Argentina está viviendo un período de recuperación, lo cual no sucede siempre de la misma manera. Esto refiere a que no todos los sectores participan equitativamente de ese crecimiento. Usando la siempre práctica metáfora de la torta, que su volumen aumente no significa que aumenten todas las porciones igual, ya que algunas porciones pueden aumentar y otras, hasta disminuir. Evidentemente, es la política la que determina estas cuestiones.
Los dos años y medio que lleva el gobierno de Alberto Fernández tuvieron como ministro de economía a Martín Guzmán, y las prioridades estaban vinculadas a solucionar el enorme desempleo, pobreza y endeudamiento, en simultáneo con restablecer el funcionamiento de áreas estratégicas en términos socioeconómicos, que habían sido desfinanciadas, vaciadas, discontinuadas o paralizadas durante el gobierno neoliberal que presidió Macri.
Respecto a la deuda, había una sensación de que por sus montos y plazos, sería imposible de solucionar, y que la cesación de pagos era inexorable. Sin embargo, la reestructuración de deuda con bonistas privados y el tipo de acuerdo llevado a cabo con el FMI, evitaron algunas dificultades de política exterior que habría padecido nuestro país en el caso de no evitar el default. Igualmente, muchas cuestiones aún están abiertas respecto al mayor endeudamiento de la historia argentina, caracterizada por un nivel increíble de ilegalidad e ilegitimidad.
En el medio, la pandemia que provocó un estancamiento mundial y que demandó veloces soluciones a los Estados del mundo, destacó a la Argentina por la velocidad en que se amplió la receptividad del sistema de atención sanitaria, incluyendo aprovisionamiento y también producción de vacunas. Y más destacado aún, porque el gobierno neoliberal que precedió al actual, había menguado la salud pública con la disminución de su categoría desde ministerio a secretaría, que fue repuesto en las primeras horas de la actual gestión. En simultáneo, se volvió a la gratuidad en los medicamentos para los jubilados, que había implementado el período kirchnerista (2003-2015) y que discontinuó el macrismo. Lo mismo con las computadoras para los chicos y las cunas para los bebés.
El modelo nacional, popular y latinoamericanista, pese a haber tenido que sortear la pandemia, consiguió bajar el desempleo desde el 11% al 7% según datos actuales a julio de 2022, recordando que el gobierno de Macri lo había subido desde el 5,5% al 11%. La recuperación en la actividad alcanzó la mejor temporada de los últimos seis años para comercio, industria, empleo, turismo interno y actividad en casi todos los sectores. Pero hay un rasgo casi imperdonable para un gobierno peronista y se basa en lema peronista primordial que es mejorar la distribución del ingreso e impulsar la movilidad social ascendente, aumentando el estándar de vida de nuestras poblaciones. La particularidad de este período, es que salarios, jubilaciones, asignaciones e ingresos populares no incrementaron su poder adquisitivo a pesar de la recuperación y el crecimiento.
Los dos años y medio que lleva el gobierno de Alberto Fernández tuvieron como ministro de economía a Martín Guzmán, y las prioridades estaban vinculadas a solucionar el enorme desempleo, pobreza y endeudamiento, en simultáneo con restablecer el funcionamiento de áreas estratégicas en términos socioeconómicos, que habían sido desfinanciadas, vaciadas, discontinuadas o paralizadas durante el gobierno neoliberal que presidió Macri. Es menester recordar que el gobierno neoliberal de Macri subió la inflación del 25% al 55%, alimentando una espiral inflacionaria creciente que, con una absoluta desregulación económica, permitió concentrar ingresos, ganancias y poder en los sectores dominantes. Dicho sea de paso, las corporaciones intermediarias en la cadena de alimentos, los grupos económicos concentrados, los laboratorios y el poder financiero incrementaron sus riquezas más que en cualquier momento anterior. Es decir, la elevación de la inflación tuvo sus ganadores, que se apropiaron de una tajada más grande de la torta. Pues claro, si algunos tienen un porcentaje más grande, es porque otros lo perciben menor. En números, los salarios participaban en 2015 del 52% del producto total del país, habiendo bajado con el período neoliberal al 42% en 2019. El problema central que está en discusión, y que es incuestionablemente político, es que aún no se ha podido recuperar. Las corporaciones formadoras de precios, la especulación financiera y los intereses desestabilizadores tanto locales como foráneos, han insistentemente motorizado causas devaluatorias e inflacionarias, con dos objetivos primordiales. Uno, enriquecerse ellos a toda velocidad. El otro, debilitar políticamente al gobierno popular. La suba del dólar enriquece inmediatamente a quienes manejan dólares y empobrece automáticamente al conjunto del pueblo. Asimismo, el aumento del tipo de cambio se traduce sin demora en un aumento generalizado tanto de los precios como de las propias expectativas inflacionarias. Estos condimentos sumados ocasionan un enorme descontento en la sociedad, que a pesar de estar trabajando, no puede mejorar su nivel de vida. Terminado el ciclo Guzmán, comienza ahora el ciclo Batakis, que debe atender impostergablemente el problema de la distribución del ingreso y generar una evolución favorable del poder adquisitivo de los ingresos. Pasando en limpio, los ingresos deben aumentar más que los precios, pero para que esto ocurra, es indispensable desactivar la voracidad con la cual los intereses desestabilizadores están echando combustible a la inflación. En este momento, el mecanismo utilizado para generar expectativas inflacionarias es el precio del dólar. Por todos los mecanismos posibles están queriendo elevar el tipo de cambio en los mercados informales y paralelos. Para hacerlo, utilizan el manejo de los medios de comunicación y difusión que son serviles a ellos, y con eso ocasionan temor en sectores de la sociedad que acostumbran refugiarse en el billete verde. Bien expresado por Alfredo Zaiat, el sensible estado de ánimo de una población víctima de la exacerbación de miedos exige un firme liderazgo en la conducción económica para intervenir en la construcción de expectativas. La rigurosidad con la cual el gobierno debe hacer frente a estas maniobras es hacer uso de todas sus herramientas disponibles. La ley de abastecimiento permite obligar a producir y distribuir con vistas a evitar especulaciones y escasez. La firmeza con la cual se sostiene el tipo de cambio oficial, disminuye el éxito de los intentos devaluatorios a través de los dólares paralelos. Ampliar los Programas de Precios Cuidados y Ahora 12 protegen el consumo y a la vez establecen un ancla para la formación especulativa de precios en los puntos de venta. Utilizar la política arancelaria para desacoplar los precios internos de los internacionales sirve también para aumentar la recaudación. Silvina Batakis sostuvo inflexiblemente que “Necesitamos dar cierto orden y equilibrio a las finanzas públicas del Estado Nacional”. Continuar el crecimiento, impulsar el desarrollo con nuevas antiguas alianzas geopolíticas que incluyen integración regional, y mejorar la distribución del ingreso deberían ser las cualidades del ciclo que comienza. |
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