Carlos Fonseca Amador, ejemplo de lucha por un mundo justo
Rogelio Roldán
La gran capacidad de Fonseca de advertir lo universal y lo particular de los procesos de liberación logró sintetizar la experiencia del proceso revolucionario mundial y ejercerla hasta el triunfo de la causa sandinista.


El 23 de junio de 1936 en un hogar muy humilde, sostenido por su madre soltera, nace Carlos Fonseca Amador. Desde muy pequeño trabaja para ayudar a la subsistencia vendiendo caramelos y luego como canillita por las calles de Matagalpa. Se destaca como mejor alumno tanto en la escuela primaria como en la secundaria. Ahí se vincula con Tomás Borge y, junto a Ramón Gutiérrez Castro, aprenden francés para poder leer las muy pocas obras de Marx y Engels, escritas en dicho idioma, que descubrieron en la librería del poeta Samuel Meza.

En esa época participan en la huelga que exige retirar del recinto de la Universidad de León un medallón que representa al tirano Somoza García. Con otros compañeros, funda la revista Segovia y dirige los primeros cuatro números de seis que logran salir; allí publica artículos y poemas. En 1953 conoce a Marcos A. Altamirano, quien le acompaña en los círculos de estudio dirigidos por Gutiérrez Castro, durante los cuales leían el Manifiesto Comunista, artículos sobre la revolución industrial, periódicos obreros y La madre de Máximo Gorki y vendía el periódico Unidad del Partido Socialista Nicaragüense.

En 1955 se recibe de bachiller y obtiene la Estrella de Oro, medalla que se otorga al mejor bachiller de cada año. Se marcha a Managua, donde en mayo es nombrado inspector y director de la biblioteca del Instituto Ramírez Goyena. En julio ingresa al Partido Socialista.

Luego se traslada a León y trabaja en la agencia de La Prensa. Matriculado en la Facultad de Derecho, integra con Silvio Mayorga, Tomás Borge y el guatemalteco Heriberto Carrillo la primera célula identificada con los principios del proletariado. Distribuye “lecturas subversivas y periódicos estudiantiles”, como El Universitario. El 27 de setiembre, a los seis días del ajusticiamiento del tirano Anastasio Somoza García por el héroe Rigoberto López Pérez, es apresado en Matagalpa. Es puesto en libertad cincuenta días después.

En marzo de 1959 organiza con otros compañeros la Juventud Democrática Nicaragüense que, en palabras de los comandantes Carlos Fonseca y Silvio Mayorga, “es el primer intento de la juventud nicaragüense por independizarse políticamente y jugar un rol histórico”. En la represión que se desata, es capturado el 2 de abril, con Silvio Mayorga y Fernando Ampié. Lo deportan a Guatemala. Marcha a Honduras para prepararse en la columna guerrillera Rigoberto López Pérez, cuya mayoría de miembros llega de Cuba, al mando de un ex teniente de la Guardia Nacional. La columna es masacrada en El Chaparral, Honduras, en el mes de julio, resultando herido de bala en un pulmón. Es trasladado al hospital de Tegucigalpa, primero, y luego al hospital Calixto García, de La Habana, donde se recupera.

El 23 de julio de 1961, segundo aniversario de El Chaparral, varios grupos dispersos fundan una organización política única, el Frente de Liberación Nacional, éste se constituye en una construcción político-militar alternativa y dos años después se convierte en Frente Sandinista de Liberación Nacional. Su dirección es integrada por Carlos Fonseca, Silvio Mayorga, José Benito Escobar, Tomás Borge, Jorge Navarro, Faustino Ruiz, Germán Pomares y el veterano coronel del ejército de Sandino, Santos López.

Fonseca se tomó esos dos años para investigar en papeles dispersos y luego recopilar los principales conceptos del prócer, que se publicaron en una cartilla llamada “Ideario Sandinista”. Esta fue clave para la definición ideológica y política del FSLN. Mientras militaba en el Partido Socialista Nicaragüense Fonseca ya insistía en que “Sandino es una especie de camino, sería una ligereza reducirlo a una efeméride, es importante estudiar su pensamiento”. Es provechoso saber que buena parte de esa información la obtuvo del libro “Sandino, general de hombres libres”, del periodista argentino Gregorio Selser.

Dice otro periodista revolucionario argentino, Jaime Marín, que Fonseca “Al pensamiento de Sandino lo resume en dos ideas básicas: 1) vanguardia obrera y campesina en la lucha de clases, y 2) lucha armada como única vía posible en las condiciones económicas, sociales y políticas de Nicaragua, para la transformación revolucionaria de la sociedad”. Más adelante agrega: “La doctrina sandinista se desarrollaría como la síntesis entre las combativas tradiciones patrióticas y revolucionarias nicaragüenses y la teoría científica universal del socialismo”.

La originalidad del FSLN no es la decisión de enfrentar militarmente a la dictadura somocista, pues los movimientos armados tenían ya larga tradición en Nicaragua, sino que, a diferencia de las “paralelas históricas”, los movimientos liberales y conservadores, se proponía no sólo tumbar a la dinastía Somoza, sino cambiar el sistema.

A los veinticuatro años, en 1960, escribe su trabajo “La lucha por la transformación de Nicaragua”, donde caracteriza la situación de su país y propone líneas de acción. De entrada anota: “La lucha contra la dictadura encabezada por la familia Somoza es una lucha por lograr la transformación de Nicaragua. Esto equivale a decir que nos proponemos liquidar el sistema económico y político que impera en nuestro país para sustituirlo por un sistema nuevo y superior”.

Ya en esa época comienza a perfilarse como un político cualitativamente distinto a la politiquería tradicional y a generar la convicción de que no habría una frustración. Como años después dijo el comandante Hugo Chávez: “Pudo romper el maleficio de la traición a los intereses populares”.

Detenido en 1964, en el juicio plantea su “Yo acuso a la dictadura”. Dice: “Yo no vengo aquí como acusado. He venido a acusar a los hermanos Somoza de haber asesinado a mis compañeros, yo acuso a los Somoza de ser asesinos, y los acuso también de ladrones…”. El furioso fiscal le grita: ¿Con qué derecho habla usted así de la ley? Fonseca se saca la camisa y muestra las tremendas cicatrices que tiene desde El Chaparral: “Estas son mis razones. Así me he ganado el derecho de hablar de Nicaragua”.

En su momento Tomás Borge opinó que en el continente, en muchos casos, se hizo una interpretación esquemática de la lucha guerrillera, contraponiéndola a la lucha de masas. Ante este enfoque erróneo Fonseca insistía en el papel de las amplias masas en la lucha revolucionaria, en la combinación de la acción militar con la lucha reivindicativa legal y masiva, en el accionar simultánea en las montañas y las ciudades, todo bajo la hegemonía obrera y campesina.

Así, luego de las derrotas en Raití y Bocay se sucede un período de acumulación de fuerzas en medio del ataque permanente del somozato. Este proceso, difícil, no lineal, con mucho debate en base a la experiencia, tiene una constante: la construcción de poder popular, primero en las montañas y, tras largas discusiones, con la creación del Frente Estudiantil Revolucionario se adopta esa orientación también en las ciudades principales.

La gran capacidad de Fonseca de advertir lo universal y lo particular de los procesos de liberación logró sintetizar la experiencia del proceso revolucionario mundial y ejercerla hasta el triunfo de la causa sandinista. Él supo, y lo inculcó a los cuadros y combatientes del FSLN, combinar la defensiva estratégica con la ofensiva táctica, sin caer jamás en la trampa de ir a la pelea en el terreno -político y militar- del enemigo. Insistió en la relación de política y guerra, siendo la primera la que rige a la segunda y no al revés.

Mención especial cabe a notar su claridad y firmeza en cuanto a la necesidad de la unidad y de desterrar toda concepción sectaria y de apelación a la fraseología seudorevolucionaria.

El 7 de noviembre del 76, en un choque fortuito con los GN somocistas, en las montañas de Zinica, cayó Fonseca. Él se quedó a cubrir la retirada de los combatientes que lo acompañaban, hasta que una granada lo abatió. Su cuerpo fue sepultado a escondidas por los esbirros de la dictadura. Después de la toma del poder, por confesiones de estos sujetos, se logró encontrar sus restos. El 7 de noviembre de 1979 llegó a la Plaza de la Revolución en Managua, en una larga marcha desde Zinica, con su féretro transportado a hombros por los combatientes sandinistas.

Años antes, en un juicio que se le hizo en Costa Rica, fue preguntado si con su detención se terminaba el frente. Respondió: “No, yo no soy el Frente, soy solo un combatiente más, el Frente no morirá mientras viva el pueblo de Nicaragua”.

Es conocido que un verdugo somocista entró exultante a la cárcel a burlarse de los detenidos diciendo que murió Fonseca. Tomás Borge le contestó: “Se equivoca coronel. Carlos Fonseca es de los muertos que nunca mueren”.

El 23 de junio de 1936 en un hogar muy humilde, sostenido por su madre soltera, nace Carlos Fonseca Amador. Desde muy pequeño trabaja para ayudar a la subsistencia vendiendo caramelos y luego como canillita por las calles de Matagalpa. Se destaca como mejor alumno tanto en la escuela primaria como en la secundaria. Ahí se vincula con Tomás Borge y, junto a Ramón Gutiérrez Castro, aprenden francés para poder leer las muy pocas obras de Marx y Engels, escritas en dicho idioma, que descubrieron en la librería del poeta Samuel Meza.

En esa época participan en la huelga que exige retirar del recinto de la Universidad de León un medallón que representa al tirano Somoza García. Con otros compañeros, funda la revista Segovia y dirige los primeros cuatro números de seis que logran salir; allí publica artículos y poemas. En 1953 conoce a Marcos A. Altamirano, quien le acompaña en los círculos de estudio dirigidos por Gutiérrez Castro, durante los cuales leían el Manifiesto Comunista, artículos sobre la revolución industrial, periódicos obreros y La madre de Máximo Gorki y vendía el periódico Unidad del Partido Socialista Nicaragüense.

En 1955 se recibe de bachiller y obtiene la Estrella de Oro, medalla que se otorga al mejor bachiller de cada año. Se marcha a Managua, donde en mayo es nombrado inspector y director de la biblioteca del Instituto Ramírez Goyena. En julio ingresa al Partido Socialista.

Luego se traslada a León y trabaja en la agencia de La Prensa. Matriculado en la Facultad de Derecho, integra con Silvio Mayorga, Tomás Borge y el guatemalteco Heriberto Carrillo la primera célula identificada con los principios del proletariado. Distribuye “lecturas subversivas y periódicos estudiantiles”, como El Universitario. El 27 de setiembre, a los seis días del ajusticiamiento del tirano Anastasio Somoza García por el héroe Rigoberto López Pérez, es apresado en Matagalpa. Es puesto en libertad cincuenta días después.

En marzo de 1959 organiza con otros compañeros la Juventud Democrática Nicaragüense que, en palabras de los comandantes Carlos Fonseca y Silvio Mayorga, “es el primer intento de la juventud nicaragüense por independizarse políticamente y jugar un rol histórico”. En la represión que se desata, es capturado el 2 de abril, con Silvio Mayorga y Fernando Ampié. Lo deportan a Guatemala. Marcha a Honduras para prepararse en la columna guerrillera Rigoberto López Pérez, cuya mayoría de miembros llega de Cuba, al mando de un ex teniente de la Guardia Nacional. La columna es masacrada en El Chaparral, Honduras, en el mes de julio, resultando herido de bala en un pulmón. Es trasladado al hospital de Tegucigalpa, primero, y luego al hospital Calixto García, de La Habana, donde se recupera.

El 23 de julio de 1961, segundo aniversario de El Chaparral, varios grupos dispersos fundan una organización política única, el Frente de Liberación Nacional, éste se constituye en una construcción político-militar alternativa y dos años después se convierte en Frente Sandinista de Liberación Nacional. Su dirección es integrada por Carlos Fonseca, Silvio Mayorga, José Benito Escobar, Tomás Borge, Jorge Navarro, Faustino Ruiz, Germán Pomares y el veterano coronel del ejército de Sandino, Santos López.

Fonseca se tomó esos dos años para investigar en papeles dispersos y luego recopilar los principales conceptos del prócer, que se publicaron en una cartilla llamada “Ideario Sandinista”. Esta fue clave para la definición ideológica y política del FSLN. Mientras militaba en el Partido Socialista Nicaragüense Fonseca ya insistía en que “Sandino es una especie de camino, sería una ligereza reducirlo a una efeméride, es importante estudiar su pensamiento”. Es provechoso saber que buena parte de esa información la obtuvo del libro “Sandino, general de hombres libres”, del periodista argentino Gregorio Selser.

Dice otro periodista revolucionario argentino, Jaime Marín, que Fonseca “Al pensamiento de Sandino lo resume en dos ideas básicas: 1) vanguardia obrera y campesina en la lucha de clases, y 2) lucha armada como única vía posible en las condiciones económicas, sociales y políticas de Nicaragua, para la transformación revolucionaria de la sociedad”. Más adelante agrega: “La doctrina sandinista se desarrollaría como la síntesis entre las combativas tradiciones patrióticas y revolucionarias nicaragüenses y la teoría científica universal del socialismo”.

La originalidad del FSLN no es la decisión de enfrentar militarmente a la dictadura somocista, pues los movimientos armados tenían ya larga tradición en Nicaragua, sino que, a diferencia de las “paralelas históricas”, los movimientos liberales y conservadores, se proponía no sólo tumbar a la dinastía Somoza, sino cambiar el sistema.

A los veinticuatro años, en 1960, escribe su trabajo “La lucha por la transformación de Nicaragua”, donde caracteriza la situación de su país y propone líneas de acción. De entrada anota: “La lucha contra la dictadura encabezada por la familia Somoza es una lucha por lograr la transformación de Nicaragua. Esto equivale a decir que nos proponemos liquidar el sistema económico y político que impera en nuestro país para sustituirlo por un sistema nuevo y superior”.

Ya en esa época comienza a perfilarse como un político cualitativamente distinto a la politiquería tradicional y a generar la convicción de que no habría una frustración. Como años después dijo el comandante Hugo Chávez: “Pudo romper el maleficio de la traición a los intereses populares”.

Detenido en 1964, en el juicio plantea su “Yo acuso a la dictadura”. Dice: “Yo no vengo aquí como acusado. He venido a acusar a los hermanos Somoza de haber asesinado a mis compañeros, yo acuso a los Somoza de ser asesinos, y los acuso también de ladrones…”. El furioso fiscal le grita: ¿Con qué derecho habla usted así de la ley? Fonseca se saca la camisa y muestra las tremendas cicatrices que tiene desde El Chaparral: “Estas son mis razones. Así me he ganado el derecho de hablar de Nicaragua”.

En su momento Tomás Borge opinó que en el continente, en muchos casos, se hizo una interpretación esquemática de la lucha guerrillera, contraponiéndola a la lucha de masas. Ante este enfoque erróneo Fonseca insistía en el papel de las amplias masas en la lucha revolucionaria, en la combinación de la acción militar con la lucha reivindicativa legal y masiva, en el accionar simultánea en las montañas y las ciudades, todo bajo la hegemonía obrera y campesina.

Así, luego de las derrotas en Raití y Bocay se sucede un período de acumulación de fuerzas en medio del ataque permanente del somozato. Este proceso, difícil, no lineal, con mucho debate en base a la experiencia, tiene una constante: la construcción de poder popular, primero en las montañas y, tras largas discusiones, con la creación del Frente Estudiantil Revolucionario se adopta esa orientación también en las ciudades principales.

La gran capacidad de Fonseca de advertir lo universal y lo particular de los procesos de liberación logró sintetizar la experiencia del proceso revolucionario mundial y ejercerla hasta el triunfo de la causa sandinista. Él supo, y lo inculcó a los cuadros y combatientes del FSLN, combinar la defensiva estratégica con la ofensiva táctica, sin caer jamás en la trampa de ir a la pelea en el terreno -político y militar- del enemigo. Insistió en la relación de política y guerra, siendo la primera la que rige a la segunda y no al revés.

Mención especial cabe a notar su claridad y firmeza en cuanto a la necesidad de la unidad y de desterrar toda concepción sectaria y de apelación a la fraseología seudorevolucionaria.

El 7 de noviembre del 76, en un choque fortuito con los GN somocistas, en las montañas de Zinica, cayó Fonseca. Él se quedó a cubrir la retirada de los combatientes que lo acompañaban, hasta que una granada lo abatió. Su cuerpo fue sepultado a escondidas por los esbirros de la dictadura. Después de la toma del poder, por confesiones de estos sujetos, se logró encontrar sus restos. El 7 de noviembre de 1979 llegó a la Plaza de la Revolución en Managua, en una larga marcha desde Zinica, con su féretro transportado a hombros por los combatientes sandinistas.

Años antes, en un juicio que se le hizo en Costa Rica, fue preguntado si con su detención se terminaba el frente. Respondió: “No, yo no soy el Frente, soy solo un combatiente más, el Frente no morirá mientras viva el pueblo de Nicaragua”.

Es conocido que un verdugo somocista entró exultante a la cárcel a burlarse de los detenidos diciendo que murió Fonseca. Tomás Borge le contestó: “Se equivoca coronel. Carlos Fonseca es de los muertos que nunca mueren”.


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