Esta editorial nace de una charla en la presentación del libro “El renacer de las cigarras” en la Feria del Libro de Mar del Plata donde estuve en el panel junto a Caty Echarte y Adela Segarra. Conversando sobre batalla cultural salió entre los participantes el tema de la distancia que existe en el uso de la tecnología entre las generaciones mayores a 60 y los jóvenes, y por lo tanto lo que restringe en interacción posible con el fin de compartir experiencias y abordar temas políticos, ya que la charla central iba en dirección a la temática del libro que es la militancia por un mundo más justo en la década de los setenta y sus protagonistas. Repensando esta noche sobre el hecho recordé la película “El apicultor” de Theo Angelopoulos, que vi hace muchos años ya, siguiendo más en ese momento la filmografía de Marcello Mastroianni que la del genial director griego.
Esta obra magistral, estrenada en 1986, segunda parte de la “trilogía del silencio” de Angelopoulos no solo nos lleva a un viaje introspectivo junto a su protagonista, Spyros, sino que también ofrece un agudo comentario sobre la alienación y la lucha de clases en el capitalismo contemporáneo. La película se transforma en un espejo de las tensiones inherentes a una sociedad que margina y desplaza a aquellos que no encajan en sus paradigmas preestablecidos.
El capitalismo lleva a los trabajadores a una profunda alienación, distanciándolos de su trabajo, de sus compañeros, del bien producido, y lo que es más importante, de su propia humanidad. Las nuevas sociedades con las TIC masificadas amplifican ese aislamiento aun más, con una política de la atomización social y desbaratamiento de las relaciones interpersonales no mediadas. Spyros es un maestro retirado que busca refugio y propósito en su oficio de apicultor, encarna este sentimiento de desplazamiento y desconexión. En un mundo que no comprende ni valora su pasión y dedicación, se embarca en un viaje que resalta esa fragmentación del individuo y su contexto.
Las interacciones entre Spyros y los distintos personajes que encuentra en su viaje nos hablan de las tensiones y diferencias socioeconómicas presentes en la sociedad. Estas interacciones nos muestran que, incluso en ausencia de conflictos abiertos, el capitalismo siembra divisiones profundas entre las personas.
Una de las joyas centrales de “El apicultor” es la relación simbiótica entre el hombre y la naturaleza, representada por Spyros y sus abejas. En un mundo donde la industrialización y la mecanización alejan al hombre de la naturaleza, Spyros se mantiene firme en su conexión esencial con sus abejas. Este enlace sirve como una poderosa crítica al sistema, que distancia al trabajador de la verdadera esencia y valor de su trabajo. En lugar de ser simplemente una pieza en una máquina más grande, Spyros encuentra identidad y significado en su oficio.
La elección de Angelopoulos de un apicultor como protagonista es deliberada. En el mundo actual, donde todo se reduce a la producción y la mercantilización, un apicultor, que trabaja en armonía con la naturaleza, representa una resistencia silenciosa contra la deshumanización. La apicultura no es solo una profesión para Spyros; es una extensión de su ser y su identidad.
En una era de creciente despersonalización, “El apicultor” nos recuerda las profundas fisuras que el capitalismo crea en el tejido social y personal. Mientras Spyros busca un lugar en un mundo que parece haberlo olvidado, la película nos insta a reflexionar sobre nuestro propio lugar en esta vasta maquinaria y las formas en que nos desconectamos de nuestra verdadera esencia.
Angelopoulos nos ofrece una obra maestra que critica, cuestiona y, en última instancia, busca una conexión más profunda en medio de la alienación. Reconozcamos y valoremos la humanidad en cada uno de nosotros, más allá de los confines restrictivos de un sistema que a menudo olvida lo que significa ser verdaderamente humano.
Esta obra magistral, estrenada en 1986, segunda parte de la “trilogía del silencio” de Angelopoulos no solo nos lleva a un viaje introspectivo junto a su protagonista, Spyros, sino que también ofrece un agudo comentario sobre la alienación y la lucha de clases en el capitalismo contemporáneo. La película se transforma en un espejo de las tensiones inherentes a una sociedad que margina y desplaza a aquellos que no encajan en sus paradigmas preestablecidos. El capitalismo lleva a los trabajadores a una profunda alienación, distanciándolos de su trabajo, de sus compañeros, del bien producido, y lo que es más importante, de su propia humanidad. Las nuevas sociedades con las TIC masificadas amplifican ese aislamiento aun más, con una política de la atomización social y desbaratamiento de las relaciones interpersonales no mediadas. Spyros es un maestro retirado que busca refugio y propósito en su oficio de apicultor, encarna este sentimiento de desplazamiento y desconexión. En un mundo que no comprende ni valora su pasión y dedicación, se embarca en un viaje que resalta esa fragmentación del individuo y su contexto. Las interacciones entre Spyros y los distintos personajes que encuentra en su viaje nos hablan de las tensiones y diferencias socioeconómicas presentes en la sociedad. Estas interacciones nos muestran que, incluso en ausencia de conflictos abiertos, el capitalismo siembra divisiones profundas entre las personas. Una de las joyas centrales de “El apicultor” es la relación simbiótica entre el hombre y la naturaleza, representada por Spyros y sus abejas. En un mundo donde la industrialización y la mecanización alejan al hombre de la naturaleza, Spyros se mantiene firme en su conexión esencial con sus abejas. Este enlace sirve como una poderosa crítica al sistema, que distancia al trabajador de la verdadera esencia y valor de su trabajo. En lugar de ser simplemente una pieza en una máquina más grande, Spyros encuentra identidad y significado en su oficio. La elección de Angelopoulos de un apicultor como protagonista es deliberada. En el mundo actual, donde todo se reduce a la producción y la mercantilización, un apicultor, que trabaja en armonía con la naturaleza, representa una resistencia silenciosa contra la deshumanización. La apicultura no es solo una profesión para Spyros; es una extensión de su ser y su identidad. En una era de creciente despersonalización, “El apicultor” nos recuerda las profundas fisuras que el capitalismo crea en el tejido social y personal. Mientras Spyros busca un lugar en un mundo que parece haberlo olvidado, la película nos insta a reflexionar sobre nuestro propio lugar en esta vasta maquinaria y las formas en que nos desconectamos de nuestra verdadera esencia. Angelopoulos nos ofrece una obra maestra que critica, cuestiona y, en última instancia, busca una conexión más profunda en medio de la alienación. Reconozcamos y valoremos la humanidad en cada uno de nosotros, más allá de los confines restrictivos de un sistema que a menudo olvida lo que significa ser verdaderamente humano. |
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