La semana pasada por vías diferentes hablaron los dos mayores líderes mundiales. Por una parte Xi Jinping, máximo dirigente de 1.396 millones de ciudadanos de su país y Francisco I, guía espiritual de 1.313 millones de católicos en todo el mundo. Ubicados en las antípodas del planeta, en los opuestos ideológicos y en antagónicas posiciones filosóficas, el primero, chino, comunista y marxista, el otro, argentino, cristiano e idealista, coincidieron en la necesidad de que el mundo retome un camino que lo dirija a la paz y a una concordia que permita superar los graves problemas que aquejan a la humanidad.
Al participar en la 75ta. Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, Xi fue claro al rechazar que un país pretenda sacar provecho del sufrimiento de los otros y quedarse “de brazos cruzados” ante las desgracias ajenas”. Apeló a la aceptación de que vivimos en un mundo interdependiente, en el que no caben los juegos suma cero haciendo un llamado a “superar la trampa del choque de civilizaciones y respetar mutuamente el camino y la modalidad de desarrollo escogidos soberanamente por cada país”.
El presidente chino apeló a comprender que la diversidad del planeta es una poderosa fuerza que puede conducir a los ciudadanos al progreso siempre que se preserve la condición humana de todas las civilizaciones. En cuanto al papel de China de cara al futuro, Xi fue enfático: “… nunca pretendemos la hegemonía ni la expansión, y nunca procuramos las supuestas esferas de influencia. No tenemos la menor intención de entrar ni en la guerra fría ni en la guerra caliente con ningún país. Al contrario, siempre persistimos en solventar las diferencias mediante diálogos y solucionar las disputas a través de negociaciones. La supremacía no es nuestro objeto, y tú pierdes y yo gano no es nuestra lógica”.
La semana pasada por vías diferentes hablaron los dos mayores líderes mundiales. Por una parte Xi Jinping, máximo dirigente de 1.396 millones de ciudadanos de su país y Francisco I, guía espiritual de 1.313 millones de católicos en todo el mundo. Ubicados en las antípodas del planeta, en los opuestos ideológicos y en antagónicas posiciones filosóficas, el primero, chino, comunista y marxista, el otro, argentino, cristiano e idealista, coincidieron en la necesidad de que el mundo retome un camino que lo dirija a la paz y a una concordia que permita superar los graves problemas que aquejan a la humanidad. De la misma manera, en su nueva Encíclica “Fratelli tutti” (Hermanos todos), Francisco convoca al mundo a “rehabilitar la política” para hacer frente a la pandemia y “hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial” afirmando que “el mercado solo no resuelve todo”, al contrario cree que la especulación financiera genera “estragos” en el mundo. El Papa se pregunta “¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción”. Concluye con una fuerte crítica al mercado que según él como solución mágica de todos los problemas, “aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal”, y afirma que esta propuesta no es más que “un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”. |
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