Liberación vs. liberalismo
Julián Denaro (*)
No debe olvidarse que la pobreza relativa que padecen Latinoamérica y África se debe en buena medida al saqueo efectuado por EE.UU. y los países dominantes de Europa.



No debe olvidarse que la pobreza relativa que padecen Latinoamérica y África se debe en buena medida al saqueo efectuado por Estados Unidos de Norteamérica y los países dominantes de Europa. A través de la prensa y los medios de difusión, las naciones hegemónicas proceden a convencer a una significativa porción de las sociedades de que “el mundo libre” es lo que será mejor para todos. Sin embargo, la libertad promovida por sus alocuciones significa liberalismo económico. Esto es, ausencia de controles y regulaciones por parte de los pueblos, de modo que los núcleos de poder concentrado puedan operar con total libertad. Claro, libertad para ellos poder saquear a los pueblos desorganizados, desunidos y desinformados.
 
En consecuencia, para defenderse de los sucesivos e incesantes modos de extracción de riqueza por parte del poder fáctico, la estrategia primordial de las sociedades es organizarse e integrarse. La dificultad de estos asuntos se complejiza cuando oligarquías locales son manejadas desde el imperio. Es decir, sectores de poder concentrado que operan en los países periféricos obedecen a los intereses externos que les ceden protección y favores. Y peor aún, ya en épocas de globalización, la concentración económica se despliega a través de empresas privatizadas, que quedan en manos de corporaciones trasnacionales, aumentando la extranjerización.
 
En Argentina, como en el resto de Latinoamérica, gobiernos manejados desde Inglaterra procedieron desde tiempos inmemoriales a permitir la extracción de recursos naturales y de ser funcionales a la creciente industria anglosajona, proveyéndoles materias primas que escasean en Europa pero abundan en nuestra región. Los acuerdos de libre comercio siempre fueron favorables al imperio, ya que los productos de la naturaleza casi sin valor trabajo incorporado, tienen un precio relativo mucho menor que los productos industriales. Así, el excedente comercial para los países desarrollados fue ensanchando la brecha con los países no desarrollados, que se volvieron cada vez más dependientes, a pesar de ser los proveedores de insumos esenciales que los países desarrollados no disponen en cantidades suficientes.
 
Con el transcurso del siglo XIX, especialmente entre las décadas de 1860 y 1890, Inglaterra dirigió la ocupación de enormes extensiones de tierras de nuestra Pampa Húmeda, asesinando a pueblos autóctonos y originarios, para establecer a familias que fueran serviles a ellos. Para comprender las cuestiones más relevantes de las disputas de poder en el siglo XXI, es oportuno tener presente los apellidos de algunas de aquellas familias: Bullrich, Larreta, Peña Brown, Martínez de Hoz, Blanco Villegas (madre de Mauricio Macri), Anchorena, etcétera.
 
El manejo del poder fue consolidándose a través de la posesión de inmensos porcentajes de tierra productiva y de empresas clave. La clase trabajadora, que produce los productos que enriquecen a los dueños de los medios de producción, no tenía derechos o, más bien, sólo tenía derecho a morirse de hambre, en un país productor de alimentos.
 
Un coronel del ejército, de madre y padre pertenecientes a comunidades autóctonas argentinas, se destacó en la esfera intelectual y alcanzó a ser profesor de historia universal en las escuelas del ejército argentino, a lo que le añadiría cursos de estrategia militar e inteligencia militar también a su cargo. Dada la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial, y considerados sus notables atributos, es enviado a Italia como agregado militar argentino con el objetivo de ser observador de lo que ocurre con la guerra. El propio Perón luego contaría que el plan era evitar que nos hicieran pagar los costos de la segunda guerra como nos habían hecho pagar la primera.
 
En su estadía en Europa, Perón aprovecha para tomar cursos en Italia y España de ciencia y ciencia aplicada. También estudia sociológicamente a Europa del Este, al Comunismo y efectúa un análisis de la parte laboral y de las relaciones laborales.
 
Con tanta acumulación de conocimiento y sabiduría, cuando regresa a la Argentina, es convocado para dar conferencias acerca de todo lo que sabía, focalizando en su visión estratégica y geopolítica.

 
En nuestro país, la década de 1930 es conocida como la década infame, en la cual se procedía el “fraude patriótico” año tras año, colocando siempre presidentes que permitan libertad absoluta a quienes manejaban el poder. Para el año 1943, Patrón Costas era el elegido para continuar el ciclo interminable de dominación.
 
Frente a estas circunstancias, el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) se organiza para ponerle fin al sometimiento del pueblo argentino y de nuestra clase trabajadora. Una vez conseguido el golpe del 4 de junio de 1943, le ofrecen la presidencia a Perón, quien responde con sabiduría que de ninguna manera puede ser presidente sin elecciones, y solicita ser Director del Departamento de Trabajo de la Nación, al que muy pronto ascendería a la categoría de Secretaría.
 
Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, se ve con todos los dirigentes obreros y cuerpo a cuerpo con todos los trabajadores, organizándolos y logrando la conquista de justos derechos, como la jornada limitada a 8 horas, las vacaciones pagas y el sueldo anual complementario (SAC o Aguinaldo). Rápidamente incorpora el cargo de Ministro de Guerra y también de Vicepresidente, pero se volvía una amenaza muy peligrosa para el poder. Por tanto, desde EEUU se decide meterlo preso en la Isla Martín García, el 8 de octubre de 1945.
 
En respuesta, la clase obrera organizada reclama la liberación de Perón bajo la contundente proclama de “Queremos a Perón”. El 17 de octubre de 1945 se desarrolla una de las mayores movilizaciones populares de la historia, y se consigue que lo envíen al Hospital Militar en el barrio de Palermo, pero estaba claro que la multitud no se iría de la Plaza de Mayo hasta ver a Perón.
 
El Presidente Farrell le pregunta: “¿qué tenemos que hacer?”, a lo que Perón responde: “Y, convoquen a elecciones, qué están esperando?”. El 24 de febrero de 1946 Perón gana con el 46% de los votos y tan sólo un año más tarde, el 24 de febrero de 1947 se proclaman los derechos del trabajador, esto es, la liberación del pueblo respecto a la opresión de la clase dominante.
 
La conquista de Soberanía Política e Independencia Económica fue lograda con medidas estratégicas a tener presentes con vistas a la construcción de un futuro más justo. Se nacionalizó el Comercio Exterior para que el ingreso proveniente de nuestras exportaciones financie la industrialización. Se nacionalizó el Banco Central y los Depósitos Bancarios para que el caudal de ahorro constante del pueblo argentino sea dirigido a la construcción de viviendas, al desarrollo industrial así como a obras de infraestructura necesarias. Se compraron todas las empresas de servicios y los ferrocarriles para evitar el retiro sistemático de ganancias usureras por parte de las empresas británicas. Se elevó de categoría a la Secretaría de Trabajo convirtiéndola en Ministerio, se legalizó a los sindicatos y se estableció la Ley de Convenios Colectivos de Trabajo (Paritarias). Se creó la Marina Mercante Nacional con Astilleros propios y se creó nuestra empresa aeronáutica de bandera – Aerolíneas Argentinas –. Se creó la Comisión Nacional de Energía Atómica y pasamos a ser uno de los pocos países en producir energía nuclear. Se logró el voto femenino, sumado al universal. Se consiguió la obligatoriedad y la gratuidad en la educación inicial y media y se quitaron los aranceles a la Universidad, permitiendo que las universidades se llenen de hijos de obreros, ya que antes sólo podía ir el oligarca que podía pagar.
 
Esto y mucho más, es lo que se requiere para la Liberación que, para lograrse, necesita enfrentarse al poder hegemónico que sustenta el liberalismo económico.


No debe olvidarse que la pobreza relativa que padecen Latinoamérica y África se debe en buena medida al saqueo efectuado por Estados Unidos de Norteamérica y los países dominantes de Europa. A través de la prensa y los medios de difusión, las naciones hegemónicas proceden a convencer a una significativa porción de las sociedades de que “el mundo libre” es lo que será mejor para todos. Sin embargo, la libertad promovida por sus alocuciones significa liberalismo económico. Esto es, ausencia de controles y regulaciones por parte de los pueblos, de modo que los núcleos de poder concentrado puedan operar con total libertad. Claro, libertad para ellos poder saquear a los pueblos desorganizados, desunidos y desinformados.
 
En consecuencia, para defenderse de los sucesivos e incesantes modos de extracción de riqueza por parte del poder fáctico, la estrategia primordial de las sociedades es organizarse e integrarse. La dificultad de estos asuntos se complejiza cuando oligarquías locales son manejadas desde el imperio. Es decir, sectores de poder concentrado que operan en los países periféricos obedecen a los intereses externos que les ceden protección y favores. Y peor aún, ya en épocas de globalización, la concentración económica se despliega a través de empresas privatizadas, que quedan en manos de corporaciones trasnacionales, aumentando la extranjerización.
 
En Argentina, como en el resto de Latinoamérica, gobiernos manejados desde Inglaterra procedieron desde tiempos inmemoriales a permitir la extracción de recursos naturales y de ser funcionales a la creciente industria anglosajona, proveyéndoles materias primas que escasean en Europa pero abundan en nuestra región. Los acuerdos de libre comercio siempre fueron favorables al imperio, ya que los productos de la naturaleza casi sin valor trabajo incorporado, tienen un precio relativo mucho menor que los productos industriales. Así, el excedente comercial para los países desarrollados fue ensanchando la brecha con los países no desarrollados, que se volvieron cada vez más dependientes, a pesar de ser los proveedores de insumos esenciales que los países desarrollados no disponen en cantidades suficientes.
 
Con el transcurso del siglo XIX, especialmente entre las décadas de 1860 y 1890, Inglaterra dirigió la ocupación de enormes extensiones de tierras de nuestra Pampa Húmeda, asesinando a pueblos autóctonos y originarios, para establecer a familias que fueran serviles a ellos. Para comprender las cuestiones más relevantes de las disputas de poder en el siglo XXI, es oportuno tener presente los apellidos de algunas de aquellas familias: Bullrich, Larreta, Peña Brown, Martínez de Hoz, Blanco Villegas (madre de Mauricio Macri), Anchorena, etcétera.
 
El manejo del poder fue consolidándose a través de la posesión de inmensos porcentajes de tierra productiva y de empresas clave. La clase trabajadora, que produce los productos que enriquecen a los dueños de los medios de producción, no tenía derechos o, más bien, sólo tenía derecho a morirse de hambre, en un país productor de alimentos.
 
Un coronel del ejército, de madre y padre pertenecientes a comunidades autóctonas argentinas, se destacó en la esfera intelectual y alcanzó a ser profesor de historia universal en las escuelas del ejército argentino, a lo que le añadiría cursos de estrategia militar e inteligencia militar también a su cargo. Dada la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial, y considerados sus notables atributos, es enviado a Italia como agregado militar argentino con el objetivo de ser observador de lo que ocurre con la guerra. El propio Perón luego contaría que el plan era evitar que nos hicieran pagar los costos de la segunda guerra como nos habían hecho pagar la primera.
 
En su estadía en Europa, Perón aprovecha para tomar cursos en Italia y España de ciencia y ciencia aplicada. También estudia sociológicamente a Europa del Este, al Comunismo y efectúa un análisis de la parte laboral y de las relaciones laborales.
 
Con tanta acumulación de conocimiento y sabiduría, cuando regresa a la Argentina, es convocado para dar conferencias acerca de todo lo que sabía, focalizando en su visión estratégica y geopolítica.

 
En nuestro país, la década de 1930 es conocida como la década infame, en la cual se procedía el “fraude patriótico” año tras año, colocando siempre presidentes que permitan libertad absoluta a quienes manejaban el poder. Para el año 1943, Patrón Costas era el elegido para continuar el ciclo interminable de dominación.
 
Frente a estas circunstancias, el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) se organiza para ponerle fin al sometimiento del pueblo argentino y de nuestra clase trabajadora. Una vez conseguido el golpe del 4 de junio de 1943, le ofrecen la presidencia a Perón, quien responde con sabiduría que de ninguna manera puede ser presidente sin elecciones, y solicita ser Director del Departamento de Trabajo de la Nación, al que muy pronto ascendería a la categoría de Secretaría.
 
Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, se ve con todos los dirigentes obreros y cuerpo a cuerpo con todos los trabajadores, organizándolos y logrando la conquista de justos derechos, como la jornada limitada a 8 horas, las vacaciones pagas y el sueldo anual complementario (SAC o Aguinaldo). Rápidamente incorpora el cargo de Ministro de Guerra y también de Vicepresidente, pero se volvía una amenaza muy peligrosa para el poder. Por tanto, desde EEUU se decide meterlo preso en la Isla Martín García, el 8 de octubre de 1945.
 
En respuesta, la clase obrera organizada reclama la liberación de Perón bajo la contundente proclama de “Queremos a Perón”. El 17 de octubre de 1945 se desarrolla una de las mayores movilizaciones populares de la historia, y se consigue que lo envíen al Hospital Militar en el barrio de Palermo, pero estaba claro que la multitud no se iría de la Plaza de Mayo hasta ver a Perón.
 
El Presidente Farrell le pregunta: “¿qué tenemos que hacer?”, a lo que Perón responde: “Y, convoquen a elecciones, qué están esperando?”. El 24 de febrero de 1946 Perón gana con el 46% de los votos y tan sólo un año más tarde, el 24 de febrero de 1947 se proclaman los derechos del trabajador, esto es, la liberación del pueblo respecto a la opresión de la clase dominante.
 
La conquista de Soberanía Política e Independencia Económica fue lograda con medidas estratégicas a tener presentes con vistas a la construcción de un futuro más justo. Se nacionalizó el Comercio Exterior para que el ingreso proveniente de nuestras exportaciones financie la industrialización. Se nacionalizó el Banco Central y los Depósitos Bancarios para que el caudal de ahorro constante del pueblo argentino sea dirigido a la construcción de viviendas, al desarrollo industrial así como a obras de infraestructura necesarias. Se compraron todas las empresas de servicios y los ferrocarriles para evitar el retiro sistemático de ganancias usureras por parte de las empresas británicas. Se elevó de categoría a la Secretaría de Trabajo convirtiéndola en Ministerio, se legalizó a los sindicatos y se estableció la Ley de Convenios Colectivos de Trabajo (Paritarias). Se creó la Marina Mercante Nacional con Astilleros propios y se creó nuestra empresa aeronáutica de bandera – Aerolíneas Argentinas –. Se creó la Comisión Nacional de Energía Atómica y pasamos a ser uno de los pocos países en producir energía nuclear. Se logró el voto femenino, sumado al universal. Se consiguió la obligatoriedad y la gratuidad en la educación inicial y media y se quitaron los aranceles a la Universidad, permitiendo que las universidades se llenen de hijos de obreros, ya que antes sólo podía ir el oligarca que podía pagar.
 
Esto y mucho más, es lo que se requiere para la Liberación que, para lograrse, necesita enfrentarse al poder hegemónico que sustenta el liberalismo económico.


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