Regreso del Che a Cuba tras 30 años de búsqueda en Bolivia
Pedro Ríoseco (*)
El 17 de octubre el cortejo fúnebre recibió masivo homenaje popular a lo largo de las calles y carreteras hasta el Complejo Monumentario Ernesto Che Guevara, ubicado en la ciudad de Santa Clara, en la plaza que lleva su nombre.


La Revolución Cubana nunca abandona a sus combatientes, y así pasó con la búsqueda de los restos de Ernesto Che Guevara por 30 años hasta traerlos a Cuba el 12 de julio de 1997.

Durante tres décadas los restos del Guerrillero Heroico y sus compañeros de lucha en Bolivia fueron un misterio celosamente guardado por quienes los asesinaron en el pequeño caserío montañoso de La Higuera, el 9 de octubre de 1967, y por los que lo ordenaron: la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU y la dictadura militar del general boliviano José Barrientos.

«Sé que viene a matarme. Dispare, cobarde, que solo va a matar a un hombre», fue la frase que el Che Guevara dijo en La Higuera ante su asesino, el sargento boliviano Mario Terán; dos días después, el 11 de octubre, su cuerpo fue amarrado a un helicóptero y trasladado al lavadero del hospital Nuestro Señor de Malta, en Vallegrande, donde permaneció en exhibición pública.

Los soldados se quedaron con las pertenencias que el Che llevaba al morir e hicieron desaparecer el cadáver, no sin antes cortarle las manos para conservarlas como prueba de la muerte.

Desde entonces, Cuba realizó múltiples indagaciones para averiguar el destino final de los restos, tiempo durante el cual se acumularon testimonios, pero sin encontrar una pista creíble.

Un importante indicio, que cambió el rumbo de la investigación para encontrar dónde estaba enterrado el Che, lo proporcionó uno de los testigos, el general boliviano retirado Mario Vargas Salinas, quien el 21 de noviembre de 1995 dijo al The New York Times que su tumba estaba debajo de la pista vieja del aeropuerto de Vallegrande, pequeña ciudad cercana a La Higuera.

Ante el revuelo internacional formado por esas declaraciones, el presidente de Bolivia en aquella época, Gonzalo Sánchez de Lozada, firmó un decreto que autorizaba iniciar la búsqueda.

El doctor cubano en Ciencias Médicas Jorge González, entonces director del Instituto de Medicina Legal de La Habana, fue designado por el Comandante en Jefe Fidel Castro para encabezar la búsqueda científica de los restos del Che Guevara y sus compañeros de guerrilla en ese país andino, entre los años 1995 y 1997.

Con la pista del general Salinas, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y un grupo de expertos cubanos comenzaron a estudiar el terreno en Vallegrande en busca de indicios que dieran con la fosa. El 30 de marzo de 1996 el eaaf se retira de la búsqueda, cuando ya se habían estudiado 210 fosas, pero los cubanos, junto a amigos bolivianos, continuaron la labor, sobreponiéndose a momentos de angustia.

El momento más emotivo fue en la mañana del 28 de enero, «cuando vimos el primer elemento del entierro (restos óseos)», expresó González.

Se encontraron los cadáveres de 31 de los 36 guerrilleros que habían sido enterrados en Vallegrande, en el departamento de Santa Cruz.

Pero no fue hasta el 28 de junio de 1997 que se produjo el punto culminante, tras el hallazgo de una osamenta a la que le faltaban las manos, junto a otros seis de sus guerrilleros. Adherida a los restos del Che, se halló parte de su chaqueta verde olivo y trozos del cinturón de cuero que llevaba el día que fue asesinado.

Más tarde, otras evidencias como la prominencia del cráneo y la ausencia del molar superior izquierdo confirmarían que se trataba de los restos del comandante Guevara.

Al exhumar los cadáveres, estos fueron trasladados hacia el Hospital Japonés de Santa Cruz de la Sierra, y en siete días esclarecieron la identidad de cada uno. En La Habana también se realizaron estudios de adn al Che, que confirmaron la autenticidad de los restos.

El 12 de julio de 1997, sus restos y los de seis de sus guerrilleros fueron llevados en avión hasta La Habana, donde el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz presidió, en la noche, en acto televisado a todo el país desde el aeropuerto militar de San Antonio de los Baños, la solemne llegada.

Tras el arribo, la hija del Che, Aleida Guevara March, expresó: «Hoy llegan a nosotros sus restos, pero no llegan vencidos; vienen convertidos en héroes, eternamente jóvenes, valientes, fuertes, audaces. Nadie puede quitarnos eso; siempre estarán vivos junto a sus hijos, en el pueblo».

Ese mismo día, en otra conmovedora ceremonia, fueron depositados temporalmente en la Sala Granma del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

El 17 de octubre el cortejo fúnebre recibió masivo homenaje popular a lo largo de las calles y carreteras hasta el Complejo Monumentario Ernesto Che Guevara, ubicado en la ciudad de Santa Clara, en la plaza que lleva su nombre.

Entonces, Fidel expresó: «Con emoción profunda vivimos uno de esos instantes que no suelen repetirse. No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos, sino también latinoamericanos, que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria. Veo además al Che como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra».


(*) Artículo publicado en Granma Internacional, 12 de julio de 2020.

La Revolución Cubana nunca abandona a sus combatientes, y así pasó con la búsqueda de los restos de Ernesto Che Guevara por 30 años hasta traerlos a Cuba el 12 de julio de 1997.

Durante tres décadas los restos del Guerrillero Heroico y sus compañeros de lucha en Bolivia fueron un misterio celosamente guardado por quienes los asesinaron en el pequeño caserío montañoso de La Higuera, el 9 de octubre de 1967, y por los que lo ordenaron: la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU y la dictadura militar del general boliviano José Barrientos.

«Sé que viene a matarme. Dispare, cobarde, que solo va a matar a un hombre», fue la frase que el Che Guevara dijo en La Higuera ante su asesino, el sargento boliviano Mario Terán; dos días después, el 11 de octubre, su cuerpo fue amarrado a un helicóptero y trasladado al lavadero del hospital Nuestro Señor de Malta, en Vallegrande, donde permaneció en exhibición pública.

Los soldados se quedaron con las pertenencias que el Che llevaba al morir e hicieron desaparecer el cadáver, no sin antes cortarle las manos para conservarlas como prueba de la muerte.

Desde entonces, Cuba realizó múltiples indagaciones para averiguar el destino final de los restos, tiempo durante el cual se acumularon testimonios, pero sin encontrar una pista creíble.

Un importante indicio, que cambió el rumbo de la investigación para encontrar dónde estaba enterrado el Che, lo proporcionó uno de los testigos, el general boliviano retirado Mario Vargas Salinas, quien el 21 de noviembre de 1995 dijo al The New York Times que su tumba estaba debajo de la pista vieja del aeropuerto de Vallegrande, pequeña ciudad cercana a La Higuera.

Ante el revuelo internacional formado por esas declaraciones, el presidente de Bolivia en aquella época, Gonzalo Sánchez de Lozada, firmó un decreto que autorizaba iniciar la búsqueda.

El doctor cubano en Ciencias Médicas Jorge González, entonces director del Instituto de Medicina Legal de La Habana, fue designado por el Comandante en Jefe Fidel Castro para encabezar la búsqueda científica de los restos del Che Guevara y sus compañeros de guerrilla en ese país andino, entre los años 1995 y 1997.

Con la pista del general Salinas, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y un grupo de expertos cubanos comenzaron a estudiar el terreno en Vallegrande en busca de indicios que dieran con la fosa. El 30 de marzo de 1996 el eaaf se retira de la búsqueda, cuando ya se habían estudiado 210 fosas, pero los cubanos, junto a amigos bolivianos, continuaron la labor, sobreponiéndose a momentos de angustia.

El momento más emotivo fue en la mañana del 28 de enero, «cuando vimos el primer elemento del entierro (restos óseos)», expresó González.

Se encontraron los cadáveres de 31 de los 36 guerrilleros que habían sido enterrados en Vallegrande, en el departamento de Santa Cruz.

Pero no fue hasta el 28 de junio de 1997 que se produjo el punto culminante, tras el hallazgo de una osamenta a la que le faltaban las manos, junto a otros seis de sus guerrilleros. Adherida a los restos del Che, se halló parte de su chaqueta verde olivo y trozos del cinturón de cuero que llevaba el día que fue asesinado.

Más tarde, otras evidencias como la prominencia del cráneo y la ausencia del molar superior izquierdo confirmarían que se trataba de los restos del comandante Guevara.

Al exhumar los cadáveres, estos fueron trasladados hacia el Hospital Japonés de Santa Cruz de la Sierra, y en siete días esclarecieron la identidad de cada uno. En La Habana también se realizaron estudios de adn al Che, que confirmaron la autenticidad de los restos.

El 12 de julio de 1997, sus restos y los de seis de sus guerrilleros fueron llevados en avión hasta La Habana, donde el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz presidió, en la noche, en acto televisado a todo el país desde el aeropuerto militar de San Antonio de los Baños, la solemne llegada.

Tras el arribo, la hija del Che, Aleida Guevara March, expresó: «Hoy llegan a nosotros sus restos, pero no llegan vencidos; vienen convertidos en héroes, eternamente jóvenes, valientes, fuertes, audaces. Nadie puede quitarnos eso; siempre estarán vivos junto a sus hijos, en el pueblo».

Ese mismo día, en otra conmovedora ceremonia, fueron depositados temporalmente en la Sala Granma del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

El 17 de octubre el cortejo fúnebre recibió masivo homenaje popular a lo largo de las calles y carreteras hasta el Complejo Monumentario Ernesto Che Guevara, ubicado en la ciudad de Santa Clara, en la plaza que lleva su nombre.

Entonces, Fidel expresó: «Con emoción profunda vivimos uno de esos instantes que no suelen repetirse. No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos, sino también latinoamericanos, que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria. Veo además al Che como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra».


(*) Artículo publicado en Granma Internacional, 12 de julio de 2020.


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