Sin lugar a dudas, la mejor estrategia para disminuir la inseguridad es mejorar en términos de igualdad, inclusión social, movilidad social ascendente, nivel de actividad, tasa de empleo e ingresos reales. No puede desconocerse la evidencia empírica que asocia incrementos en la criminalidad con aumentos en pobreza, inequidad, desempleo y exclusión social.
Tomando datos proporcionados por el Instituto para la Economía y la Paz, cuya sede se halla en Sidney, Australia, se analiza la situación actual de nuestro país de manera comparativa, tras lo cual tal vez caen desmoronadas algunas premisas que forman parte del conjunto de creencias de las mayorías. Concretamente: Argentina es el cuarto país más seguro de toda América, sólo superado por Canadá, Costa Rica y Uruguay, y ganándole ampliamente a EEUU, Brasil, México y El Salvador.
La tasa de homicidios dolosos cada 100.000 habitantes, disminuyó en Argentina de 4,6 a 4,2 durante el 2022, ascendiendo en nivel de seguridad desde el puesto 64 hasta el puesto 54 del planeta. Para establecer comparaciones, el índice de homicidios dolosos en Brasil es de 22,4 y en México de 28,2. Por su parte, en la tabla que va desde el país más seguro (Islandia) hasta el más inseguro (Afganistán), se destacan Canadá en el puesto 11, Alemania en el 15, España 32, Italia 34, Costa Rica 39, Uruguay 50, Argentina 54, Chile 58, Bolivia 78, Ecuador 97, Perú 103, El Salvador 122, EEUU 131, Brasil 132, México 136, Venezuela 141, Colombia 141 e Israel 143.
Un aspecto de relevancia es que dicho informe establece un índice de criminalidad para cada provincia, dentro de lo cual adquiere una distinción negativa la Provincia de Santa Fe con 11,4 homicidios dolosos cada 100.000 habitantes, muy por encima del promedio nacional (4,2). Esto enfatiza el enorme problema que sufre la ciudad de Rosario con el Narcotráfico, erigiéndose como un impostergable asunto a solucionar. De hecho, si Santa Fe tuviese valores parecidos a las otras provincias vecinas, como Córdoba con 2,6, el promedio nacional bajaría de 4,2 a 3,5, ascendiendo en la tabla mencionada anteriormente.
Razones que explican la mejora argentina frente a la inseguridad son la constante creación de empleo que se registra desde la salida de la pandemia incesantemente, el despliegue de diferentes mecanismos igualadores como la entrega de medicamentos gratuitos a los jubilados, la expansión de los sistemas públicos de salud y educación, el auge del turismo tanto interno como receptivo y la modernización de los sistemas de seguridad interna.
Sin embargo, el triunfo de la corriente neoliberal en las elecciones presidenciales, abre un panorama de creciente incertidumbre. En línea con lo anterior, el gobierno de Alberto Fernández y Sergio Massa había anunciado la incorporación del Hospital Alemán al PAMI, la obra social de los jubilados, tal como se había hecho con el Hospital Francés y el Hospital Español. En sentido inverso, los enunciados del presidente electo Milei amenazan con la privatización de la salud, la educación, las jubilaciones y absolutamente todo lo que sea del Estado. Por consiguiente, aquellas buenas noticias se están transformando muy rápidamente en la conformación de un escenario que da miedo, producto de la posible eliminación de beneficios para el conjunto de la población, del mismo modo en que el gobierno Macri – Vidal – Larreta (2015-2019) no inauguró los hospitales casi terminados por el gobierno anterior, tras lo que procedió a la desfinanciación del sistema sanitario.
La misma suerte correrá para todas nuestras empresas estrella. YPF es uno de los casos más emblemáticos. Para que se entienda la lógica: Nuestra empresa hidrocarburífera nacional había sido privatizada en 1989 por el gobierno neoliberal de Menem, teniendo más de 100 pozos productivos. Desde entonces fue vaciada, se redujeron los pozos productivos a sólo 11 y encima nos robaron a través de la estafa del retiro de utilidades que facilitó aquel gobierno. En 2012 fue recuperada por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, no paró de crecer, sus pozos productivos aumentaron hasta casi 800, incorporó a su capital el Yacimiento Vaca Muerta, construyó el Gasoducto Néstor Kirchner y su valor ascendió de 30.000 a más de 400.000 millones de dólares, además de asegurar superávit energético para los años venideros. Pero ya Milei dijo que lo va a privatizar otra vez.
Ganaron las elecciones los negacionistas de la dictadura, los que dicen que en los setentas hubo una guerra en lugar de lo que fue: un plan sistemático, armado, conducido y supervisado, con más de 400 centros clandestinos de detención, tortura y exterminio en todo el país, que incluyó 30.000 desaparecidos, robo de bebés, millones de libros quemados, gente tirada viva al río en los vuelos de la muerte, destrucción de la industria y megaendeudamiento. Ahora dicen que en nombre de la democracia van a privatizar los medios públicos como la TV pública, Radio Nacional y la agencia nacional de noticias Telam. En vez de pluralidad de voces habrá una abrumosa concentración monitoreada por los dueños del póder. Son los mismos. Macri cuando asumió en diciembre de 2015 anuló la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual – Ley de Medios – y cerró el AFSCA. Son los mismos.
Nos quieren engañar con el asunto fiscal. Dicen que no se puede gastar más de lo que se recauda. Pero la reducción del gasto sólo conduce a una disminución de la actividad que se traduce en aumento de desempleo y pobreza, al tiempo que reduce la recaudación del Estado porque hay menor producción de riqueza. En cambio, aumentar la recaudación es posible si se reduce la corrupción de las corporaciones que mienten con sus declaraciones, contrabandean y ocasionan un gigantesco fraude fiscal. Además, es oportuno recordar los proyectos de ley para cobrarle impuestos a los fugadores y a las bases imponibles más ricas.
Pues bien, la libertad llegó para ellos, los saqueadores. Con los mismos de siempre: Macri, Bullrich Luro Pueyrredón, Caputo, Dujovne, Sturzenegger... Algunos fueron engañados con la frase de Milei, que decía que iba a construir “una nueva Argentina sin los mismos de siempre”, lo que denominaba la “casta política”. Bueno, la verdadera casta, la casta económica, asumió el poder del Estado a través de la corrupción mediática financiada por ellos mismos. Los mismos de siempre.
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