Muchas personas de América Latina abandonan familiares y hogares en sus países para buscar en Estados Unidos el propagandizado “sueño americano”, que para muchos resulta muy difícil de encontrar.
Varios reportajes publicados en los periódicos de derecha anclados en Miami, como El Diario de las Américas y El Nuevo Herald, están reportando sobre la realidad de muchas personas que viven en esa localidad.
Por las calles, lugares baldíos, debajo de majestuosos puentes que circunvalan la ciudad, cada día aparecen más personas desamparadas, sin trabajo, con hambre que en la mayoría de los casos tratan de mitigar sus frustraciones mediante cualquier tipo de droga barata o el alcohol menos calificado.
En un reportaje realizado por el libelo El Nuevo Herald, (ENH) aparece la ciudadana Liseth Guerra quien lleva seis años viviendo en la calle, desde que su primer esposo murió y ella no puede pagar el apartamento donde vivían. Por estar discapacitada recibe una pensión de 850 dólares mensuales que no le alcanza para costear un alquiler que aunque sea un pequeño cuarto, (efficiency) vale entre 1 500 y 1 700 dólares.
Guerra, cubana de nacimiento, relató que en dos ocasiones ha aplicado al Plan 8 (viviendas que sufraga el Estado) pero no ha quedado seleccionada. “Algunas veces paso la noche en casa de mi mamá que vive en un apartamento de este tipo pero no me puedo quedar más de una semana porque las leyes extremas en este país no lo permiten”.
A la pregunta de cuántos indigentes hay en Hialeah, la oficina de la Secretaría de la municipalidad respondió que “no tiene estadísticas sobre la cantidad de gente sin hogar aunque tienen reportes en los vecindarios de personas durmiendo en la grama, entre dos viviendas, y el problema va en aumento constante.
Esteban Bovo Jr., alcalde de Hialeah, durante una sesión parlamentaria declaró que “el tema de la indigencia se está incrementando con todos los requisitos que se necesitan para alquilar: primer mes, último mes, algunas personas no lo pueden cubrir y terminan en los carros o en trailers”.
Ismare Monreal, jefe del gabinete de Bovo, indicó al diario que ha aumentado el número de reportes policiales sobre personas durmiendo en las calles de la ciudad y ven numerosos desamparados en parques y en centros comerciales. Cuando reciben los reportes policiales los trasladan al Homeless Trust, a la Iglesia Rescate, y a otras organizaciones sin fines de lucro. O sea, como no pueden resolver nada envían los miles de casos a otras instituciones las cuales podrán ayudar a cinco o seis personas.
El pastor David Monduy de la Iglesia Rescate, ubicada en la Cuatro Avenida del este de Hialeah, advirtió que las personas sin techo se ven con mayor frecuencia en los alrededores de ferreterías, en Palm Avenue y en las avenidas del este de la ciudad. Entre la Tercera avenida del oeste y la calle 23 un grupo de personas indigentes se reúnen con frecuencia en un área con muchos galpones donde la iglesia suele llevar su “camión ducha” para que se aseen dos veces por semana.
Allí, se ubica Arturo Báez, cubano de 59 años, visiblemente afectado con quemaduras por la exposición al sol y llagas en la piel por picaduras de mosquito, quien dice haber vivido en la calle desde hace años.
Otro libelo, el Diario las Américas, que al igual que El Nuevo Herald, se han dedicado durante décadas a tratar de denigrar a la Revolución cubana con falsas noticias, ahora no le ha quedado otro remedio que exponer en una serie de reportajes, las verdades que ocurren en Miami Dade.
En uno de esos escritos, informa que Moraima Salgado, como otros cientos de ciudadanos, vive en su auto desde hace nueve meses. Tiene una rutina que la lleva a recorrer solo unos metros cada día en busca de un poco de sombra, comida y agua con hielo. “Solo voy dos o tres veces a la semana a casa de una amiga que vive a dos millas de aquí para darme una ducha.
Moraima llegó muy joven a Estados Unidos. Después de pasar una temporada en California y otra en Puerto Rico, su madre consiguió trabajo en una de las factorías que existían en Miami, para sacar adelante a cuatro hijos. Ella, por su parte tuvo que laboral a los 15 años, primero en un cine, después en una farmacia de la compañía Walgreens, y más tarde obtuvo la licencia para laborar en antiguas casas de apuestas, que sucumbieron ante los casinos actuales.
Al fallecer su madre, no pudo pagar más la renta y alquiló un efficiency del campo de trailers University Lakes por el que pagaba 850 dólares, hasta que el propietario decidió subir la renta a 1050 en febrero.
Ella es solo una entre los cientos de personas no contabilizadas en Miami que viven en sus deteriorados automóviles. Recibe 841 dólares mensuales por el programa de Seguridad de Ingreso Suplementario (SSI) que brinda asistencia a las personas con discapacidades pues tiene la columna deformada y sufre depresiones.
En las zonas centrales y periféricas de Hialeah, Kendall, Miami y Doral, la noche se convierte en un hervidero de autos que hacen las veces de dormitorios, agrega el diario. Moraima subraya que son cientos de personas que pernoctan en el mismo sitio que ella lo hace, como varias madres con hijas pequeñas y sus juguetes que viven en camionetas y autos prácticamente en desuso.
“Estoy expuesta al calor, al sol, a los mosquitos, muchas veces me siento insegura, por eso intento dormir cerca de algún lugar que abra las 24 horas, pero ni así”, asegura. Su rutina, consiste en conseguir en un mismo centro comercial lo necesario para sobrevivir el día a día.
Todo hace indicar que el llamado “sueño americano” se ha convertido en una enorme pesadilla para muchos miamenses.
Varios reportajes publicados en los periódicos de derecha anclados en Miami, como El Diario de las Américas y El Nuevo Herald, están reportando sobre la realidad de muchas personas que viven en esa localidad. Por las calles, lugares baldíos, debajo de majestuosos puentes que circunvalan la ciudad, cada día aparecen más personas desamparadas, sin trabajo, con hambre que en la mayoría de los casos tratan de mitigar sus frustraciones mediante cualquier tipo de droga barata o el alcohol menos calificado. En un reportaje realizado por el libelo El Nuevo Herald, (ENH) aparece la ciudadana Liseth Guerra quien lleva seis años viviendo en la calle, desde que su primer esposo murió y ella no puede pagar el apartamento donde vivían. Por estar discapacitada recibe una pensión de 850 dólares mensuales que no le alcanza para costear un alquiler que aunque sea un pequeño cuarto, (efficiency) vale entre 1 500 y 1 700 dólares. Guerra, cubana de nacimiento, relató que en dos ocasiones ha aplicado al Plan 8 (viviendas que sufraga el Estado) pero no ha quedado seleccionada. “Algunas veces paso la noche en casa de mi mamá que vive en un apartamento de este tipo pero no me puedo quedar más de una semana porque las leyes extremas en este país no lo permiten”. A la pregunta de cuántos indigentes hay en Hialeah, la oficina de la Secretaría de la municipalidad respondió que “no tiene estadísticas sobre la cantidad de gente sin hogar aunque tienen reportes en los vecindarios de personas durmiendo en la grama, entre dos viviendas, y el problema va en aumento constante. Esteban Bovo Jr., alcalde de Hialeah, durante una sesión parlamentaria declaró que “el tema de la indigencia se está incrementando con todos los requisitos que se necesitan para alquilar: primer mes, último mes, algunas personas no lo pueden cubrir y terminan en los carros o en trailers”. Ismare Monreal, jefe del gabinete de Bovo, indicó al diario que ha aumentado el número de reportes policiales sobre personas durmiendo en las calles de la ciudad y ven numerosos desamparados en parques y en centros comerciales. Cuando reciben los reportes policiales los trasladan al Homeless Trust, a la Iglesia Rescate, y a otras organizaciones sin fines de lucro. O sea, como no pueden resolver nada envían los miles de casos a otras instituciones las cuales podrán ayudar a cinco o seis personas. El pastor David Monduy de la Iglesia Rescate, ubicada en la Cuatro Avenida del este de Hialeah, advirtió que las personas sin techo se ven con mayor frecuencia en los alrededores de ferreterías, en Palm Avenue y en las avenidas del este de la ciudad. Entre la Tercera avenida del oeste y la calle 23 un grupo de personas indigentes se reúnen con frecuencia en un área con muchos galpones donde la iglesia suele llevar su “camión ducha” para que se aseen dos veces por semana. Allí, se ubica Arturo Báez, cubano de 59 años, visiblemente afectado con quemaduras por la exposición al sol y llagas en la piel por picaduras de mosquito, quien dice haber vivido en la calle desde hace años. Otro libelo, el Diario las Américas, que al igual que El Nuevo Herald, se han dedicado durante décadas a tratar de denigrar a la Revolución cubana con falsas noticias, ahora no le ha quedado otro remedio que exponer en una serie de reportajes, las verdades que ocurren en Miami Dade. En uno de esos escritos, informa que Moraima Salgado, como otros cientos de ciudadanos, vive en su auto desde hace nueve meses. Tiene una rutina que la lleva a recorrer solo unos metros cada día en busca de un poco de sombra, comida y agua con hielo. “Solo voy dos o tres veces a la semana a casa de una amiga que vive a dos millas de aquí para darme una ducha. Moraima llegó muy joven a Estados Unidos. Después de pasar una temporada en California y otra en Puerto Rico, su madre consiguió trabajo en una de las factorías que existían en Miami, para sacar adelante a cuatro hijos. Ella, por su parte tuvo que laboral a los 15 años, primero en un cine, después en una farmacia de la compañía Walgreens, y más tarde obtuvo la licencia para laborar en antiguas casas de apuestas, que sucumbieron ante los casinos actuales. Al fallecer su madre, no pudo pagar más la renta y alquiló un efficiency del campo de trailers University Lakes por el que pagaba 850 dólares, hasta que el propietario decidió subir la renta a 1050 en febrero. Ella es solo una entre los cientos de personas no contabilizadas en Miami que viven en sus deteriorados automóviles. Recibe 841 dólares mensuales por el programa de Seguridad de Ingreso Suplementario (SSI) que brinda asistencia a las personas con discapacidades pues tiene la columna deformada y sufre depresiones. En las zonas centrales y periféricas de Hialeah, Kendall, Miami y Doral, la noche se convierte en un hervidero de autos que hacen las veces de dormitorios, agrega el diario. Moraima subraya que son cientos de personas que pernoctan en el mismo sitio que ella lo hace, como varias madres con hijas pequeñas y sus juguetes que viven en camionetas y autos prácticamente en desuso. “Estoy expuesta al calor, al sol, a los mosquitos, muchas veces me siento insegura, por eso intento dormir cerca de algún lugar que abra las 24 horas, pero ni así”, asegura. Su rutina, consiste en conseguir en un mismo centro comercial lo necesario para sobrevivir el día a día. Todo hace indicar que el llamado “sueño americano” se ha convertido en una enorme pesadilla para muchos miamenses.
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