Perspectivas para la post pandemia en el conflicto de Estados Unidos contra China
Sergio Rodríguez Gelfenstein
... mientras Estados Unidos se enfrenta a un rebrote de la pandemia de Covid-19 que se manifiesta en cifras récords de contagio, China camina en sentido inverso tras haber controlado al virus, lo cual le ha permitido tomar rápidas medidas para el restablecimiento del funcionamiento económico del país ...


Al finalizar el año 2019, parecía que el escenario internacional iba a estar marcado por las elecciones presidenciales en Estados Unidos que de alguna manera se entendían como un plebiscito de la administración de Donald Trump. Así, toda la actividad internacional iba a estar indefectiblemente signada por estos comicios.

En efecto fue así, sin embargo, el temprano inicio en el año de la pandemia de coronavirus Covid19 vino a incorporar otra variable al desenvolvimiento y análisis de la dinámica política, poniendo al mundo en una situación tal que los gobiernos y los decisores se tuvieron que ver obligatoriamente volcados a desentrañar la insólita intríngulis de este novedoso fenómeno que, siendo un acontecimiento vinculado a la salud, devino en tema de diatriba y ejecución política en la que se pusieron de manifiesto diferentes interpretaciones emanadas de la filosofía de cada gobierno y el énfasis que ha puesto en el combate contra el virus.

Sin embargo, no se puede hablar de este año en términos políticos internacionales sin afirmar que desde el punto de vista estratégico, vivimos una etapa de declive de Estados Unidos y ascenso de China en sus calidades de potencias mundiales. Este proceso que se venía desarrollando -al menos- desde comienzos de este siglo, sufrió una aceleración a causa de la pandemia de Covid19.


La confrontación global

La nueva etapa de la confrontación de Estados Unidos contra China fue inaugurada en su faceta económica, financiera, comercial y tecnológica en marzo de 2018 tras la aplicación por parte del Presidente Trump de sanciones y el aumento de aranceles a productos chinos importados. Posteriormente, durante el año 2019 además de elevarse las afectaciones al comercio de uno y otro lado, Estados Unidos dio explícito apoyo y financiamiento a las violentas manifestaciones de grupos radicales en Hong Kong, cuyas demandas fueron escalando desde peticiones de orden reivindicativo hasta declaraciones de rechazo al sistema político de China. Así mismo, la potencia norteamericana incrementó su cooperación militar con Taiwán y acrecentó la presencia de sus fuerzas armadas en los mares adyacentes a China en una clara provocación que tensó aún más la situación en el entorno y en los vínculos bilaterales.

Como se dijo anteriormente, la llegada del año 2020 trajo consigo la pandemia del coronavirus y con ella las recriminaciones de parte de Estados Unidos contra China acusándola de haber sido la causante del surgimiento del virus y su expansión global. Trump llegó a llamar al microorganismo como “virus chino” contradiciendo la opinión de los científicos y la OMS que aún no han logrado determinar el origen del mismo. La aspereza y mordacidad de la retórica anti china por parte de las principales autoridades de Estados Unidos y las medidas que se han tomado en todo ámbito, han llevado al escalamiento del conflicto y han obligado a China a responder con reciprocidad e inaugurar un discurso agresivo ajeno a las tradiciones y costumbres de su diplomacia.

Durante este año también se ha visto un involucramiento mayor de Estados Unidos en asuntos internos de China como la situación de las regiones autónomas de Xinjiang y Tíbet, manteniendo la acometividad en relación a Hong Kong y su apoyo a Taiwán, lo que le ha ido dando al conflicto un carácter multifacético que se manifiesta en diferentes talantes.

En el área de la tecnología, la abrumadora distancia que hasta hace solo unos años mantenía Estados Unidos sobre China se ha ido acortando a pasos acelerados. Aunque hay variadas expresiones del avance de China en esta materia, en los dos últimos años se podrían citar seis hechos que marcan un progreso sustancial de la nación asiática. Ellos son:

1. El envío exitoso en enero de 2019 de una nave espacial que se posó en la cara oculta de la luna, hecho ocurrido por primera vez en la historia.

2. El lanzamiento con ocho meses de adelanto a Occidente de la tecnología de 5ta. Generación (5G). Vale decir que Estados Unidos había obtenido las cuatro anteriores con sobrada distancia respecto de sus competidores.

3. La capacidad científica para enfrentar exitosamente la pandemia de Covid19 cuando era desconocida en el mundo y atacaba prácticamente con exclusividad a ese país durante los meses de enero y febrero.

4. El lanzamiento de la primera misión espacial a Marte.

5. El lanzamiento del tercer satélite para completar la red de 35 aparatos de la tercera generación de su sistema de geolocalización Beidou (BDS), como alternativa al estadounidense GPS.

6. El lanzamiento del primer satélite 6G del mundo.


En el plano militar, la confrontación ha estado signada –como también se dijo antes- por la presencia creciente y en actitud provocadora de la armada de Estados Unidos que ha llegado a reunir dos portaviones junto a sus fuerzas de tarea en los mares adyacentes a China, incentivando sus diferendos limítrofes con países de la región que se están discutiendo en el marco de negociaciones diplomáticas.

De la misma manera, Estados Unidos ha creado una nueva dinámica bélica enlazando sus bases militares en Japón, Corea, las islas Guam y otras posesiones en el Pacífico, Filipinas e incorporando ahora en este dispositivo a Australia que se ha transformado en un firme ariete tras su subordinación absoluta a la lógica imperial estadounidense. En este marco, también ha hecho grandes esfuerzos para incorporar las bases militares que tuvieron en Vietnam hasta 1975 a fin de incluirlas en el gran arco naval que están construyendo en torno a China. De igual forma, Estados Unidos está intentando agregar a India en su mecanismo de pivote asiático creado por el presidente Barack Obama. En esa lógica estimulan los diferendos fronterizos entre las dos potencias asiáticas en el Himalaya.

En realidad, tras todo este contexto de pugna y contienda, se esconde una lógica de confrontación antagónica en términos políticos e ideológicos como lo ha hecho saber el presidente Trump durante sus comparecencias en las asambleas generales de la ONU de 2017, 2018 y 2019 en las que derrochó tiempo y verborrea llamando a combatir al socialismo, un sistema que Estados Unidos había declarado como desaparecido de la faz del planeta. Incluso se llegó a hablar del “fin de la historia” tras la desaparición de la Unión Soviética.

Vale decir que en este último discurso en la máxima asamblea planetaria el 24 de septiembre de 2019, ante representantes de todas las naciones del mundo, Trump se encargó de recordar que: “Tengo el inmenso privilegio de dirigirme a ustedes hoy como el líder elegido de una nación que valora la libertad, la independencia y el autogobierno sobre todas las cosas. Estados Unidos, después de haber gastado más de 2.500 billones de dólares desde mi elección para reconstruir completamente nuestro gran ejército, es también, por mucho, la nación más poderosa del mundo”.

En este sentido, podríamos preguntarnos qué ha hecho China que explique la furia de Estados Unidos con la consecuente adopción de medidas que son expresión de una franca confrontación. Fundamentalmente se debe a que China ha creado un modelo propio de desarrollo que se podría considerar híbrido, toda vez que, sobre la base de la aceptación de que se vive una etapa de transición hacia el socialismo en el que la economía global sigue teniendo un sustento capitalista, se debe construir una superestructura económica que sea lo suficientemente poderosa para enfrentar con éxito las embestidas imperiales y encarar el desarrollo y el mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos.

Este modelo no copia el capitalista occidental fracasado como se ha hecho evidente en el enfrentamiento de la pandemia. Al contrario, está edificando uno propio que considera sus peculiaridades, su historia, su cultura y su filosofía milenaria. Esto le ha permitido resistir con éxito la confrontación occidental capitalista y nipona y perseverar en su camino al socialismo, lo cual es inaceptable para Estados Unidos.
La interrogante entonces es, si esto conduce irremediablemente a una nueva guerra fría o incluso, es válido preguntarse si ya comenzó. Al respecto, parece que efectivamente Estados Unidos quiere llevar al mundo hacia una nueva guerra fría, pero es menester afirmar que por una serie de razones no es seguro que esta se desate o al menos, si lo hace, será distinta de la que se vivió el siglo pasado tal como está presente en el recuerdo y las vivencias de los ciudadanos de mayor edad que guardan una imagen de su devenir a lo largo de la historia.

Frente a esta situación, ¿cuál es el plan de China? La propuesta de su gobierno y del Partido Comunista es seguir creciendo económicamente, expandir su comercio para mejorar las condiciones de vida de la población, eliminar la pobreza y avanzar hacia la construcción de un país “moderno, próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y hermoso” tal como lo planteó el presidente Xi Jinping en su discurso ante el XIX Congreso del Partido Comunista de China en 2017. Xi además afirmó que “este país y su sociedad serán socialistas”.

Por supuesto, China debe resolver innumerables problemas en materia laboral, ecológica, de desequilibrios entre la ciudad y el campo, de participación de la mujer y otros que no ocultan, los reconocen entendiendo que la construcción del socialismo es un proceso dialéctico de aciertos y errores, de avances y retrocesos, en el que se debe aprender de ellos para subsanar las deficiencias y lo mal hecho, y superarlos.
Parten de la idea de que el mundo es interdependiente, está formado por múltiples culturas y civilizaciones que deben aprender a vivir en paz, para lo cual es indispensable construir una comunidad de destino compartido que en lo inmediato obliga a defender el sistema multilateral, a diferencia de Estados Unidos que –por lo menos durante la administración Trump- ha pretendido destruirlo.

En el otro flanco, ¿es posible suponer que Estados Unidos tenga un plan? Claro que lo tiene, pero está basado en la aspiración de imponer su lógica al planeta por cualquier vía -incluso la violenta-. No obstante, en el mediano y largo plazo, ello parece poco probable si se considera que entre 1980 y 2019 el crecimiento de la economía de Estados Unidos fue de 2,7% de promedio anual con una inflación también promedio de 1,6%, lo cual es técnicamente, expresión de crecimiento, sin embargo para un país que aspira a mantenerse como potencia hegemónica global, con un presupuesto militar creciente año tras año, tales cifras no lo aseguran, incluso lo impedirán.

Su industria está en crisis, en los hechos es un país desindustrializado desde que, pretendiendo aprovechar las facilidades de la globalización localizaron sus empresas a través del mundo en la búsqueda de bajar costos y maximizar ganancias. Hoy, Estados Unidos es paradójicamente un país importador de productos… estadounidenses, lo cual le genera un abultado déficit de balanza y una gran dependencia del exterior en el interés de mantener sus altos niveles de consumo. Así mismo, la distancia tecnológica con China que hasta hace pocos años mantenía con amplia ventaja, se ha acortado en la actualidad, incluso en algunas áreas ya el gigante asiático lo ha superado con creces.

Además, como dice el investigador gallego Xulio Ríos, hoy Estados Unidos necesita que “la OTAN le pague su factura” para seguir sosteniendo su poder global. Por otra parte, el anuncio estadounidense de desacoplamiento de China no parece viable porque los beneficios mutuos de economías interconectadas son mucho mayores que las diferencias. En este sentido, se podría argumentar que Estados Unidos necesitará a China más que nunca en la era posterior al COVID-19 toda vez que su economía en crisis, que se espera que se contraiga en más del 5% en 2020, requerirá un reinicio en la relación entre China y Estados Unidos si éste espera lograr un crecimiento positivo en 2021 y más allá. Así mismo, China tendrá una mayor incidencia en la economía estadounidense toda vez que si se cumplen las predicciones del FMI, el gigante asiático crecerá 8,2% en 2021.




¿En que punto se encuentra este conflicto?

En marzo del próximo año se cumplirán tres años desde que el presidente Donald Trump desatará la llamada “guerra económica” contra China. Los resultados están a la vista.

Por otro lado, el análisis de los énfasis y las prioridades presupuestarias en Estados unidos y China son expresión de la orientación más general que le quiere dar cada país a su economía y en último término, de su proyección al futuro. En este sentido, mientras el gasto militar anual de China en 2019 fue de $178 mil millones, el de los Estados Unidos fue de $658 mil millones.

A comienzos de este año, se verificó una fuerte disputa en el Congreso de Estados Unidos para dirimir el proyecto de ley para el gasto del Departamento de Defensa en 2021 que pretendía ser reducido por un sector demócrata mientras que una alianza de otro grupo de demócratas con republicanos y liderada por estos últimos se proponía incrementar el gasto para “mantenerse competitivos” ante las aparentes amenazas de Rusia y China.

Al final, el 21 de julio, la Cámara de Representantes con mayoría demócrata aprobó su versión de la Ley de Autorización de la Defensa Nacional (NDAA por sus siglas en inglés) del año fiscal 2021, con un incremento en el gasto en defensa que pasó de $738 mil millones en 2020 a $740 mil millones para 2021. El Senado bajo control republicano apoyó la medida el 23 de julio. Como referencia, en 2019 Estados Unidos gastó más dinero en su ejército que los nueve países combinados que le siguen. Mientras eso ocurre, en el presupuesto general del país se produjo un drástico recorte del gasto social.

Por otro lado, mientras Estados Unidos se enfrenta a un rebrote de la pandemia de Covid-19 que se manifiesta en cifras récords de contagio, China camina en sentido inverso tras haber controlado al virus, lo cual le ha permitido tomar rápidas medidas para el restablecimiento del funcionamiento económico del país. En su informe “Perspectivas de la Economía Mundial” de octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectó que la economía mundial se contraerá drásticamente en un 4,4% este año. Al mismo tiempo, estableció que la economía de China crecerá 1,9%, 0,9% por encima de su pronóstico de junio. A este respecto, el influyente periódico londinense The Times opinó que: “Después de relajar sus confinamientos durante el verano, los rivales occidentales están luchando para proteger sus economías de una segunda ola del virus. Sin embargo, China implementó un confinamiento severo y un sólido régimen de pruebas para contener el virus la primera vez”, agregando que no obstante que “su economía se contrajo a un ritmo récord a principios de año, la recuperación posterior aún no se ha visto amenazada”.

La centenaria publicación británica informó que los proyectos de infraestructura y las exportaciones contribuyeron al crecimiento económico del país. En este sentido, resalta el impulso otorgado por el Estado a la realización de nuevos proyectos de infraestructura como “carreteras y líneas de trenes de alta velocidad que han conducido a un fuerte repunte de la producción industrial”. Por otra parte, señala que las exportaciones han ampliado su espacio en el mercado mundial aprovechando que las restricciones globales por la pandemia han obstaculizado la producción y el transporte.

Sin embargo, en este contexto, China ha adoptado una serie de medidas para estimular aún más la economía y enfrentar los efectos de la guerra comercial y la pandemia. En primer lugar, además de haber aprobado una nueva normativa que comenzó a tener efecto el 1° de enero de este año, a fin de regular de forma integrada las inversiones extranjeras, China está considerando un plan piloto de reforma para su programa de Sociedad Limitada Extranjera Cualificada (QFLP) para relajar aún más las reglas para la inversión extranjera, según lo afirmó el pasado 23 de octubre el subjefe de la Administración Estatal de Divisas (SAFE).
En fecha más reciente, se ha aprobado la política de "doble circulación” como nueva estrategia económica que marca un giro casi total de la economía china y que tendrá importantes efectos en la economía mundial.

A través de esta política, el país –sin cerrarse a las inversiones occidentales o renunciar a las exportaciones- ha decidido poner el énfasis de manera integral (producción, distribución y consumo) en su mercado interno con el objetivo de reducir su dependencia de la tecnología y de los mercados financieros exteriores.
Al mismo tiempo, China incrementará las importaciones y dejará de buscar un superávit alto, para balancear el comercio exterior mientras aplica esta nueva estrategia de desarrollo, en la que –como se dijo antes- tendrá más peso el consumo doméstico, según afirmó Huang Qifan, vicepresidente del Comité de Asuntos Económicos y Financieros de la Asamblea Popular Nacional de China. De esta manera, China se propone acelerar las negociaciones y promover el uso del yuan en transacciones globales. A juicio de este funcionario: “…la meta de convertirse en un Estado autosuficiente en materia tecnológica será beneficiosa para estimular la innovación nacional y fortalecer al mismo tiempo la cooperación en ese terreno con otras naciones del mundo”. Según estimados oficiales, el país asiático podría importar al menos 22 billones de dólares en la próxima década, porque necesita satisfacer las crecientes demandas de una clase media compuesta por al menos 400 millones de individuos, que además está creciendo.

En un marco más amplio, a mediados de noviembre se hizo público el lanzamiento de La Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) que agrupa a los 10 miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN) así como a Australia China, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda. India se retiró de las conversaciones en noviembre del año pasado, pero los firmantes han dejado la puerta abierta en caso de que decida unirse. La RCEP significa el 30 % de la economía mundial y el 30 % de la población llegando a alrededor de 2.200 millones de consumidores, convirtiéndose en el mayor tratado de libre comercio del mundo, un bloque con China a la cabeza, que deja fuera a Estados Unidos aunque incorpora a algunos de sus principales aliados de Asia y Oceanía.

Este acuerdo entre países asiáticos y oceánicos podría poner en una posición de desventaja a las empresas estadounidenses que se encuentran fuera de esta zona de libre comercio, en especial tras la salida del país norteamericano del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) decidida por el presidente Trump en 2017. De la misma manera, hay que resaltar la trascendencia resultante del hecho de que potencias rivales de estas dos regiones, además de otros países de la ASEAN que tienen conflictos políticos y de delimitación fronteriza con China participen en un mismo acuerdo de libre comercio. Hay que valorar que es la primera vez que China y Japón alcanzan un acuerdo bilateral de reducción arancelaria.

En el plano político interno, China ha avanzado hacia la institucionalización de estas medidas tras la realización entre los días 26 y 29 de octubre del el 5to. Pleno del XIX Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh).



El pleno realizó una evaluación del quinquenio que concluye (2015-2020) destacando entre las principales metas logradas que el próximo año -tal como se lo propusieron- el pueblo chino podrá considerar que ha conseguido construir una “sociedad modestamente acomodada”. En el período, 55.75 millones de ciudadanos salieron de la pobreza, eliminando ese flagelo del país. Este año, el PIB del país alcanzó aproximadamente 16 billones de dólares. Así mismo, fueron creados 60 millones de nuevos puestos de trabajo y la producción anual de cereales va a cerrar en 650 millones de toneladas. De la misma manera es de resaltar que hoy, 1.3 mil millones de ciudadanos tienen acceso al seguro médico básico y mil millones al seguro básico de pensiones.

El nuevo Plan Quinquenal (2021-2025) se plantea el objetivo de reducir la dependencia del comercio exterior y aumentar el consumo interno para lograr una mayor autonomía de la coyuntura externa previéndose una tasa de crecimiento inferior al actual período. Hay que mirar estas cifras en perspectiva estratégica, el PIB per cápita de China era de 128 dólares en 1978, este año cerrará en alrededor de 10.400, dólares y se proponen llegar a un poco más de 20.000 dólares en 2035.

Finalmente, si intentamos comparar las dos mayores economías del mundo deberíamos considerar que -como afirman los analistas económicos Max Keiser y Stacy Herbert- estamos asistiendo al inevitable “hundimiento geopolítico" de Estados Unidos en favor de China ya que "todos los imperios acaban así", por sus "propias decisiones erróneas".

Al citar medios especializados Herbert señala que a raíz de los estímulos económicos que el gobierno estadounidense ha entregado a sus ciudadanos por la pandemia del coronavirus, "se han disparado" los envíos de productos de China a Estados Unidos con lo cual el gigante asiático "va a salir beneficiado" de esta crisis ya que el volumen de mercancías que envía al país norteamericano "se sitúa en niveles récord, lo cual hará que la balanza comercial se desequilibre aún más”, generando un efecto contrario al que se proponía el presidente Trump al imponer las sanciones y elevar los aranceles.

Herbert recuerda que: "Antes de la pandemia, China y Estados Unidos mantenían una relación de simbiosis en la que la primera aportaba los puestos de trabajo y la capacidad productiva, mientras que el segundo los consumidores y el crédito, lo cual hacía que ambos salieran beneficiados. Pero ahora, Pekín ha decidido romper con Washington, al que no cree ya necesitar para hacerse con el dominio económico del planeta".

Al finalizar el año 2019, parecía que el escenario internacional iba a estar marcado por las elecciones presidenciales en Estados Unidos que de alguna manera se entendían como un plebiscito de la administración de Donald Trump. Así, toda la actividad internacional iba a estar indefectiblemente signada por estos comicios.

En efecto fue así, sin embargo, el temprano inicio en el año de la pandemia de coronavirus Covid19 vino a incorporar otra variable al desenvolvimiento y análisis de la dinámica política, poniendo al mundo en una situación tal que los gobiernos y los decisores se tuvieron que ver obligatoriamente volcados a desentrañar la insólita intríngulis de este novedoso fenómeno que, siendo un acontecimiento vinculado a la salud, devino en tema de diatriba y ejecución política en la que se pusieron de manifiesto diferentes interpretaciones emanadas de la filosofía de cada gobierno y el énfasis que ha puesto en el combate contra el virus.

Sin embargo, no se puede hablar de este año en términos políticos internacionales sin afirmar que desde el punto de vista estratégico, vivimos una etapa de declive de Estados Unidos y ascenso de China en sus calidades de potencias mundiales. Este proceso que se venía desarrollando -al menos- desde comienzos de este siglo, sufrió una aceleración a causa de la pandemia de Covid19.


La confrontación global

La nueva etapa de la confrontación de Estados Unidos contra China fue inaugurada en su faceta económica, financiera, comercial y tecnológica en marzo de 2018 tras la aplicación por parte del Presidente Trump de sanciones y el aumento de aranceles a productos chinos importados. Posteriormente, durante el año 2019 además de elevarse las afectaciones al comercio de uno y otro lado, Estados Unidos dio explícito apoyo y financiamiento a las violentas manifestaciones de grupos radicales en Hong Kong, cuyas demandas fueron escalando desde peticiones de orden reivindicativo hasta declaraciones de rechazo al sistema político de China. Así mismo, la potencia norteamericana incrementó su cooperación militar con Taiwán y acrecentó la presencia de sus fuerzas armadas en los mares adyacentes a China en una clara provocación que tensó aún más la situación en el entorno y en los vínculos bilaterales.

Como se dijo anteriormente, la llegada del año 2020 trajo consigo la pandemia del coronavirus y con ella las recriminaciones de parte de Estados Unidos contra China acusándola de haber sido la causante del surgimiento del virus y su expansión global. Trump llegó a llamar al microorganismo como “virus chino” contradiciendo la opinión de los científicos y la OMS que aún no han logrado determinar el origen del mismo. La aspereza y mordacidad de la retórica anti china por parte de las principales autoridades de Estados Unidos y las medidas que se han tomado en todo ámbito, han llevado al escalamiento del conflicto y han obligado a China a responder con reciprocidad e inaugurar un discurso agresivo ajeno a las tradiciones y costumbres de su diplomacia.

Durante este año también se ha visto un involucramiento mayor de Estados Unidos en asuntos internos de China como la situación de las regiones autónomas de Xinjiang y Tíbet, manteniendo la acometividad en relación a Hong Kong y su apoyo a Taiwán, lo que le ha ido dando al conflicto un carácter multifacético que se manifiesta en diferentes talantes.

En el área de la tecnología, la abrumadora distancia que hasta hace solo unos años mantenía Estados Unidos sobre China se ha ido acortando a pasos acelerados. Aunque hay variadas expresiones del avance de China en esta materia, en los dos últimos años se podrían citar seis hechos que marcan un progreso sustancial de la nación asiática. Ellos son:

1. El envío exitoso en enero de 2019 de una nave espacial que se posó en la cara oculta de la luna, hecho ocurrido por primera vez en la historia.

2. El lanzamiento con ocho meses de adelanto a Occidente de la tecnología de 5ta. Generación (5G). Vale decir que Estados Unidos había obtenido las cuatro anteriores con sobrada distancia respecto de sus competidores.

3. La capacidad científica para enfrentar exitosamente la pandemia de Covid19 cuando era desconocida en el mundo y atacaba prácticamente con exclusividad a ese país durante los meses de enero y febrero.

4. El lanzamiento de la primera misión espacial a Marte.

5. El lanzamiento del tercer satélite para completar la red de 35 aparatos de la tercera generación de su sistema de geolocalización Beidou (BDS), como alternativa al estadounidense GPS.

6. El lanzamiento del primer satélite 6G del mundo.


En el plano militar, la confrontación ha estado signada –como también se dijo antes- por la presencia creciente y en actitud provocadora de la armada de Estados Unidos que ha llegado a reunir dos portaviones junto a sus fuerzas de tarea en los mares adyacentes a China, incentivando sus diferendos limítrofes con países de la región que se están discutiendo en el marco de negociaciones diplomáticas.

De la misma manera, Estados Unidos ha creado una nueva dinámica bélica enlazando sus bases militares en Japón, Corea, las islas Guam y otras posesiones en el Pacífico, Filipinas e incorporando ahora en este dispositivo a Australia que se ha transformado en un firme ariete tras su subordinación absoluta a la lógica imperial estadounidense. En este marco, también ha hecho grandes esfuerzos para incorporar las bases militares que tuvieron en Vietnam hasta 1975 a fin de incluirlas en el gran arco naval que están construyendo en torno a China. De igual forma, Estados Unidos está intentando agregar a India en su mecanismo de pivote asiático creado por el presidente Barack Obama. En esa lógica estimulan los diferendos fronterizos entre las dos potencias asiáticas en el Himalaya.

En realidad, tras todo este contexto de pugna y contienda, se esconde una lógica de confrontación antagónica en términos políticos e ideológicos como lo ha hecho saber el presidente Trump durante sus comparecencias en las asambleas generales de la ONU de 2017, 2018 y 2019 en las que derrochó tiempo y verborrea llamando a combatir al socialismo, un sistema que Estados Unidos había declarado como desaparecido de la faz del planeta. Incluso se llegó a hablar del “fin de la historia” tras la desaparición de la Unión Soviética.

Vale decir que en este último discurso en la máxima asamblea planetaria el 24 de septiembre de 2019, ante representantes de todas las naciones del mundo, Trump se encargó de recordar que: “Tengo el inmenso privilegio de dirigirme a ustedes hoy como el líder elegido de una nación que valora la libertad, la independencia y el autogobierno sobre todas las cosas. Estados Unidos, después de haber gastado más de 2.500 billones de dólares desde mi elección para reconstruir completamente nuestro gran ejército, es también, por mucho, la nación más poderosa del mundo”.

En este sentido, podríamos preguntarnos qué ha hecho China que explique la furia de Estados Unidos con la consecuente adopción de medidas que son expresión de una franca confrontación. Fundamentalmente se debe a que China ha creado un modelo propio de desarrollo que se podría considerar híbrido, toda vez que, sobre la base de la aceptación de que se vive una etapa de transición hacia el socialismo en el que la economía global sigue teniendo un sustento capitalista, se debe construir una superestructura económica que sea lo suficientemente poderosa para enfrentar con éxito las embestidas imperiales y encarar el desarrollo y el mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos.

Este modelo no copia el capitalista occidental fracasado como se ha hecho evidente en el enfrentamiento de la pandemia. Al contrario, está edificando uno propio que considera sus peculiaridades, su historia, su cultura y su filosofía milenaria. Esto le ha permitido resistir con éxito la confrontación occidental capitalista y nipona y perseverar en su camino al socialismo, lo cual es inaceptable para Estados Unidos.
La interrogante entonces es, si esto conduce irremediablemente a una nueva guerra fría o incluso, es válido preguntarse si ya comenzó. Al respecto, parece que efectivamente Estados Unidos quiere llevar al mundo hacia una nueva guerra fría, pero es menester afirmar que por una serie de razones no es seguro que esta se desate o al menos, si lo hace, será distinta de la que se vivió el siglo pasado tal como está presente en el recuerdo y las vivencias de los ciudadanos de mayor edad que guardan una imagen de su devenir a lo largo de la historia.

Frente a esta situación, ¿cuál es el plan de China? La propuesta de su gobierno y del Partido Comunista es seguir creciendo económicamente, expandir su comercio para mejorar las condiciones de vida de la población, eliminar la pobreza y avanzar hacia la construcción de un país “moderno, próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y hermoso” tal como lo planteó el presidente Xi Jinping en su discurso ante el XIX Congreso del Partido Comunista de China en 2017. Xi además afirmó que “este país y su sociedad serán socialistas”.

Por supuesto, China debe resolver innumerables problemas en materia laboral, ecológica, de desequilibrios entre la ciudad y el campo, de participación de la mujer y otros que no ocultan, los reconocen entendiendo que la construcción del socialismo es un proceso dialéctico de aciertos y errores, de avances y retrocesos, en el que se debe aprender de ellos para subsanar las deficiencias y lo mal hecho, y superarlos.
Parten de la idea de que el mundo es interdependiente, está formado por múltiples culturas y civilizaciones que deben aprender a vivir en paz, para lo cual es indispensable construir una comunidad de destino compartido que en lo inmediato obliga a defender el sistema multilateral, a diferencia de Estados Unidos que –por lo menos durante la administración Trump- ha pretendido destruirlo.

En el otro flanco, ¿es posible suponer que Estados Unidos tenga un plan? Claro que lo tiene, pero está basado en la aspiración de imponer su lógica al planeta por cualquier vía -incluso la violenta-. No obstante, en el mediano y largo plazo, ello parece poco probable si se considera que entre 1980 y 2019 el crecimiento de la economía de Estados Unidos fue de 2,7% de promedio anual con una inflación también promedio de 1,6%, lo cual es técnicamente, expresión de crecimiento, sin embargo para un país que aspira a mantenerse como potencia hegemónica global, con un presupuesto militar creciente año tras año, tales cifras no lo aseguran, incluso lo impedirán.

Su industria está en crisis, en los hechos es un país desindustrializado desde que, pretendiendo aprovechar las facilidades de la globalización localizaron sus empresas a través del mundo en la búsqueda de bajar costos y maximizar ganancias. Hoy, Estados Unidos es paradójicamente un país importador de productos… estadounidenses, lo cual le genera un abultado déficit de balanza y una gran dependencia del exterior en el interés de mantener sus altos niveles de consumo. Así mismo, la distancia tecnológica con China que hasta hace pocos años mantenía con amplia ventaja, se ha acortado en la actualidad, incluso en algunas áreas ya el gigante asiático lo ha superado con creces.

Además, como dice el investigador gallego Xulio Ríos, hoy Estados Unidos necesita que “la OTAN le pague su factura” para seguir sosteniendo su poder global. Por otra parte, el anuncio estadounidense de desacoplamiento de China no parece viable porque los beneficios mutuos de economías interconectadas son mucho mayores que las diferencias. En este sentido, se podría argumentar que Estados Unidos necesitará a China más que nunca en la era posterior al COVID-19 toda vez que su economía en crisis, que se espera que se contraiga en más del 5% en 2020, requerirá un reinicio en la relación entre China y Estados Unidos si éste espera lograr un crecimiento positivo en 2021 y más allá. Así mismo, China tendrá una mayor incidencia en la economía estadounidense toda vez que si se cumplen las predicciones del FMI, el gigante asiático crecerá 8,2% en 2021.




¿En que punto se encuentra este conflicto?

En marzo del próximo año se cumplirán tres años desde que el presidente Donald Trump desatará la llamada “guerra económica” contra China. Los resultados están a la vista.

Por otro lado, el análisis de los énfasis y las prioridades presupuestarias en Estados unidos y China son expresión de la orientación más general que le quiere dar cada país a su economía y en último término, de su proyección al futuro. En este sentido, mientras el gasto militar anual de China en 2019 fue de $178 mil millones, el de los Estados Unidos fue de $658 mil millones.

A comienzos de este año, se verificó una fuerte disputa en el Congreso de Estados Unidos para dirimir el proyecto de ley para el gasto del Departamento de Defensa en 2021 que pretendía ser reducido por un sector demócrata mientras que una alianza de otro grupo de demócratas con republicanos y liderada por estos últimos se proponía incrementar el gasto para “mantenerse competitivos” ante las aparentes amenazas de Rusia y China.

Al final, el 21 de julio, la Cámara de Representantes con mayoría demócrata aprobó su versión de la Ley de Autorización de la Defensa Nacional (NDAA por sus siglas en inglés) del año fiscal 2021, con un incremento en el gasto en defensa que pasó de $738 mil millones en 2020 a $740 mil millones para 2021. El Senado bajo control republicano apoyó la medida el 23 de julio. Como referencia, en 2019 Estados Unidos gastó más dinero en su ejército que los nueve países combinados que le siguen. Mientras eso ocurre, en el presupuesto general del país se produjo un drástico recorte del gasto social.

Por otro lado, mientras Estados Unidos se enfrenta a un rebrote de la pandemia de Covid-19 que se manifiesta en cifras récords de contagio, China camina en sentido inverso tras haber controlado al virus, lo cual le ha permitido tomar rápidas medidas para el restablecimiento del funcionamiento económico del país. En su informe “Perspectivas de la Economía Mundial” de octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectó que la economía mundial se contraerá drásticamente en un 4,4% este año. Al mismo tiempo, estableció que la economía de China crecerá 1,9%, 0,9% por encima de su pronóstico de junio. A este respecto, el influyente periódico londinense The Times opinó que: “Después de relajar sus confinamientos durante el verano, los rivales occidentales están luchando para proteger sus economías de una segunda ola del virus. Sin embargo, China implementó un confinamiento severo y un sólido régimen de pruebas para contener el virus la primera vez”, agregando que no obstante que “su economía se contrajo a un ritmo récord a principios de año, la recuperación posterior aún no se ha visto amenazada”.

La centenaria publicación británica informó que los proyectos de infraestructura y las exportaciones contribuyeron al crecimiento económico del país. En este sentido, resalta el impulso otorgado por el Estado a la realización de nuevos proyectos de infraestructura como “carreteras y líneas de trenes de alta velocidad que han conducido a un fuerte repunte de la producción industrial”. Por otra parte, señala que las exportaciones han ampliado su espacio en el mercado mundial aprovechando que las restricciones globales por la pandemia han obstaculizado la producción y el transporte.

Sin embargo, en este contexto, China ha adoptado una serie de medidas para estimular aún más la economía y enfrentar los efectos de la guerra comercial y la pandemia. En primer lugar, además de haber aprobado una nueva normativa que comenzó a tener efecto el 1° de enero de este año, a fin de regular de forma integrada las inversiones extranjeras, China está considerando un plan piloto de reforma para su programa de Sociedad Limitada Extranjera Cualificada (QFLP) para relajar aún más las reglas para la inversión extranjera, según lo afirmó el pasado 23 de octubre el subjefe de la Administración Estatal de Divisas (SAFE).
En fecha más reciente, se ha aprobado la política de "doble circulación” como nueva estrategia económica que marca un giro casi total de la economía china y que tendrá importantes efectos en la economía mundial.

A través de esta política, el país –sin cerrarse a las inversiones occidentales o renunciar a las exportaciones- ha decidido poner el énfasis de manera integral (producción, distribución y consumo) en su mercado interno con el objetivo de reducir su dependencia de la tecnología y de los mercados financieros exteriores.
Al mismo tiempo, China incrementará las importaciones y dejará de buscar un superávit alto, para balancear el comercio exterior mientras aplica esta nueva estrategia de desarrollo, en la que –como se dijo antes- tendrá más peso el consumo doméstico, según afirmó Huang Qifan, vicepresidente del Comité de Asuntos Económicos y Financieros de la Asamblea Popular Nacional de China. De esta manera, China se propone acelerar las negociaciones y promover el uso del yuan en transacciones globales. A juicio de este funcionario: “…la meta de convertirse en un Estado autosuficiente en materia tecnológica será beneficiosa para estimular la innovación nacional y fortalecer al mismo tiempo la cooperación en ese terreno con otras naciones del mundo”. Según estimados oficiales, el país asiático podría importar al menos 22 billones de dólares en la próxima década, porque necesita satisfacer las crecientes demandas de una clase media compuesta por al menos 400 millones de individuos, que además está creciendo.

En un marco más amplio, a mediados de noviembre se hizo público el lanzamiento de La Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) que agrupa a los 10 miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN) así como a Australia China, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda. India se retiró de las conversaciones en noviembre del año pasado, pero los firmantes han dejado la puerta abierta en caso de que decida unirse. La RCEP significa el 30 % de la economía mundial y el 30 % de la población llegando a alrededor de 2.200 millones de consumidores, convirtiéndose en el mayor tratado de libre comercio del mundo, un bloque con China a la cabeza, que deja fuera a Estados Unidos aunque incorpora a algunos de sus principales aliados de Asia y Oceanía.

Este acuerdo entre países asiáticos y oceánicos podría poner en una posición de desventaja a las empresas estadounidenses que se encuentran fuera de esta zona de libre comercio, en especial tras la salida del país norteamericano del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) decidida por el presidente Trump en 2017. De la misma manera, hay que resaltar la trascendencia resultante del hecho de que potencias rivales de estas dos regiones, además de otros países de la ASEAN que tienen conflictos políticos y de delimitación fronteriza con China participen en un mismo acuerdo de libre comercio. Hay que valorar que es la primera vez que China y Japón alcanzan un acuerdo bilateral de reducción arancelaria.

En el plano político interno, China ha avanzado hacia la institucionalización de estas medidas tras la realización entre los días 26 y 29 de octubre del el 5to. Pleno del XIX Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh).



El pleno realizó una evaluación del quinquenio que concluye (2015-2020) destacando entre las principales metas logradas que el próximo año -tal como se lo propusieron- el pueblo chino podrá considerar que ha conseguido construir una “sociedad modestamente acomodada”. En el período, 55.75 millones de ciudadanos salieron de la pobreza, eliminando ese flagelo del país. Este año, el PIB del país alcanzó aproximadamente 16 billones de dólares. Así mismo, fueron creados 60 millones de nuevos puestos de trabajo y la producción anual de cereales va a cerrar en 650 millones de toneladas. De la misma manera es de resaltar que hoy, 1.3 mil millones de ciudadanos tienen acceso al seguro médico básico y mil millones al seguro básico de pensiones.

El nuevo Plan Quinquenal (2021-2025) se plantea el objetivo de reducir la dependencia del comercio exterior y aumentar el consumo interno para lograr una mayor autonomía de la coyuntura externa previéndose una tasa de crecimiento inferior al actual período. Hay que mirar estas cifras en perspectiva estratégica, el PIB per cápita de China era de 128 dólares en 1978, este año cerrará en alrededor de 10.400, dólares y se proponen llegar a un poco más de 20.000 dólares en 2035.

Finalmente, si intentamos comparar las dos mayores economías del mundo deberíamos considerar que -como afirman los analistas económicos Max Keiser y Stacy Herbert- estamos asistiendo al inevitable “hundimiento geopolítico" de Estados Unidos en favor de China ya que "todos los imperios acaban así", por sus "propias decisiones erróneas".

Al citar medios especializados Herbert señala que a raíz de los estímulos económicos que el gobierno estadounidense ha entregado a sus ciudadanos por la pandemia del coronavirus, "se han disparado" los envíos de productos de China a Estados Unidos con lo cual el gigante asiático "va a salir beneficiado" de esta crisis ya que el volumen de mercancías que envía al país norteamericano "se sitúa en niveles récord, lo cual hará que la balanza comercial se desequilibre aún más”, generando un efecto contrario al que se proponía el presidente Trump al imponer las sanciones y elevar los aranceles.

Herbert recuerda que: "Antes de la pandemia, China y Estados Unidos mantenían una relación de simbiosis en la que la primera aportaba los puestos de trabajo y la capacidad productiva, mientras que el segundo los consumidores y el crédito, lo cual hacía que ambos salieran beneficiados. Pero ahora, Pekín ha decidido romper con Washington, al que no cree ya necesitar para hacerse con el dominio económico del planeta".


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