Rusia y China contra los zombies del Occidente
Guido Fernández Parmo
El coronavirus despierta lo peor del capitalismo en Occidente, como si nos desnudara, dejara expuesta nuestras vergüenzas y nos mostrara que, en relación al Hombre occidental (...)


La cortina de hierro ideológica
En medio de la crisis mundial por el coronavirus, recientemente vi cómo un periodista, analizando el panorama mundial, declaraba con naturalidad que los números de China, Rusia y e Irán no eran creíbles porque esos Estados no respetan la libertad de expresión y mienten.

De más está decir que el periodista no es ningún experto en política internacional ni, mucho menos, en pandemias. Ese periodista, sin embargo, sí es un fiel exponente del pensamiento hegemónico, acrítico, desinformado, que el mundo Occidental y liberal ha creado desde hace tiempo, un pensamiento que forma una pesada cortina de hierro ideológica que convierte a Occidente en un espacio impermeable y aséptico. Un tipo de pensamiento que hunde sus raíces en el viejo orientalismo imperialista y en la guerra fría, y que hoy los rehabilita en relación con Rusia, China y Latinoamérica.

Nunca deja de llamar la atención la manera en que las viejas estructuras de pensamiento siguen vigentes, cómo los hechos más groseros y evidentes rebotan contra ese frente único y homogéneo de ideología que defiende al Occidente capitalista. Ese mismo periodista, luego de su diatriba contra Rusia y China, pasaba a informar sobre los infectados en EEUU y en Europa y, como era de esperar, no había allí ninguna desconfianza.

EEUU, ¡el país que mintió descaradamente en cada guerra que organizó en los últimos 100 años! Es curioso, el pensamiento hegemónico no desconfía de la información del país del Norte, a pesar de las mentiras para invadir Irak, Siria, Afganistán. Tampoco desconfía de Europa, que ha elegido el silencio cómplice para que la OTAN siguiera los caprichos sanguinarios de la industria militar norteamericana y europea. Hay un conflicto no resuelto en ese perverso matrimonio entre la mentira y la libertad de expresión que las corporaciones mediáticas occidentales nos proponen.

A pesar de todo esto, cuando se repasan algunos de esos medios, desde las cadenas de noticias internacionales hasta el twit más insignificante, el foco de la sospecha cae sobre Rusia y China. No se desconfía de las grandes cadenas de noticias norteamericanas, que mintieron en relación, bueno, en relación con tantas cosas, desde el uso de armas químicas en Vietnam o las armas de destrucción masiva de Irak, hasta el golpe de Estado al Presidente Evo Morales. No se desconfía tampoco de los periódicos que no dudaron en publicar en su portada una foto falsa del presidente Chávez en terapia intensiva (el propio medio terminó reconociéndolo). Tal vez “libertad de expresión” signifique “libertad de mentir” y algunos no nos hemos enterado.




Mientas tanto…

El coronavirus despierta lo peor del capitalismo en Occidente, como si nos desnudara, dejara expuesta nuestras vergüenzas y nos mostrara que, en relación al Hombre occidental, tal vez Hobbes tenía razón al decir que era el egoísmo la naturaleza humana; que tal vez era cierto lo que decía Marx acerca de que la sociedad burguesa hunde toda la vida en “las aguas heladas del cálculo egoísta”; que tal vez el encierro en nuestras propiedades expresa el verdadero encierro en el individualismo que este mundo occidental nos ofrece; y que, tal vez, por último, la libertad sea algo más complejo que la llamada “libertad de expresión”, tal como lo sabía el Dr. Copeland, personaje de la novela de Carson McCullers El corazón es un cazador solitario, al decir sobre la “libertad”: “La palabra nos hace sentir bien… de hecho, la palabra es un gran ideal. Pero es con este ideal que las arañas tejen para nosotros sus telas más peligrosas”.

Este mundo nos ha convertido en seres profundamente egoístas, encerrados en nuestros intereses privados, en nuestros placeres personales, en una búsqueda de felicidad individual que se construye bajo una cortina de hierro. El virus nos desnuda y muestra lo que el capitalismo tiene para ofrecernos, probablemente sea esta una de las razones por la cual nadie quiere permanecer encerrado consigo mismo.



Y mientras tanto, del otro lado de la cortina ideológica, Rusia, Cuba y China mandan ayuda sanitaria a Occidente durante la peor crisis sanitaria mundial, es decir, hacen lo que cada país europeo no puede hacer por sus pueblos, propios y vecinos: se vuelven permeables, porosos, y saltan las fronteras que custodian la vida privada de los Estados.

Han sido Rusia, enviando médicos militares a Italia, Cuba, con sus misiones médicas internacionalistas, y China, enviando millones de mascarillas y tests a Alemania, Italia y España, quienes salieron de sus fronteras para ayudar a combatir la pandemia. ¿Humanismo? Si esta fuera la razón, deberían haberse quedado encerrados en los límites de sus fronteras, en el interior privado de su soberanía, al menos si le hacemos caso al humanismo europeo, liberal desde su nacimiento, individualista desde su captura por el pensamiento burgués. ¿Internacionalismo? Occidente preferiría encerrarse con sus muertos antes que aceptar esta hipótesis, antes que reconocer una supremacía moral en sus enemigos.

Rusia, China, Latinoamérica tienen algo en común bajo los ojos de Occidente: son un gran Otro, un enorme espejo invertido en el que se busca encontrar un reflejo como el de la bruja de la Cenicienta: mientras que por aquí solo se ve racionalidad, verdad y humanismo, allí deben estar los otros irracionales, mentirosos y autoritarios.

Nosotros, los salvajes socialistas no dejamos de desafiar e incomodar a las buenas costumbres de las democracias liberales y civilizadas de Europa y EEUU que se empeñan, por otro lado, en proteger un cuerpo ya enfermo, una especie de zombie que sigue alimentándose de la vida de los otros.

La cortina de hierro ideológica
En medio de la crisis mundial por el coronavirus, recientemente vi cómo un periodista, analizando el panorama mundial, declaraba con naturalidad que los números de China, Rusia y e Irán no eran creíbles porque esos Estados no respetan la libertad de expresión y mienten.

De más está decir que el periodista no es ningún experto en política internacional ni, mucho menos, en pandemias. Ese periodista, sin embargo, sí es un fiel exponente del pensamiento hegemónico, acrítico, desinformado, que el mundo Occidental y liberal ha creado desde hace tiempo, un pensamiento que forma una pesada cortina de hierro ideológica que convierte a Occidente en un espacio impermeable y aséptico. Un tipo de pensamiento que hunde sus raíces en el viejo orientalismo imperialista y en la guerra fría, y que hoy los rehabilita en relación con Rusia, China y Latinoamérica.

Nunca deja de llamar la atención la manera en que las viejas estructuras de pensamiento siguen vigentes, cómo los hechos más groseros y evidentes rebotan contra ese frente único y homogéneo de ideología que defiende al Occidente capitalista. Ese mismo periodista, luego de su diatriba contra Rusia y China, pasaba a informar sobre los infectados en EEUU y en Europa y, como era de esperar, no había allí ninguna desconfianza.

EEUU, ¡el país que mintió descaradamente en cada guerra que organizó en los últimos 100 años! Es curioso, el pensamiento hegemónico no desconfía de la información del país del Norte, a pesar de las mentiras para invadir Irak, Siria, Afganistán. Tampoco desconfía de Europa, que ha elegido el silencio cómplice para que la OTAN siguiera los caprichos sanguinarios de la industria militar norteamericana y europea. Hay un conflicto no resuelto en ese perverso matrimonio entre la mentira y la libertad de expresión que las corporaciones mediáticas occidentales nos proponen.

A pesar de todo esto, cuando se repasan algunos de esos medios, desde las cadenas de noticias internacionales hasta el twit más insignificante, el foco de la sospecha cae sobre Rusia y China. No se desconfía de las grandes cadenas de noticias norteamericanas, que mintieron en relación, bueno, en relación con tantas cosas, desde el uso de armas químicas en Vietnam o las armas de destrucción masiva de Irak, hasta el golpe de Estado al Presidente Evo Morales. No se desconfía tampoco de los periódicos que no dudaron en publicar en su portada una foto falsa del presidente Chávez en terapia intensiva (el propio medio terminó reconociéndolo). Tal vez “libertad de expresión” signifique “libertad de mentir” y algunos no nos hemos enterado.




Mientas tanto…

El coronavirus despierta lo peor del capitalismo en Occidente, como si nos desnudara, dejara expuesta nuestras vergüenzas y nos mostrara que, en relación al Hombre occidental, tal vez Hobbes tenía razón al decir que era el egoísmo la naturaleza humana; que tal vez era cierto lo que decía Marx acerca de que la sociedad burguesa hunde toda la vida en “las aguas heladas del cálculo egoísta”; que tal vez el encierro en nuestras propiedades expresa el verdadero encierro en el individualismo que este mundo occidental nos ofrece; y que, tal vez, por último, la libertad sea algo más complejo que la llamada “libertad de expresión”, tal como lo sabía el Dr. Copeland, personaje de la novela de Carson McCullers El corazón es un cazador solitario, al decir sobre la “libertad”: “La palabra nos hace sentir bien… de hecho, la palabra es un gran ideal. Pero es con este ideal que las arañas tejen para nosotros sus telas más peligrosas”.

Este mundo nos ha convertido en seres profundamente egoístas, encerrados en nuestros intereses privados, en nuestros placeres personales, en una búsqueda de felicidad individual que se construye bajo una cortina de hierro. El virus nos desnuda y muestra lo que el capitalismo tiene para ofrecernos, probablemente sea esta una de las razones por la cual nadie quiere permanecer encerrado consigo mismo.



Y mientras tanto, del otro lado de la cortina ideológica, Rusia, Cuba y China mandan ayuda sanitaria a Occidente durante la peor crisis sanitaria mundial, es decir, hacen lo que cada país europeo no puede hacer por sus pueblos, propios y vecinos: se vuelven permeables, porosos, y saltan las fronteras que custodian la vida privada de los Estados.

Han sido Rusia, enviando médicos militares a Italia, Cuba, con sus misiones médicas internacionalistas, y China, enviando millones de mascarillas y tests a Alemania, Italia y España, quienes salieron de sus fronteras para ayudar a combatir la pandemia. ¿Humanismo? Si esta fuera la razón, deberían haberse quedado encerrados en los límites de sus fronteras, en el interior privado de su soberanía, al menos si le hacemos caso al humanismo europeo, liberal desde su nacimiento, individualista desde su captura por el pensamiento burgués. ¿Internacionalismo? Occidente preferiría encerrarse con sus muertos antes que aceptar esta hipótesis, antes que reconocer una supremacía moral en sus enemigos.

Rusia, China, Latinoamérica tienen algo en común bajo los ojos de Occidente: son un gran Otro, un enorme espejo invertido en el que se busca encontrar un reflejo como el de la bruja de la Cenicienta: mientras que por aquí solo se ve racionalidad, verdad y humanismo, allí deben estar los otros irracionales, mentirosos y autoritarios.

Nosotros, los salvajes socialistas no dejamos de desafiar e incomodar a las buenas costumbres de las democracias liberales y civilizadas de Europa y EEUU que se empeñan, por otro lado, en proteger un cuerpo ya enfermo, una especie de zombie que sigue alimentándose de la vida de los otros.


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