Nacido en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 con el nombre de Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto, Neruda se sintió durante toda su vida profundamente enraizado en su tierra chilena pese a haber llevado una existencia de viajero incansable. Su madre, Rosa Neftalí Basoalto Opazo, murió de tuberculosis poco después de dar a luz, y su padre, conductor de un tren que cargaba piedra, José del Carmen Reyes Morales, se casó dos años después con Trinidad Candia Marverde, de quien Neruda escribiría: “Era una mujer dulce y diligente, tenía sentido del humor campesino y una bondad activa e infatigable”. Para el pequeño Neftalí fue su nueva madre como el hada buena; tuteló al muchacho con una solicitud incluso mayor que su auténtico padre, con quien, en su adolescencia, no tardaría en mantener graves disputas.
Residiendo en Temuco, ingresó en el Liceo de la ciudad en 1910, y cuando aún no había salido de esta institución, el 18 de julio de 1917, pudo leer emocionadamente en un periódico local, La Mañana, el primero de sus artículos publicados, que tituló “Entusiasmo y perseverancia”. Para entonces había tenido la suerte de conocer a una imponente señora, “alta, con vestidos muy largos”, que no era otra sino la célebre poetisa Gabriela Mistral, quien le había regalado algunos libros de León Tolstoi, Fiodor Dostoievski y Antón Chéjov, decisivos en su primera formación literaria.
No obstante, su padre se oponía abiertamente a que siguiera esta vocación, de modo que cuando el 28 de noviembre de 1920 obtuvo el premio de la Fiesta de Primavera de Temuco, el joven poeta ya firmaba sus poemas con seudónimo, un ardid para desorientar a su progenitor. El nombre elegido, Neruda, lo había encontrado por azar en una revista y era de origen checo; no sabía que se lo estaba usurpando a un colega, un lejano escritor que compuso hermosas baladas y que posee un monumento erigido en el barrio de Maiá Strana de Praga.
Cuando concluye sus estudios en el Liceo pasa a Santiago para seguir la carrera de profesor de francés en el Instituto Pedagógico, pero continúa preparando libros de versos. Al poco tiempo se vincula a la revista Juventud de la Federación de Estudiantes, donde toma contacto con el movimiento anarquista y, en particular, con uno de los líderes del grupo, formidable y valeroso, llamado Juan Gandulfo. En 1922, habiendo trabado una buena amistad, que se revelaría fecunda y duradera, con el director de la revista Claridad, se incorpora a su redacción, y así comienza a escribir como un poseso hasta cinco poemas diarios. Al año siguiente edita a sus expensas su primer libro de poemas, Crepusculario.
Para poder pagarse esta publicación, Pablo Neruda, por entonces un joven ávido de lecturas y de vida, extravagante y delgado, vestido a lo poeta bohemio del Siglo XIX con un traje negro, debe vender sus muebles, empeñar el reloj que le ha regalado su padre y recibir la ayuda in extremis de un crítico generoso. Este último, un tal Allone, se prestó a saldar la deuda cuando el editor se negó a entregar un solo ejemplar antes de que estuviera satisfecha completamente la factura.
Crepusculario fue en realidad una miscelánea de otros proyectos, una reordenación precipitada de poemas que inmediatamente dejaron insatisfecho al autor. A partir de entonces Neruda se entregó, con más ahínco si cabe, a la confección de otro libro, éste sí, orgánico y mucho más personal, que terminaría publicándose en 1924 con el título Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
A partir de esta época la politización de la poesía de Neruda será progresivamente mayor y, paralelamente, su vida se verá enfrentada a adversas circunstancias económicas. De momento, al abandonar sus estudios, su padre le retira toda ayuda material, por lo que abraza la esperanza de conseguir algún cargo diplomático. Sin embargo, todo lo que obtiene en 1927 es un oscuro y remoto destino consular en Rangún, Birmania.
Allí, en aquellas tierras fantásticas, “entre hombres que adoran la cobra y la vaca”, conoció Pablo Neruda a la tan bella como peligrosa Josie Bliss, una nativa que sin embargo vestía a la manera inglesa. Tras visitar en su compañía los más exóticos rincones de aquellas tierras, se trasladó a vivir a casa de ella, pero pronto la muchacha trocó su dulzura en celos, y la vida de la pareja se hizo intolerable. “Sentía ternura hacia sus pies desnudos”, escribió, pero también contó cómo Josie le escondía las cartas y cómo, en una ocasión, se despertó sobresaltado y la encontró vestida de blanco, al otro lado del mosquitero, tenebrosa, blandiendo un cuchillo mortífero y sin determinarse a asestar el golpe fatal: “Cuando te mueras se acabarán mis temores”, balbuceó con amargura la mujer enferma.
Asustado, Pablo Neruda no tardó en huir de aquella situación que cada vez se volvía más amenazante, y cuando recibió un telegrama en el que se le comunicaba su traslado a Ceilán, preparó el viaje en el más absoluto secreto y se marchó sin despedirse, abandonando en el desolado hogar de Josie sus ropas y sus libros.
| Junto a Federico García Lorca, en España
Ejerció durante un año de cónsul en Colombo (Ceilán, actual Sri Lanka) y en 1929 fue trasladado a Singapur. Su inquietud por las culturas indostanas y la política lo llevó a asistir al Congreso Panhindú, celebrado en Calcuta en 1929. En 1930, Pablo Neruda se casó con María Antonieta Hagenaar, una joven holandesa con la que regresó a Chile dos años después y que le dio una hija, Malva Marina, el 4 de octubre de 1934. Ese mismo año, y tras haber conocido a Federico García Lorca en Buenos Aires, se trasladó a España para hacerse cargo del consulado chileno en Barcelona. En España desarrolló una intensa actividad cultural y conoció a poetas de la generación del 27 como Miguel Hernández, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre o Manuel Altolaguirre.
Su integración en aquel Madrid pletórico de pasiones políticas se acrecentó al año siguiente, pues en febrero de 1935 se hizo cargo del consulado de Chile en la capital española. En Madrid apareció aquel año la revista literaria Caballo Verde para la Poesía, dirigida por el poeta. También allí dio a la imprenta una de sus obras más célebres, Residencia en la Tierra, y conoció a su segunda esposa, Delia del Carril.
La trayectoria española de Neruda tomó tintes dramáticos cuando el 18 de julio de 1936 dio comienzo la terrible guerra civil que enfrentó a “las dos Españas”. Uno de los primeros hechos sangrientos de aquella lucha fue el fusilamiento de Federico García Lorca.
Abandonó la península Ibérica en pleno conflicto bélico y se dirigió a París, desde donde participó activamente en actos de solidaridad con la República y el pueblo español. Tras su regreso a Chile, en 1937, prosiguió su actividad combativa con la publicación de “España en el corazón”. En 1938, Ediciones Ercilla dio a la luz una recopilación de sus obras. Aquel año falleció su padre en Temuco y poco después, su madrastra. En octubre triunfó en las elecciones generales chilenas el Frente Popular. Mientras, en Cataluña, se editaba “España en el corazón”.
La Guerra Civil Española concluyó en 1939 con la derrota de los republicanos. Neruda solicitó, y obtuvo, el nombramiento de cónsul para la inmigración española. Con la idea de ayudar en lo posible a los derrotados, viajó a París y desde allí organizó una expedición de españoles a bordo del Vapor Winnipeg que llegó a Valparaíso a finales de año. El poeta regresó de nuevo a Chile en 1940, cuando ya había comenzado la Segunda Guerra Mundial, pero permaneció poco tiempo en su país, pues en agosto se incorporó a un nuevo destino diplomático, el consulado general de Chile en México. Desde allí viajó a Cuba. En 1942 publicó América, no invoco tu nombre en vano, que después fue incorporado al Canto general; ese año sufrió la pérdida de su hija, Malva Marina, que falleció en Europa.
A partir de 1946, su actividad política se desarrollaría en su propia patria, donde fue elegido senador de la República por las provincias de Tarapacá y Antofagasta. Ese mismo año obtuvo también en Chile el Premio Nacional de Literatura, pero no tardarían en complicársele las cosas cuando hizo pública su enérgica protesta por la persecución desencadenada contra los sindicatos por el presidente González Videla. La lectura ante el Senado de su alegato: Yo acuso, motivó que se ordenara su detención y sólo gracias al refugio que le ofrecieron sus allegados logró evitarla y salir del país el 24 de febrero de 1949.
Durante el tiempo en que estuvo oculto preparó otra de sus obras mayores, Canto general, que, aparte de distribuirse clandestinamente en Chile, se editará en México en 1950 con ilustraciones de los grandes muralistas Siqueiros y Diego Rivera, poco antes de que se le conceda, junto a Picasso y al poeta turco Nazim Hikmet, el Premio Internacional de la Paz.
Comienza entonces un doloroso destierro, cuya tristeza apenas puede ser enjugada por los numerosos homenajes, calurosas recepciones e importantes galardones con que se reconocen sus méritos como poeta y como hombre íntegro. En 1951 inició un viaje por Italia, país en el que fijó su residencia al año siguiente. En Capri escribió “Las uvas y el viento”. Después de un viaje por Europa, al
ser revocada su orden de detención en Chile, pudo regresar a su casa en agosto de 1952.
Su retorno fue motivo de múltiples homenajes públicos. En este periodo difícil del destierro había venido en su auxilio una mujer, la que sería su compañera hasta su muerte: Matilde Urrutia.
Los años siguientes fueron de permanencia en Chile. Organizó en Santiago el Congreso Continental de Cultura, al que acudieron notables personalidades como Diego Rivera, Jorge Amado y Nicolás Guillén. Dictó conferencias en la Universidad de Chile, institución a la que hizo donación de su biblioteca personal. Esta relación con la Universidad dio origen a la creación de la Fundación Neruda para el Desarrollo de la Poesía. En su vida privada fueron tiempos agitados, pues se separó en 1956 de Delia del Carril para unirse sentimentalmente con Urrutia, que fue a vivir a su nueva casa, La Chascona. Sus obras seguían apareciendo a buen ritmo, con publicaciones intermitentes, en Buenos Aires por Losada y en Santiago por Nascimento: Viajes, Nuevas odas elementales y Oda a la tipografía, entre otras. En 1957 Losada publicó sus Obras completas en papel biblia y, en los años sucesivos, Cien sonetos de amor, Tercer libro de las odas y Navegaciones y regresos. En 1958 aparece editada otra de sus obras más notables, una de las preferidas del poeta, Estravagario. “Por su irreverencia (escribió Neruda) es mi libro más íntimo”.
El incansable viajero sintió de nuevo la llamada de Europa y en 1965 se trasladó a ese continente, donde recibió nuevos honores. La Universidad de Oxford le nombró Doctor honoris causa en Filosofía y Letras. En Hungría se entrevistó con Miguel Ángel Asturias. En 1966 viajó a Estados Unidos invitado a la reunión del Pen Club. Realizó ese año una interesante incursión en el arte dramático con su obra Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta, que fue estrenada en 1967 por el Instituto de Teatro de la Universidad de Chile.
La vinculación de Neruda con la política tuvo su punto culminante en el año 1970, cuando el Partido Comunista lo designó candidato a la presidencia de Chile, pero el poeta no dudó en renunciar para dar todo su apoyo a Salvador Allende, a quien secundó decididamente en su campaña electoral. Llegado al poder el gobierno de Unidad Popular en 1970, recibió el nombramiento de embajador en París.
En 1971, Pablo Neruda se convirtió en el tercer escritor latinoamericano y en el segundo chileno que obtenía el Premio Nobel de Literatura, pero su encumbramiento literario no le impidió continuar activamente en la defensa de los intereses chilenos. En Nueva York, aprovechando la reunión del Pen Club, denunció el bloqueo estadounidense contra Chile. Tras renunciar a su cargo de embajador en Francia, regresó a Santiago, donde fue pública y multitudinariamente homenajeado en el Estadio Nacional.
| Pablo Neruda durante un discurso en la URSS en el año 1950
En la cúspide de la fama y del reconocimiento también lo esperaban horas amargas. En 1973, el 11 de septiembre, fue sorprendido por el golpe militar contra el presidente Salvador Allende. Profundamente afectado por la nueva situación, no pudo resistir la tragedia y el 23 de septiembre murió en Santiago. El mundo no tardó en enterarse, entre la indignación, el estupor y la impotencia, de que sus casas de Valparaíso y de Santiago habían sido brutalmente saqueadas y destruidas. Sus funerales se desarrollaron en medio de una gran tensión política. Tras su muerte vieron la luz los poemarios que había escrito antes de morir: Jardín de invierno, 2000, El corazón amarillo, Libro de las preguntas, Elegía y Defectos escogidos, todas ellos editadas por Losada en Buenos Aires en 1974. En Barcelona apareció su última obra, la autobiografía Confieso que he vivido.
Neruda es, sin duda, el poeta de mayor prestigio de hispanoamérica y uno de los valores excepcionales de la poesía continental americana. Su poesía ejerció una enorme influencia que ha sido particularmente perceptible en la poesía chilena moderna, ya en su aspecto social (Efraín Barquero, Gonzalo Rojas) ya por profundizar en los parajes poéticos descubiertos por Neruda (Juvencio Valle o Miguel Arteche). Pero la importancia de Neruda dentro de la poesía americana es semejante a la que en su tiempo tuvo Rubén Darío; como el nicaragüense, también Neruda ha influido hondamente en todo el ámbito hispano, incluyendo la poesía española contemporánea.
Como rasgo de conjunto, la obra de Pablo Neruda se caracteriza desde un punto de vista estilístico por la audacia verbal y la originalidad. Las formas simbolistas y modernistas las representa primordialmente el libro “Crepusculario” (1923). Pero pronto su poesía empieza a tener un valor excepcional y surgen las formas que habrán de ser genuinas en obras como El hondero entusiasta (escrito hacia 1923, pero no publicado hasta 1933), Tentativa del hombre infinito (1925) y Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924). Hay en estos poemas una actitud sentimental. El poeta exalta la mujer, la angustia, la tristeza, la ausencia y el recuerdo.
Son todavía poemas autobiográficos y están invadidos por una gran melancolía: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”; el poeta canta la soledad acompañada sólo de sus palabras, antes de que la llenara el recuerdo de la amada: “Antes que tú poblaron la soledad que ocupas / y están acostumbradas más que tú a mi tristeza”; la desesperación: “Soy el desesperado, la palabra sin ecos, / el que lo perdió todo y el que todo lo tuvo”; la tristeza: “He dicho que cantabas en el viento / como los pinos y como los mástiles. / Como ellos eres alta y taciturna. / Y entristeces de pronto, como un viaje”.
Pero además de ese acento de infinita melancolía, ya en estas obras Neruda da una dimensión cósmica, desmesurada, a los términos de comparación: “Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, / te pareces al mundo en tu actitud de entrega”. Cualquier sensación queda siempre vinculada a un elemento, a un acontecimiento cósmico. Arrastrado por su impetuosidad, el poeta buscará la comparación con todo lo que sea grande: montañas, ríos, viento, mar, fuego, noche. La amiga encontrada en el crepúsculo conservará el fuego del día que acaba de fenecer (“llena de las vidas del fuego, / pura heredera del día destruido”), o las raíces de la noche crecerán de súbito desde su alma.
Al lado de estas imágenes grandiosas encontramos otras con elementos concretos y materiales, como si el poeta procurara evitar a toda costa la idealización en un afán por mantenerse dentro de lo elemental: “Para sobrevivirme te forjé como un arma, / como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda”, “cuerpo de piel, de musgo”, “brazos de piedra”, etc. Esta fuerza elemental y cósmica es lo que proporciona interés a esta poesía. La amada llega a confundirse, en la pasión del poeta, con la tierra: “Mi cuerpo de labriego salvaje te socava / y hace saltar al hijo del fondo de la tierra”, “En ti los ríos cantan y mi alma de ellos huye”. Así, Neruda busca siempre la materialización de sus sensaciones, ya sea en cosas muy concretas, ya sea en imágenes gigantes: la amada tendrá ojos oceánicos; jugará con la luz del universo; el amor tendrá lugar bajo el viento (“Innumerable corazón del viento / latiendo sobre nuestro silencio enamorado”). Pero a su vez las palabras serán como las yedras, los besos como un vestido, la cabeza un racimo, etcétera.
Y, junto a todo ello, la imagen centelleante, de clara procedencia modernista: “las flechas latientes de los pájaros”, las palabras adelgazadas “como las huellas de las gaviotas en las playas”, la noche que desparrama “espigas azules” sobre el campo, la comparación de la amada con una “abeja blanca”, la alegría del canto como “un campa ario en las manos de un loco”, los crepúsculos como “abanicos gigantes”, “cruces azules”, “árboles de luz”, “sonrisa del agua”. Toda esta poesía de raíz romántica se caracteriza por su profundidad y por su desesperación. Hay en ella algo que nos anuncia ya al poeta de Residencia en la Tierra: la angustia constante, la violencia, los saltos de un concepto a otro, la falta de transición entre las situaciones. También lo que se ha llamado “feísmo” se anuncia ya en estos poemas.
Con la aparición de Residencia en la Tierra cambia completamente el panorama de la poesía de Pablo Neruda: se torna difícil y hermética. El filólogo Amado Alonso puso en claro los problemas de Residencia en la Tierra en su obra Poesía y estilo de Pablo Neruda. Interpretación de una poesía hermética (1940). De acuerdo con Amado Alonso, y al contrario de los anteriores, Residencia en la Tierra es un libro de poesía objetiva, en el sentido de que, aunque el poeta nos ofrezca su propia visión del mundo, lo hace sin mezcla de situaciones personales, sin hacer autobiografía.
Este texto se completa en nuestra página www.acercandonoscultura.com.ar/nota-217-.html donde también encontrarás un video en los canales de la editorial con material ampliado del poeta.
Residiendo en Temuco, ingresó en el Liceo de la ciudad en 1910, y cuando aún no había salido de esta institución, el 18 de julio de 1917, pudo leer emocionadamente en un periódico local, La Mañana, el primero de sus artículos publicados, que tituló “Entusiasmo y perseverancia”. Para entonces había tenido la suerte de conocer a una imponente señora, “alta, con vestidos muy largos”, que no era otra sino la célebre poetisa Gabriela Mistral, quien le había regalado algunos libros de León Tolstoi, Fiodor Dostoievski y Antón Chéjov, decisivos en su primera formación literaria. No obstante, su padre se oponía abiertamente a que siguiera esta vocación, de modo que cuando el 28 de noviembre de 1920 obtuvo el premio de la Fiesta de Primavera de Temuco, el joven poeta ya firmaba sus poemas con seudónimo, un ardid para desorientar a su progenitor. El nombre elegido, Neruda, lo había encontrado por azar en una revista y era de origen checo; no sabía que se lo estaba usurpando a un colega, un lejano escritor que compuso hermosas baladas y que posee un monumento erigido en el barrio de Maiá Strana de Praga. Cuando concluye sus estudios en el Liceo pasa a Santiago para seguir la carrera de profesor de francés en el Instituto Pedagógico, pero continúa preparando libros de versos. Al poco tiempo se vincula a la revista Juventud de la Federación de Estudiantes, donde toma contacto con el movimiento anarquista y, en particular, con uno de los líderes del grupo, formidable y valeroso, llamado Juan Gandulfo. En 1922, habiendo trabado una buena amistad, que se revelaría fecunda y duradera, con el director de la revista Claridad, se incorpora a su redacción, y así comienza a escribir como un poseso hasta cinco poemas diarios. Al año siguiente edita a sus expensas su primer libro de poemas, Crepusculario. Para poder pagarse esta publicación, Pablo Neruda, por entonces un joven ávido de lecturas y de vida, extravagante y delgado, vestido a lo poeta bohemio del Siglo XIX con un traje negro, debe vender sus muebles, empeñar el reloj que le ha regalado su padre y recibir la ayuda in extremis de un crítico generoso. Este último, un tal Allone, se prestó a saldar la deuda cuando el editor se negó a entregar un solo ejemplar antes de que estuviera satisfecha completamente la factura. Crepusculario fue en realidad una miscelánea de otros proyectos, una reordenación precipitada de poemas que inmediatamente dejaron insatisfecho al autor. A partir de entonces Neruda se entregó, con más ahínco si cabe, a la confección de otro libro, éste sí, orgánico y mucho más personal, que terminaría publicándose en 1924 con el título Veinte poemas de amor y una canción desesperada. A partir de esta época la politización de la poesía de Neruda será progresivamente mayor y, paralelamente, su vida se verá enfrentada a adversas circunstancias económicas. De momento, al abandonar sus estudios, su padre le retira toda ayuda material, por lo que abraza la esperanza de conseguir algún cargo diplomático. Sin embargo, todo lo que obtiene en 1927 es un oscuro y remoto destino consular en Rangún, Birmania. Allí, en aquellas tierras fantásticas, “entre hombres que adoran la cobra y la vaca”, conoció Pablo Neruda a la tan bella como peligrosa Josie Bliss, una nativa que sin embargo vestía a la manera inglesa. Tras visitar en su compañía los más exóticos rincones de aquellas tierras, se trasladó a vivir a casa de ella, pero pronto la muchacha trocó su dulzura en celos, y la vida de la pareja se hizo intolerable. “Sentía ternura hacia sus pies desnudos”, escribió, pero también contó cómo Josie le escondía las cartas y cómo, en una ocasión, se despertó sobresaltado y la encontró vestida de blanco, al otro lado del mosquitero, tenebrosa, blandiendo un cuchillo mortífero y sin determinarse a asestar el golpe fatal: “Cuando te mueras se acabarán mis temores”, balbuceó con amargura la mujer enferma. Asustado, Pablo Neruda no tardó en huir de aquella situación que cada vez se volvía más amenazante, y cuando recibió un telegrama en el que se le comunicaba su traslado a Ceilán, preparó el viaje en el más absoluto secreto y se marchó sin despedirse, abandonando en el desolado hogar de Josie sus ropas y sus libros. | Junto a Federico García Lorca, en España Su integración en aquel Madrid pletórico de pasiones políticas se acrecentó al año siguiente, pues en febrero de 1935 se hizo cargo del consulado de Chile en la capital española. En Madrid apareció aquel año la revista literaria Caballo Verde para la Poesía, dirigida por el poeta. También allí dio a la imprenta una de sus obras más célebres, Residencia en la Tierra, y conoció a su segunda esposa, Delia del Carril. La trayectoria española de Neruda tomó tintes dramáticos cuando el 18 de julio de 1936 dio comienzo la terrible guerra civil que enfrentó a “las dos Españas”. Uno de los primeros hechos sangrientos de aquella lucha fue el fusilamiento de Federico García Lorca. Abandonó la península Ibérica en pleno conflicto bélico y se dirigió a París, desde donde participó activamente en actos de solidaridad con la República y el pueblo español. Tras su regreso a Chile, en 1937, prosiguió su actividad combativa con la publicación de “España en el corazón”. En 1938, Ediciones Ercilla dio a la luz una recopilación de sus obras. Aquel año falleció su padre en Temuco y poco después, su madrastra. En octubre triunfó en las elecciones generales chilenas el Frente Popular. Mientras, en Cataluña, se editaba “España en el corazón”. La Guerra Civil Española concluyó en 1939 con la derrota de los republicanos. Neruda solicitó, y obtuvo, el nombramiento de cónsul para la inmigración española. Con la idea de ayudar en lo posible a los derrotados, viajó a París y desde allí organizó una expedición de españoles a bordo del Vapor Winnipeg que llegó a Valparaíso a finales de año. El poeta regresó de nuevo a Chile en 1940, cuando ya había comenzado la Segunda Guerra Mundial, pero permaneció poco tiempo en su país, pues en agosto se incorporó a un nuevo destino diplomático, el consulado general de Chile en México. Desde allí viajó a Cuba. En 1942 publicó América, no invoco tu nombre en vano, que después fue incorporado al Canto general; ese año sufrió la pérdida de su hija, Malva Marina, que falleció en Europa. A partir de 1946, su actividad política se desarrollaría en su propia patria, donde fue elegido senador de la República por las provincias de Tarapacá y Antofagasta. Ese mismo año obtuvo también en Chile el Premio Nacional de Literatura, pero no tardarían en complicársele las cosas cuando hizo pública su enérgica protesta por la persecución desencadenada contra los sindicatos por el presidente González Videla. La lectura ante el Senado de su alegato: Yo acuso, motivó que se ordenara su detención y sólo gracias al refugio que le ofrecieron sus allegados logró evitarla y salir del país el 24 de febrero de 1949. Durante el tiempo en que estuvo oculto preparó otra de sus obras mayores, Canto general, que, aparte de distribuirse clandestinamente en Chile, se editará en México en 1950 con ilustraciones de los grandes muralistas Siqueiros y Diego Rivera, poco antes de que se le conceda, junto a Picasso y al poeta turco Nazim Hikmet, el Premio Internacional de la Paz. Comienza entonces un doloroso destierro, cuya tristeza apenas puede ser enjugada por los numerosos homenajes, calurosas recepciones e importantes galardones con que se reconocen sus méritos como poeta y como hombre íntegro. En 1951 inició un viaje por Italia, país en el que fijó su residencia al año siguiente. En Capri escribió “Las uvas y el viento”. Después de un viaje por Europa, al Su retorno fue motivo de múltiples homenajes públicos. En este periodo difícil del destierro había venido en su auxilio una mujer, la que sería su compañera hasta su muerte: Matilde Urrutia. Los años siguientes fueron de permanencia en Chile. Organizó en Santiago el Congreso Continental de Cultura, al que acudieron notables personalidades como Diego Rivera, Jorge Amado y Nicolás Guillén. Dictó conferencias en la Universidad de Chile, institución a la que hizo donación de su biblioteca personal. Esta relación con la Universidad dio origen a la creación de la Fundación Neruda para el Desarrollo de la Poesía. En su vida privada fueron tiempos agitados, pues se separó en 1956 de Delia del Carril para unirse sentimentalmente con Urrutia, que fue a vivir a su nueva casa, La Chascona. Sus obras seguían apareciendo a buen ritmo, con publicaciones intermitentes, en Buenos Aires por Losada y en Santiago por Nascimento: Viajes, Nuevas odas elementales y Oda a la tipografía, entre otras. En 1957 Losada publicó sus Obras completas en papel biblia y, en los años sucesivos, Cien sonetos de amor, Tercer libro de las odas y Navegaciones y regresos. En 1958 aparece editada otra de sus obras más notables, una de las preferidas del poeta, Estravagario. “Por su irreverencia (escribió Neruda) es mi libro más íntimo”. El incansable viajero sintió de nuevo la llamada de Europa y en 1965 se trasladó a ese continente, donde recibió nuevos honores. La Universidad de Oxford le nombró Doctor honoris causa en Filosofía y Letras. En Hungría se entrevistó con Miguel Ángel Asturias. En 1966 viajó a Estados Unidos invitado a la reunión del Pen Club. Realizó ese año una interesante incursión en el arte dramático con su obra Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta, que fue estrenada en 1967 por el Instituto de Teatro de la Universidad de Chile. La vinculación de Neruda con la política tuvo su punto culminante en el año 1970, cuando el Partido Comunista lo designó candidato a la presidencia de Chile, pero el poeta no dudó en renunciar para dar todo su apoyo a Salvador Allende, a quien secundó decididamente en su campaña electoral. Llegado al poder el gobierno de Unidad Popular en 1970, recibió el nombramiento de embajador en París. En 1971, Pablo Neruda se convirtió en el tercer escritor latinoamericano y en el segundo chileno que obtenía el Premio Nobel de Literatura, pero su encumbramiento literario no le impidió continuar activamente en la defensa de los intereses chilenos. En Nueva York, aprovechando la reunión del Pen Club, denunció el bloqueo estadounidense contra Chile. Tras renunciar a su cargo de embajador en Francia, regresó a Santiago, donde fue pública y multitudinariamente homenajeado en el Estadio Nacional. Neruda es, sin duda, el poeta de mayor prestigio de hispanoamérica y uno de los valores excepcionales de la poesía continental americana. Su poesía ejerció una enorme influencia que ha sido particularmente perceptible en la poesía chilena moderna, ya en su aspecto social (Efraín Barquero, Gonzalo Rojas) ya por profundizar en los parajes poéticos descubiertos por Neruda (Juvencio Valle o Miguel Arteche). Pero la importancia de Neruda dentro de la poesía americana es semejante a la que en su tiempo tuvo Rubén Darío; como el nicaragüense, también Neruda ha influido hondamente en todo el ámbito hispano, incluyendo la poesía española contemporánea. Como rasgo de conjunto, la obra de Pablo Neruda se caracteriza desde un punto de vista estilístico por la audacia verbal y la originalidad. Las formas simbolistas y modernistas las representa primordialmente el libro “Crepusculario” (1923). Pero pronto su poesía empieza a tener un valor excepcional y surgen las formas que habrán de ser genuinas en obras como El hondero entusiasta (escrito hacia 1923, pero no publicado hasta 1933), Tentativa del hombre infinito (1925) y Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924). Hay en estos poemas una actitud sentimental. El poeta exalta la mujer, la angustia, la tristeza, la ausencia y el recuerdo. Son todavía poemas autobiográficos y están invadidos por una gran melancolía: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”; el poeta canta la soledad acompañada sólo de sus palabras, antes de que la llenara el recuerdo de la amada: “Antes que tú poblaron la soledad que ocupas / y están acostumbradas más que tú a mi tristeza”; la desesperación: “Soy el desesperado, la palabra sin ecos, / el que lo perdió todo y el que todo lo tuvo”; la tristeza: “He dicho que cantabas en el viento / como los pinos y como los mástiles. / Como ellos eres alta y taciturna. / Y entristeces de pronto, como un viaje”. Pero además de ese acento de infinita melancolía, ya en estas obras Neruda da una dimensión cósmica, desmesurada, a los términos de comparación: “Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, / te pareces al mundo en tu actitud de entrega”. Cualquier sensación queda siempre vinculada a un elemento, a un acontecimiento cósmico. Arrastrado por su impetuosidad, el poeta buscará la comparación con todo lo que sea grande: montañas, ríos, viento, mar, fuego, noche. La amiga encontrada en el crepúsculo conservará el fuego del día que acaba de fenecer (“llena de las vidas del fuego, / pura heredera del día destruido”), o las raíces de la noche crecerán de súbito desde su alma. Al lado de estas imágenes grandiosas encontramos otras con elementos concretos y materiales, como si el poeta procurara evitar a toda costa la idealización en un afán por mantenerse dentro de lo elemental: “Para sobrevivirme te forjé como un arma, / como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda”, “cuerpo de piel, de musgo”, “brazos de piedra”, etc. Esta fuerza elemental y cósmica es lo que proporciona interés a esta poesía. La amada llega a confundirse, en la pasión del poeta, con la tierra: “Mi cuerpo de labriego salvaje te socava / y hace saltar al hijo del fondo de la tierra”, “En ti los ríos cantan y mi alma de ellos huye”. Así, Neruda busca siempre la materialización de sus sensaciones, ya sea en cosas muy concretas, ya sea en imágenes gigantes: la amada tendrá ojos oceánicos; jugará con la luz del universo; el amor tendrá lugar bajo el viento (“Innumerable corazón del viento / latiendo sobre nuestro silencio enamorado”). Pero a su vez las palabras serán como las yedras, los besos como un vestido, la cabeza un racimo, etcétera. Y, junto a todo ello, la imagen centelleante, de clara procedencia modernista: “las flechas latientes de los pájaros”, las palabras adelgazadas “como las huellas de las gaviotas en las playas”, la noche que desparrama “espigas azules” sobre el campo, la comparación de la amada con una “abeja blanca”, la alegría del canto como “un campa ario en las manos de un loco”, los crepúsculos como “abanicos gigantes”, “cruces azules”, “árboles de luz”, “sonrisa del agua”. Toda esta poesía de raíz romántica se caracteriza por su profundidad y por su desesperación. Hay en ella algo que nos anuncia ya al poeta de Residencia en la Tierra: la angustia constante, la violencia, los saltos de un concepto a otro, la falta de transición entre las situaciones. También lo que se ha llamado “feísmo” se anuncia ya en estos poemas. Con la aparición de Residencia en la Tierra cambia completamente el panorama de la poesía de Pablo Neruda: se torna difícil y hermética. El filólogo Amado Alonso puso en claro los problemas de Residencia en la Tierra en su obra Poesía y estilo de Pablo Neruda. Interpretación de una poesía hermética (1940). De acuerdo con Amado Alonso, y al contrario de los anteriores, Residencia en la Tierra es un libro de poesía objetiva, en el sentido de que, aunque el poeta nos ofrezca su propia visión del mundo, lo hace sin mezcla de situaciones personales, sin hacer autobiografía. Este texto se completa en nuestra página www.acercandonoscultura.com.ar/nota-217-.html donde también encontrarás un video en los canales de la editorial con material ampliado del poeta. |
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