Crecimiento con distribución vs. concentración y represión (Patria sí, colonia no)
Julián Denaro
... el ala conservadora pretende aumentar la concentración tras lo cual disciplinar con represión ...


Históricamente, las oligarquías dominantes han sido serviles a los imperialismos colonialistas acordando privilegios para sí mismos, a cambio de entregar negocios añorados por los intereses externos. En los últimos días, ha sido publicado un mensaje de Laura Richardson, Jefa del Comando Sur de EE.UU., exhortando a intensificar el juego para manejar las inmensas e innumerables riquezas que posee Latinoamérica. Frente a esto, los hermanos de la Patria Grande tenemos que organizarnos, coordinarnos, integrarnos y estar unidos y fuertes para defendernos del saqueo explícitamente planificado. Nuestra visión debería ser que nuestras riquezas sean disfrutadas por nosotros mismos, sin permitir que los sectores de poder concentrado del mundo se apropien del manejo de lo que nos pertenece a nosotros.

El 60% de las reservas de litio del mundo están en el Triángulo del Litio, que pertenece a Argentina, Bolivia y Perú. Esto significa que se abre una enorme oportunidad para resolver innumerables cuestiones, pero sólo si somos nosotros quienes planificamos y ejecutamos un modo de acción firme e indeclinable.

Nótese cómo nos están saqueando hasta el momento, que Argentina cobra tan sólo el 3% de regalías, mientras que Chile cobra el 40% y Bolivia por encima del 50%. Pues entonces, dos aristas relevantes emergen de esta cuestión. Por un lado, habrá que modificar los contratos mineros, lo cual debería ser acompañado por la nacionalización de nuestras reservas mineras incluyendo al litio. Por otro lado, se vuelve imprescindible activar nuestra industria para producir baterías y vender los productos terminados. No podemos repetir el modelo de la Argentina anterior a 1943, que vendía cueros a Inglaterra, y luego les compraba los zapatos confeccionados por ellos con nuestros cueros. Tenemos que fabricar las baterías. Y así ampliar el mismo esquema de tratamiento sobre todos nuestros recursos.

La finalización del Gasoducto Néstor Kirchner también pone en juego ventajas comparativas y relativas. Las posibilidades de distribuir el gas de Vaca Muerta a regiones neurálgicas de nuestro país, así como para exportarlo a Brasil, está próximo a cambiar favorablemente el saldo de nuestra balanza comercial energética. En definitiva, queda a la vista que si aprovechamos nuestros tan valiosos y codiciados recursos, estaremos en condiciones de recuperar la independencia económica, condición necesaria para sostener la soberanía política.

Por su parte, una Argentina industrial, con valor agregado, será indispensable para generar empleo e inclusión social, variables indispensables para desplegar una impostergable redistribución del ingreso, que se opone al modelo de concentración económica en el cual los sectores concentrados se apropian de todo.

Durante el período que ha transcurrido durante el gobierno de Alberto Fernández, se han recuperado diversas cuestiones que habían sido desarmadas, destruidas o deterioradas durante el conservadurismo reinante en el anterior gobierno manejado por las corporaciones y EE.UU. a través del presidente Mauricio Macri. Sin embargo, a pesar de haber reducido el desempleo del 11% al 6%, no se ha recuperado el poder adquisitivo de los salarios, que ha vivido a través de los últimos tres años una situación inédita en la historia. Esto es, aumento de actividad y empleo sin que los salarios evolucionan favorablemente en términos de su poder adquisitivo.

Indudablemente, esto se debe a los mecanismos empleados por los poderes fácticos, que han ocasionado devaluaciones sucesivas y una espiral inflacionaria incontrolable. Sabemos que estos mecanismos los favorecen y enriquecen. Cada vez que sube el precio del dólar, se vuelven más ricos quienes tienen dólares y cada vez que saltan los niveles de precios se engordan las ganancias de los formadores de precios. Son los mismos que acuerdan con los poderes hegemónicos del exterior.

Se desprende una importante característica a la cual atender. Quedó demostrado que cada vez que se aplican mecanismos de concentración de ingresos, cuya contrapartida es un empobrecimiento del conjunto de las sociedades, la respuesta de los pueblos es la movilización que manifiesta pacíficamente un descontento y un reclamo que haga visibles las problemáticas. Asimismo, cuando es detectada una maniobra de entrega de recursos propios a consorcios extranjeros, las acciones empleadas por los pueblos para evitar el ocultamiento de los hechos, también se realiza movilizándose con banderas y carteles a la vista. Pero cuando quienes están en el gobierno son directamente parte interesada en dichos saqueos, casi sin excepción ordenan a las fuerzas de seguridad que reduzcan a los manifestantes, lo cual se ejerce haciendo abuso de poder a través de la represión.

Además, los sectores de poder gustan de ensanchar la brecha de desigualdad. Para esto, también proceden al endeudamiento externo de la Nación, lo cual incrementa el padecimiento y el sometimiento de los pueblos, además de enriquecerlos a ellos. Fue lo que hizo el gobierno de Macri, incrementando la deuda externa en moneda extranjera del 10 al 45% del producto anual del país.

Con miras a resolver esta tan compleja y complicada herencia macrista, Cristina Fernández propuso reeditar el pragmatismo del gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007). El entonces presidente dijo que los muertos no pagan, pues si quieren que les paguemos deben dejarnos crecer, para que la deuda no se pague con el hambre de nuestro pueblo. Aquel cometido fue cumplimentado satisfactoriamente, ya que la deuda externa en moneda extranjera bajó del 160% al 10% del PBI desde 2003 a 2015, mientras el desempleo bajó del 20% al 6% y la pobreza disminuyó del 55% al 25%.

Lo que sugirió Cristina fue que, dado que se trató del mayor préstamo político de la historia de la humanidad, entonces la solución también debe ser política. La misma puede consistir en atar el pago al Fondo como un porcentaje de nuestras exportaciones. Y aquí la crucial diferencia entre modelos económicos.

No se trata de producir más soja sino de aumentar el valor agregado en las exportaciones. Es como decirles, al modo Néstor: “si quieren que les paguemos, ayúdennos a exportar más, es decir, ayúdenos a industrializarnos”.

Quedó claro: Por un lado, el ala conservadora pretende aumentar la concentración tras lo cual disciplinar con represión. Por el otro, el ala Nacional y Popular, que además es Latinoamericanista, se propone impulsar el crecimiento de la industria que genera empleo, lo cual se erige como condición indispensable para el gran anhelo peronista, que es mejorar el nivel de vida de la clase trabajadora. Precisamente, la filosofía peronista se asocia al concepto de Movilidad Social Ascendente cuyo horizonte es la Justicia Social. Por supuesto, esto
también conduce a un definitivo desendeudamiento externo.

Históricamente, las oligarquías dominantes han sido serviles a los imperialismos colonialistas acordando privilegios para sí mismos, a cambio de entregar negocios añorados por los intereses externos. En los últimos días, ha sido publicado un mensaje de Laura Richardson, Jefa del Comando Sur de EE.UU., exhortando a intensificar el juego para manejar las inmensas e innumerables riquezas que posee Latinoamérica. Frente a esto, los hermanos de la Patria Grande tenemos que organizarnos, coordinarnos, integrarnos y estar unidos y fuertes para defendernos del saqueo explícitamente planificado. Nuestra visión debería ser que nuestras riquezas sean disfrutadas por nosotros mismos, sin permitir que los sectores de poder concentrado del mundo se apropien del manejo de lo que nos pertenece a nosotros.

El 60% de las reservas de litio del mundo están en el Triángulo del Litio, que pertenece a Argentina, Bolivia y Perú. Esto significa que se abre una enorme oportunidad para resolver innumerables cuestiones, pero sólo si somos nosotros quienes planificamos y ejecutamos un modo de acción firme e indeclinable.

Nótese cómo nos están saqueando hasta el momento, que Argentina cobra tan sólo el 3% de regalías, mientras que Chile cobra el 40% y Bolivia por encima del 50%. Pues entonces, dos aristas relevantes emergen de esta cuestión. Por un lado, habrá que modificar los contratos mineros, lo cual debería ser acompañado por la nacionalización de nuestras reservas mineras incluyendo al litio. Por otro lado, se vuelve imprescindible activar nuestra industria para producir baterías y vender los productos terminados. No podemos repetir el modelo de la Argentina anterior a 1943, que vendía cueros a Inglaterra, y luego les compraba los zapatos confeccionados por ellos con nuestros cueros. Tenemos que fabricar las baterías. Y así ampliar el mismo esquema de tratamiento sobre todos nuestros recursos.

La finalización del Gasoducto Néstor Kirchner también pone en juego ventajas comparativas y relativas. Las posibilidades de distribuir el gas de Vaca Muerta a regiones neurálgicas de nuestro país, así como para exportarlo a Brasil, está próximo a cambiar favorablemente el saldo de nuestra balanza comercial energética. En definitiva, queda a la vista que si aprovechamos nuestros tan valiosos y codiciados recursos, estaremos en condiciones de recuperar la independencia económica, condición necesaria para sostener la soberanía política.

Por su parte, una Argentina industrial, con valor agregado, será indispensable para generar empleo e inclusión social, variables indispensables para desplegar una impostergable redistribución del ingreso, que se opone al modelo de concentración económica en el cual los sectores concentrados se apropian de todo.

Durante el período que ha transcurrido durante el gobierno de Alberto Fernández, se han recuperado diversas cuestiones que habían sido desarmadas, destruidas o deterioradas durante el conservadurismo reinante en el anterior gobierno manejado por las corporaciones y EE.UU. a través del presidente Mauricio Macri. Sin embargo, a pesar de haber reducido el desempleo del 11% al 6%, no se ha recuperado el poder adquisitivo de los salarios, que ha vivido a través de los últimos tres años una situación inédita en la historia. Esto es, aumento de actividad y empleo sin que los salarios evolucionan favorablemente en términos de su poder adquisitivo.

Indudablemente, esto se debe a los mecanismos empleados por los poderes fácticos, que han ocasionado devaluaciones sucesivas y una espiral inflacionaria incontrolable. Sabemos que estos mecanismos los favorecen y enriquecen. Cada vez que sube el precio del dólar, se vuelven más ricos quienes tienen dólares y cada vez que saltan los niveles de precios se engordan las ganancias de los formadores de precios. Son los mismos que acuerdan con los poderes hegemónicos del exterior.

Se desprende una importante característica a la cual atender. Quedó demostrado que cada vez que se aplican mecanismos de concentración de ingresos, cuya contrapartida es un empobrecimiento del conjunto de las sociedades, la respuesta de los pueblos es la movilización que manifiesta pacíficamente un descontento y un reclamo que haga visibles las problemáticas. Asimismo, cuando es detectada una maniobra de entrega de recursos propios a consorcios extranjeros, las acciones empleadas por los pueblos para evitar el ocultamiento de los hechos, también se realiza movilizándose con banderas y carteles a la vista. Pero cuando quienes están en el gobierno son directamente parte interesada en dichos saqueos, casi sin excepción ordenan a las fuerzas de seguridad que reduzcan a los manifestantes, lo cual se ejerce haciendo abuso de poder a través de la represión.

Además, los sectores de poder gustan de ensanchar la brecha de desigualdad. Para esto, también proceden al endeudamiento externo de la Nación, lo cual incrementa el padecimiento y el sometimiento de los pueblos, además de enriquecerlos a ellos. Fue lo que hizo el gobierno de Macri, incrementando la deuda externa en moneda extranjera del 10 al 45% del producto anual del país.

Con miras a resolver esta tan compleja y complicada herencia macrista, Cristina Fernández propuso reeditar el pragmatismo del gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007). El entonces presidente dijo que los muertos no pagan, pues si quieren que les paguemos deben dejarnos crecer, para que la deuda no se pague con el hambre de nuestro pueblo. Aquel cometido fue cumplimentado satisfactoriamente, ya que la deuda externa en moneda extranjera bajó del 160% al 10% del PBI desde 2003 a 2015, mientras el desempleo bajó del 20% al 6% y la pobreza disminuyó del 55% al 25%.

Lo que sugirió Cristina fue que, dado que se trató del mayor préstamo político de la historia de la humanidad, entonces la solución también debe ser política. La misma puede consistir en atar el pago al Fondo como un porcentaje de nuestras exportaciones. Y aquí la crucial diferencia entre modelos económicos.

No se trata de producir más soja sino de aumentar el valor agregado en las exportaciones. Es como decirles, al modo Néstor: “si quieren que les paguemos, ayúdennos a exportar más, es decir, ayúdenos a industrializarnos”.

Quedó claro: Por un lado, el ala conservadora pretende aumentar la concentración tras lo cual disciplinar con represión. Por el otro, el ala Nacional y Popular, que además es Latinoamericanista, se propone impulsar el crecimiento de la industria que genera empleo, lo cual se erige como condición indispensable para el gran anhelo peronista, que es mejorar el nivel de vida de la clase trabajadora. Precisamente, la filosofía peronista se asocia al concepto de Movilidad Social Ascendente cuyo horizonte es la Justicia Social. Por supuesto, esto
también conduce a un definitivo desendeudamiento externo.


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