Este 18 de Marzo se cumple el 153° aniversario del inicio de los acontecimientos extraordinarios de la Comuna De París. Seguramente en la Ciudad Luz se repitan como cada año los homenajes tradicionales que culminan en el Muro de los Federados, lugar de recogimiento que simbólicamente representa la muerte cruel de los últimos comuneros de manos de las fuerzas militares leales al Gobierno burgués.
La Comuna es una fuente enorme de investigaciones y ensayos porque significó en palabras de Engels, la primera dictadura del proletariado triunfante. Aquel 18 de Marzo el pueblo parisino protegió los cañones que acababa de sufragar con el esfuerzo de los ciudadanos de la ciudad luz ante el intento de las tropas legalistas de secuestrarlos. Esa chispa encendió la caldera de los 71 días inolvidables de la Comuna y de las decisiones extraordinarias que se adoptaron en esos días.
Francia acababa de ser derrotada por la coalición de naciones lideradas por Prusia en la guerra franco-prusiana, su ejército había entregado 180.000 prisioneros y los vencedores sitiaron París para exigir condiciones favorables para firmar el necesario armisticio. El sitio, que se extendió por seis meses significó la muerte diaria de una media de 400 parisinos y caló hondo en la memoria del pueblo sometido a sufrimientos extremos. El acuerdo de paz obligaba a Francia al pago de una factura gigantesca pero además y casi burlonamente exigía a Paris se hiciera cargo del costo militar del sitio que la llevó a una situación de enorme precariedad.
No entregaron los cañones, cerraron las puertas, desobedecieron las órdenes del Gobierno central y eligieron un gobierno autónomo al que llamaron Comuna. El enfrentamiento con el Gobierno que se instaló en Versalles fue en todos los terrenos pero sobre todo en el campo de batalla con enfrentamientos crudelísimos en los que la indulgencia siempre estuvo en la actitud de los parisinos y el ensañamiento y la brutalidad en manos de los legalistas.
Mientras el enfrentamiento en el campo de batalla se producía en las afueras de París, puertas adentro se vivía en ebullición asamblearia. Es imposible reseñar aquí la enorme cantidad de resoluciones tomadas por la Comuna, pero lo intentamos: se reemplazó la bandera tricolor por la bandera roja, se prohibió la educación confesional, se recuperaron las herramientas empeñadas por los trabajadores, se perdonaron alquileres no saldados durante el sitio, se organizaron como cooperativas los talleres abandonados por sus propietarios, se prohibió la prostitución, el trabajo nocturno de los panaderos, y así cada día de esa primavera de 71 días se adoptaron decisiones extraordinarias y nunca vistas antes.
Las mujeres ocuparon un lugar inédito, empoderadas, aunque con derecho a voto negado, participando de igual a igual y si bien se restringió su rol militar, con el paso de los días integraron las trincheras comuneras y fueron un bastión en la defensa de París y en sus memorables barricadas.
Algunas debilidades producto de la inmadurez política de la Comuna como el respeto a la propiedad privada y la promesa del pago de indemnizaciones por expropiaciones, el respeto a la institucionalidad del Banco de Francia que tenía recursos disponibles para ahogar al gobierno de Versalles, y la composición ecléctica y variopinta de su Comité Ejecutivo quizás fueron claves para no poder prolongar en el tiempo aquel Tiempo de Cerezas como se conoce a la Comuna en la cultura popular francesa.
Bismark, aterrado por la posibilidad del contagio de la Comuna al resto de Europa (en la propia Francia hubo efímeras comunas en Toulouse, Saint-Etienne y Lyon, entre otras) cuya voluntad era crear una federación mundial de gobiernos comunales entendió que era necesaria la derrota militar de semejante proyecto. Liberó a los prisioneros franceses tomados en calidad de tal en la batalla de Sedan que pertrechados inmediatamente y con la colaboración de ciudadanos contrarios a la Comuna invadieron Paris y la sometieron a una cacería destemplada de comuneros que murieron en las calles en un número cercano a los 30.000 con ejecuciones sumarias que tiñeron de sangre las calles de la capital francesa. La historia conoce a la represión de mayo como La Semana Sangrante en un nombre que suena justo para describir la matanza civil más grande de Europa en el Siglo XIX.
Los sobrevivientes fueron enjuiciados por la burguesía revanchista, muchos condenados a muerte, otros a prisión y muchos al destierro en las Colonias penales de Nueva Caledonia.
Recién fueron amnistiados a principios de 1880, regresaron como pudieron, pero aquella revuelta popular que aterró al mundo civilizado no volvió a repetirse y fue el último intento de transformar el status quo de Francia. Sus enseñanzas iluminaron a Lenin tal cual lo expresa en su obra de 1917 “El estado y la Revolucion” y sirvieron de inspiración para su proyecto de dictadura del proletariado implantada en Rusia en la revolución de octubre.
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(*) Sociologo (UBA) Docente de Sociologia de las Relaciones Internacionales (Carrera de Sociología UBA 1990-1994), Política Social (Carreras de Sociología y Trabajo Social UBA 1990-1995) y Estado y Políticas Públicas (Carrera de Trabajo Social, UBA 1997-continúa). Ha cursado especializaciones sobre Holocausto en la Carrera de Historia (FFyL, UBA), Genocidio (UNTREF) y Política Internacional (Ciencia Politicas, UBA). Sus investigaciones giran en torno a acontecimientos claves en la Historia Contemporánea como son la Comuna de París, La Revolución Rusa y la Segunda Guerra Mundial.
Ha editado con nuestro sello el libro "Un argentino en la Comuna de París".
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