me sentí hombre, y eso bastó para que el salón se convirtiera en algo mágico. Se trataba del acceso a un mundo que no conocía, y esa tarde lo inauguraría oficialmente. Solo. Mónica Cazón. Libros editos; Cuentos para jugar (infantil, 1998); Cuentos para soñar (infantil, 1999); Retazos de mí (microrrelatos juvenil, 2008); Cejuelas (microrrelatos juvenil, 2009); Vida rentada (poesía, 2012); Zoológico de señoras, (microrrelatos, 2013); El placar de Muriel (poesía, 2013); La literatura en Tucumán, ensayo periodístico (soporte digital) 2013; 1era Antología Argentina de Microrrelato Infantil Juvenil (2014); Cuando todos se duermen (cuento infantil 2015); Azulplata (cuento infantil,2015); La Previa (microrrelatos adolescentes,2016); La Vie en Bref, (libro de colección)Antología de microrrelatos traducida al francés ; La Vita in Brevi (libro de colección) Antología traducida al italiano; #Todosdiferentes (Antología Argentina de Microrrelato para Adolescentes) 2018; Área de Broca (poesía, 2020, en imprenta); Lief in Brief, libro de colección, Antología de microficción de la Asociación Lagmanovich traducida al inglés, en imprenta, 2020. |
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