Fanny Edelman en su libro autobiográfico Banderas. Pasiones. Camaradas (1996) narra entre otras experiencias de vida por el mundo, su amor infinito por la revolución cubana y su pueblo. También rememora su primer encuentro con el Comandante Fidel Castro que aquí se transcribe:
“¿Cómo calificar el primer encuentro con Fidel?
Lo había escuchado personalmente en distintas oportunidades en las grandes concentraciones de la Plaza de la Revolución con motivo del 1º de Mayo y en los aniversarios del asalto al Cuartel Moncada. Me había impresionado la sabiduría de su palabra, un verdadero magisterio, su capacidad de nutrir al pueblo de las ideas más profundas con el lenguaje más llano y accesible. Su discurso en el Congreso de Mujeres de América realizado en 1963, (al que concurrió una numerosa delegación argentina de comunistas, peronistas, socialistas, cristianas y mujeres sin Partido, cohesionadas por intereses comunes, por una lucha conjunta contra la dictadura de turno) fue para mí revelador de la fuerza de la Revolución, que después de destruir en Playa Girón a la contrarrevolución organizada por el imperialismo yanqui, se había enfrentado a la crisis de los misiles.
Ante ese Congreso que se desarrollaba en un momento tan peculiar, Fidel puso de manifiesto la irrenunciable postura antiimperialista de la Revolución, condenando de manera implacable la política de agresión y muerte, la perfidia, el carácter rapaz, violento e inmoral del sistema capitalista. Y fue al mismo tiempo un canto a la legitimidad de la Revolución, de esa experiencia que nos impresiona tan intensamente y que comenzaba a avanzar con una autenticidad plena de grandeza.
Aquel primer encuentro me dio la pauta de la dimensión humana del líder de la Revolución. Habíamos finalizado una serie de reuniones con Vilma Espín y otra compañera latinoamericana. Si no recuerdo mal, me acompañaba Mireya Baltra, que fuera Ministra de Trabajo del Gobierno de la Unidad Popular de Chile.
Habíamos trabajado intensamente en la preparación de un evento y regresábamos a nuestros respectivos países. Ya en el aeropuerto, poco más de una hora antes de abordar el avión, se acercó a nosotros un oficial y susurró algo al oído de la compañera cubana que nos despedía. De inmediato nos invitan a pasar a otro salón y Oh¡ sorpresa nos esperaba para saludarnos el Comandante en Jefe de de la Revolución, Fidel Castro.
Jamás olvidaré aquel momento. Una emoción y una turbación difícil de medir, se confundía con un gran asombro. Admiración, alegría y una no pequeña dosis de timidez. Era difícil entender que el Jefe del Gobierno y del estado dispensara una parte de su tiempo para saludar a dos militantes del movimiento femenino del Continente. Con extraordinaria solicitud nos interrogó sobre el resultado de nuestro trabajo, saludó y estimuló la iniciativa que acabábamos de planificar y nos manifestó su total apoyo. Ese gesto me dio la pauta de la sensibilidad solidaria, de la fuerza intransferible de Fidel, que a mí entender, ha ingresado a la historia de la segunda mitad de nuestro siglo como la figura más legítima, más singular, del movimiento revolucionario mundial.
Pensador, político, estratega militar, espíritu crítico y autocrítico, polemista y pedagogo, poseedor de una cultura impresionante, espíritu creador, marxista, antidogmático en el análisis de los problemas más complejos del mundo contemporáneo, a Fidel le caben las palabras de Juan Marinello sobre Martí: “Como juró en sus días juveniles, prefirió a todos, el oficio de hombre. Y ese oficio lo amarró al quehacer político, liberador”. Ese oficio es el que admiramos y queremos profundamente. Ese oficio resume un pensamiento transparente, elocuente sencillez, palabra justa y hermosa, voluntad de acero, moral revolucionaria, patriotismo e internacionalismo inquebrantables. Ese oficio es el que “pone el oído en las gentes llanas –como Martí- no para atraparles el modo gracial y elocuente, sino para encarar cabalmente sus clamores”. Y para construir en base a la verdad, con el pueblo, la auténtica, indudable llave de la victoria.
Ese es para mí Fidel. Compartir un encuentro con él, si es coloquial tanto mejor, me causa como en aquel del aeropuerto, emoción, admiración y también timidez, además de la intensa alegría y el honor de dialogar con una figura de tal estatura histórica y universal.”
La revolución cubana según Fanny Edelman:
“Recorrer la Isla en sucesivas visitas, participar en los Congresos de la Federación, en múltiples encuentros con el Partido Comunista, en multitudinarias reuniones de trascendencia universal como la referida a la impagable deuda externa; participar en reuniones de los Comités de Defensa de la Revolución o conversar una larga tarde con los niños en el campamento de pioneros de Tarará, con los jóvenes estudiantes en las escuelas del campo, visitar las Cooperativas y Centrales azucareros, las fábricas de tabaco, y las textileras o sencillamente hablar con la gente en la calle, me ha hecho inmensamente dichosa. En todos esos encuentros siento corporizados mis sueños, mi optimismo revolucionario, la razón de ser de nuestra lucha, los valores que sostienen nuestra utopía y que nos afirman en la inevitabilidad de la transformación social.
Hoy se agiganta Cuba ante la brutal ofensiva imperial, afrontando y superando escollos que parecían insalvables, defiende con dignidad indoblegable, la Patria, la Revolución y el Socialismo.”
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Podés encontrar este y 61 testimonios más de Argentinos que conocieron al Comandante en el libro "Fidel Castro, en la memoria argentina".
Fanny Edelman en su libro autobiográfico Banderas. Pasiones. Camaradas (1996) narra entre otras experiencias de vida por el mundo, su amor infinito por la revolución cubana y su pueblo. También rememora su primer encuentro con el Comandante Fidel Castro que aquí se transcribe: “¿Cómo calificar el primer encuentro con Fidel? La revolución cubana según Fanny Edelman: “Recorrer la Isla en sucesivas visitas, participar en los Congresos de la Federación, en múltiples encuentros con el Partido Comunista, en multitudinarias reuniones de trascendencia universal como la referida a la impagable deuda externa; participar en reuniones de los Comités de Defensa de la Revolución o conversar una larga tarde con los niños en el campamento de pioneros de Tarará, con los jóvenes estudiantes en las escuelas del campo, visitar las Cooperativas y Centrales azucareros, las fábricas de tabaco, y las textileras o sencillamente hablar con la gente en la calle, me ha hecho inmensamente dichosa. En todos esos encuentros siento corporizados mis sueños, mi optimismo revolucionario, la razón de ser de nuestra lucha, los valores que sostienen nuestra utopía y que nos afirman en la inevitabilidad de la transformación social. *** |
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