Un maestro que sigue haciendo escuela. Rodolfo Livingston y el recuerdo de un compañero
Luis Grisolia
Rodolfo Livingston no lo fue de ninguna manera, como algunos insinúan livianamente un loco suelto. Tampoco es cierto que no represente a nadie, porque en realidad expresa muy bien el sentir de una inmensa generación de arquitectos castigada por la historia.



Rodolfo Livingston no lo fue de ninguna manera, como algunos insinúan livianamente un loco suelto. Tampoco es cierto que no represente a nadie, porque en realidad expresa muy bien el sentir de una inmensa generación de arquitectos castigada por la historia.
 
Recordemos que había nacido en plena crisis del 30 (la misma que con la caída de la bolsa de Wall Street en el 29 impulsaría el conflicto interimperialista de la segunda guerra mundial) orientada a resolver el reparto del mundo entre las potencias capitalistas. Se recibe de arquitecto diez años después de terminada esta contienda, en un escenario donde los más célebres arquitectos europeos estaban muy ocupados en diseñar la reconstrucción de las ciudades bombardeadas.
 
Muchos de ellos como Le Corbusier o Mies Van der Rohe, instalaron una mirada idílica espacial, con propuestas formidables e imágenes de hermosos edificios simbólicos fundando la arquitectura moderna de nuestros días.
 
Esta propuesta atrajo también la admiración de los arquitectos de los países que no habían participado de la guerra y fue así como Clorindo Testa y muchos otros de varios países marcharon a beber del cántaro de la nueva arquitectura naciente. Se exiliaron por un tiempo abandonando sus trabajos locales y lógicamente produjeron un vacío y una desatención en la demanda profesional de nuestra arquitectura cotidiana.
 
Al regresar instalaron exitosamente el falso paradigma de que nuestra profesión era solo para atender las demandas de los ricos.
 
Esa ausencia profesional de los arquitectos, fue cubierta en toda la Argentina por los ingenieros y maestros mayores de obra, que hasta el día de hoy se hacen cargo de varios temas que no les incumben profesionalmente y para los que no han sido formados, inclusive muchas veces están reglamentariamente autorizados con el visto bueno de los colegios de arquitectos de todo el país. Numerosos errores se han cometido en esta praxis equivocada y es justamente en este asunto que Rodolfo propuso una nueva práctica profesional, con aportes y desafíos que muchos no alcanzan o no quieren comprender.
 
No podemos culpar de este problema a los ingenieros y maestros de obra porque ellos nunca aprendieron a diseñar escenarios que permitan y ayuden al desarrollo de escenas familiares felices y es en este contexto donde Rodolfo se asume, innova y propone. Su “método Livingston” es un revolucionario sistema de trabajo profesional, caracterizado por la atención de familias escuchando e interpretando participativamente lo que sus clientes sentían y realmente querían para su hábitat. Nada que ver con el proceder de los ingenieros y maestros de obra a lo largo y ancho de nuestro territorio.
 
En ese arduo trabajo de resucitar la arquitectura para todos, Rodolfo cosecha problemas y éxitos en los variados escenarios donde se desempeña.
 
Inicialmente trabaja en la docencia de la universidad Nacional de La Plata como ayudante de cátedra de Juan Molina y Vedia.
 
Luego en los años 61, 62 y 63 milita en la Cuba revolucionaria, compartiendo con las microbrigadas de Baracoa la construcción de sus propias viviendas populares, utilizando piezas prefabricadas en la Unión Soviética. Estos trabajos no significaban solamente simples desarrollos barriales, sino que se estaban ocupando los territorios recuperados por la reforma agraria y además se ponían en práctica innovadoras técnicas de autoconstrucción en un país cuya oligarquía profesional había huido a los EEUU.
 
De vuelta en Argentina, continúa en la línea de bajar del pedestal a los arquitectos de las elites y empeñarse en materializar casas para la gente de carne y hueso, logrando en 1977 sintetizar y escribir estas propuestas en la publicación de “Cirugía De Casas”.
 
En 1989 inicia una experiencia institucional en la secretaría de Cultura de la Nación compartiendo trabajos con Pacho O`Donnell en el Centro Cultural Recoleta, hasta que al entonces presidente Menem se le ocurre vender algunas escuelas muy bien ubicadas para instalar Shoppings de los ricachones. Rodolfo no soporta este atentado contra el bien público y lo denuncia personalmente en programas televisivos como Tiempo Nuevo de Neustad quien lo recibe a los golpes. Las autoridades nacionales le exigirán la renuncia inmediata y el se resistirá con un cómico telegrama donde advierte socarronamente que no piensa renunciar, ya que “cuenta con el apoyo de las tropas del comandante Fontova”. Esta situación termina lógicamente con la separación de su cargo, demostrando una vez más el valor de su compromiso profesional arquitectónico diferente e innovador y también la maldad de sus enemigos.
 
Durante los años 90 - 92 regresa a Cuba para desarrollar talleres donde instala el programa Arquitecto De La Comunidad, con oficinas de arquitectura familiar que aun hoy (treinta años después) funcionan a pleno en todo el territorio cubano, donde concurren las personas que desean construir viviendas contratando un arquitecto, en el marco de las regulaciones urbanísticas que emite la autoridad nacional de Ordenamiento territorial y urbanismo.
 
A fines del 92 regresa a Argentina para trabajar en esa misma dirección de la praxis profesional, profundizando la aplicación de su método de arquitectura familiar, con varias fases de participación activa tanto del profesional diseñador como la familia usuaria. Visita varias provincias verificando, probando e instalando su propuesta.
 
Sus aportes han evidenciado la distancia abismal existente entre un arquitecto que proyecta en equipo y acuerdo con sus clientes y los grandes maestros de la arquitectura señorial, sentados en sus estudios exclusivos muchas veces al servicio de los grandes intereses económicos, inmobiliarios o institucionales.
 
Esta muy claro que en los tiempos complejos, hizo mucho por una arquitectura diferente sembrando los caminos de la práctica profesional con innovadoras posibilidades futuras.
 
Por eso es tan valioso el rumbo que con tanta valentía nos dejó Rodolfo Livingston, como modesta alternativa a los trabajos inspirados en las inmensas obras del movimiento de la arquitectura moderna europea. Desde el primer momento nos propuso un modo mejor en la manera de entender y practicar la profesión, respetando la dimensión humana, sin a bandonar su escala latinoamericana ni claudicar ante los embates del mercado, superando con sonrisas sus ataques y desvalorizaciones, siempre firme en sus convicciones.
 

Rodolfo Livingston no lo fue de ninguna manera, como algunos insinúan livianamente un loco suelto. Tampoco es cierto que no represente a nadie, porque en realidad expresa muy bien el sentir de una inmensa generación de arquitectos castigada por la historia.
 
Recordemos que había nacido en plena crisis del 30 (la misma que con la caída de la bolsa de Wall Street en el 29 impulsaría el conflicto interimperialista de la segunda guerra mundial) orientada a resolver el reparto del mundo entre las potencias capitalistas. Se recibe de arquitecto diez años después de terminada esta contienda, en un escenario donde los más célebres arquitectos europeos estaban muy ocupados en diseñar la reconstrucción de las ciudades bombardeadas.
 
Muchos de ellos como Le Corbusier o Mies Van der Rohe, instalaron una mirada idílica espacial, con propuestas formidables e imágenes de hermosos edificios simbólicos fundando la arquitectura moderna de nuestros días.
 
Esta propuesta atrajo también la admiración de los arquitectos de los países que no habían participado de la guerra y fue así como Clorindo Testa y muchos otros de varios países marcharon a beber del cántaro de la nueva arquitectura naciente. Se exiliaron por un tiempo abandonando sus trabajos locales y lógicamente produjeron un vacío y una desatención en la demanda profesional de nuestra arquitectura cotidiana.
 
Al regresar instalaron exitosamente el falso paradigma de que nuestra profesión era solo para atender las demandas de los ricos.
 
Esa ausencia profesional de los arquitectos, fue cubierta en toda la Argentina por los ingenieros y maestros mayores de obra, que hasta el día de hoy se hacen cargo de varios temas que no les incumben profesionalmente y para los que no han sido formados, inclusive muchas veces están reglamentariamente autorizados con el visto bueno de los colegios de arquitectos de todo el país. Numerosos errores se han cometido en esta praxis equivocada y es justamente en este asunto que Rodolfo propuso una nueva práctica profesional, con aportes y desafíos que muchos no alcanzan o no quieren comprender.
 
No podemos culpar de este problema a los ingenieros y maestros de obra porque ellos nunca aprendieron a diseñar escenarios que permitan y ayuden al desarrollo de escenas familiares felices y es en este contexto donde Rodolfo se asume, innova y propone. Su “método Livingston” es un revolucionario sistema de trabajo profesional, caracterizado por la atención de familias escuchando e interpretando participativamente lo que sus clientes sentían y realmente querían para su hábitat. Nada que ver con el proceder de los ingenieros y maestros de obra a lo largo y ancho de nuestro territorio.
 
En ese arduo trabajo de resucitar la arquitectura para todos, Rodolfo cosecha problemas y éxitos en los variados escenarios donde se desempeña.
 
Inicialmente trabaja en la docencia de la universidad Nacional de La Plata como ayudante de cátedra de Juan Molina y Vedia.
 
Luego en los años 61, 62 y 63 milita en la Cuba revolucionaria, compartiendo con las microbrigadas de Baracoa la construcción de sus propias viviendas populares, utilizando piezas prefabricadas en la Unión Soviética. Estos trabajos no significaban solamente simples desarrollos barriales, sino que se estaban ocupando los territorios recuperados por la reforma agraria y además se ponían en práctica innovadoras técnicas de autoconstrucción en un país cuya oligarquía profesional había huido a los EEUU.
 
De vuelta en Argentina, continúa en la línea de bajar del pedestal a los arquitectos de las elites y empeñarse en materializar casas para la gente de carne y hueso, logrando en 1977 sintetizar y escribir estas propuestas en la publicación de “Cirugía De Casas”.
 
En 1989 inicia una experiencia institucional en la secretaría de Cultura de la Nación compartiendo trabajos con Pacho O`Donnell en el Centro Cultural Recoleta, hasta que al entonces presidente Menem se le ocurre vender algunas escuelas muy bien ubicadas para instalar Shoppings de los ricachones. Rodolfo no soporta este atentado contra el bien público y lo denuncia personalmente en programas televisivos como Tiempo Nuevo de Neustad quien lo recibe a los golpes. Las autoridades nacionales le exigirán la renuncia inmediata y el se resistirá con un cómico telegrama donde advierte socarronamente que no piensa renunciar, ya que “cuenta con el apoyo de las tropas del comandante Fontova”. Esta situación termina lógicamente con la separación de su cargo, demostrando una vez más el valor de su compromiso profesional arquitectónico diferente e innovador y también la maldad de sus enemigos.
 
Durante los años 90 - 92 regresa a Cuba para desarrollar talleres donde instala el programa Arquitecto De La Comunidad, con oficinas de arquitectura familiar que aun hoy (treinta años después) funcionan a pleno en todo el territorio cubano, donde concurren las personas que desean construir viviendas contratando un arquitecto, en el marco de las regulaciones urbanísticas que emite la autoridad nacional de Ordenamiento territorial y urbanismo.
 
A fines del 92 regresa a Argentina para trabajar en esa misma dirección de la praxis profesional, profundizando la aplicación de su método de arquitectura familiar, con varias fases de participación activa tanto del profesional diseñador como la familia usuaria. Visita varias provincias verificando, probando e instalando su propuesta.
 
Sus aportes han evidenciado la distancia abismal existente entre un arquitecto que proyecta en equipo y acuerdo con sus clientes y los grandes maestros de la arquitectura señorial, sentados en sus estudios exclusivos muchas veces al servicio de los grandes intereses económicos, inmobiliarios o institucionales.
 
Esta muy claro que en los tiempos complejos, hizo mucho por una arquitectura diferente sembrando los caminos de la práctica profesional con innovadoras posibilidades futuras.
 
Por eso es tan valioso el rumbo que con tanta valentía nos dejó Rodolfo Livingston, como modesta alternativa a los trabajos inspirados en las inmensas obras del movimiento de la arquitectura moderna europea. Desde el primer momento nos propuso un modo mejor en la manera de entender y practicar la profesión, respetando la dimensión humana, sin a bandonar su escala latinoamericana ni claudicar ante los embates del mercado, superando con sonrisas sus ataques y desvalorizaciones, siempre firme en sus convicciones.
 

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