Una reflexión sobre el cazador y su presa (homenaje a Akira Kurosawa)
Fernando Darío Roperto
Editorial


Derzu prepara el rifle, su mirilla le indica el camino. La naturaleza mira aquel hombre buscando sustento, es comprendido. La bala recorre raudamente a su objetivo y el venado cae. El cazador se acerca al animal moribundo, lo acaricia, le cierra finalmente los ojos. Trata de no interferir en el ciclo natural, más allá de su necesidad, y lo hace, obteniendo de esa acción alimento para el crudo invierno.


En un difícil momento vuelvo a repensar los pasos del camino a seguir. Hablar con compañeros, revisar viejos libros leídos, escuchar músicas perdidas en mi historia, ver películas que me impactaron alguna vez, es el cotidiano desde hace más de cinco meses.

La idea de pandemia es algo que supera la mirada inmediata en lo espacial y temporal. Nos obliga a pensar en inclusive lo absurdo, lo que en un momento de normalidad dejaríamos de lado y hoy es menester tener en cuenta para abordar algún tipo de solución que nos demandan nuestros colectivos.

Desde octubre del 2019 fuimos definiendo en la cooperativa nuevos proyectos entre los que se encontraban esta revista en soporte gráfico, un programa de televisión, potenciar las ferias del libro a lo largo y ancho de las ciudades del país, un stand mejorado con propuestas de presentaciones diversas en la Feria Internacional del Libro del Buenos Aires, acompañando el esfuerzo de Cuba y La Habana como ciudad invitada del evento... pero nada de todo eso pudo ser. Por el contrario, desandar el camino y rediseñar un nuevo abordaje en la propuesta de la editorial en una situación asaz compleja fue lo que trajo el 2020, y en eso estamos.

Este mes mi nota fue la última en ser entrega para su publicación, producto quizá del embotamiento de ideas, de incertidumbres varias y de vagas respuestas a ofrecer en los distintos espacios en los que participo.

El número de esta edición fue, creo, de excelentes notas desde la política, el arte y la cultura, reflejando tanto lo internacional, como nuestra realidad como país y lo histórico con un buen balance.

Un día Derzu conoce los soldados del zar. Ellos quieren dominar la hostilidad de los vientos y los ríos, construir a fuerza de machete un nuevo camino hacia el progreso sin entender la lógica del equilibrio de esas tierras de la taiga siberiana. Esos hombres y sus generaciones fueron haciendo de este mundo un lugar controlado para pocos sin tener en cuenta el medio ambiente y sus semejantes. Es así que Kurosawa, basado en el libro de Vladímir Arséniev desarrolla un final austero dándonos a entender que lo que los animales feroces y condiciones adversas no han podido con el pobre nómada la ruindad humana sí, y en esas manos realmente salvajes perece.

Terminada la película, tarde ya, me preparo un té y pienso en el futuro. En ese que debemos afrontar con decisión para vencer, ese incierto que hay que transformar, aun en los peores momentos. Termino mi infusión y me acuesto, Kurosawa siempre me deja pensando y aun más esta obra maestra que hizo cuando la industria norteamericana le bloqueó su producción y dejó sin distribuidora para sus películas. Ahí apareció la solidaridad de la URSS y el gran creador nipón y universal tuvo en sus manos todas las herramientas para desarrollar un clásico imperdible, eterno. Tanto que hasta el maquillaje de Hollywood le dio su mayor galardón, el Oscar a la mejor película extranjera, luego de que ganara todos los premios a nivel mundial.

Pienso en eso y en Dodes'ka-den, Rashômon, en La Fortaleza escondida y me duermo, tranquilo. El arte es una buena solución en estos tiempos… seguimos compañer@s, y venceremos.





Derzu prepara el rifle, su mirilla le indica el camino. La naturaleza mira aquel hombre buscando sustento, es comprendido. La bala recorre raudamente a su objetivo y el venado cae. El cazador se acerca al animal moribundo, lo acaricia, le cierra finalmente los ojos. Trata de no interferir en el ciclo natural, más allá de su necesidad, y lo hace, obteniendo de esa acción alimento para el crudo invierno.


En un difícil momento vuelvo a repensar los pasos del camino a seguir. Hablar con compañeros, revisar viejos libros leídos, escuchar músicas perdidas en mi historia, ver películas que me impactaron alguna vez, es el cotidiano desde hace más de cinco meses.

La idea de pandemia es algo que supera la mirada inmediata en lo espacial y temporal. Nos obliga a pensar en inclusive lo absurdo, lo que en un momento de normalidad dejaríamos de lado y hoy es menester tener en cuenta para abordar algún tipo de solución que nos demandan nuestros colectivos.

Desde octubre del 2019 fuimos definiendo en la cooperativa nuevos proyectos entre los que se encontraban esta revista en soporte gráfico, un programa de televisión, potenciar las ferias del libro a lo largo y ancho de las ciudades del país, un stand mejorado con propuestas de presentaciones diversas en la Feria Internacional del Libro del Buenos Aires, acompañando el esfuerzo de Cuba y La Habana como ciudad invitada del evento... pero nada de todo eso pudo ser. Por el contrario, desandar el camino y rediseñar un nuevo abordaje en la propuesta de la editorial en una situación asaz compleja fue lo que trajo el 2020, y en eso estamos.

Este mes mi nota fue la última en ser entrega para su publicación, producto quizá del embotamiento de ideas, de incertidumbres varias y de vagas respuestas a ofrecer en los distintos espacios en los que participo.

El número de esta edición fue, creo, de excelentes notas desde la política, el arte y la cultura, reflejando tanto lo internacional, como nuestra realidad como país y lo histórico con un buen balance.

Un día Derzu conoce los soldados del zar. Ellos quieren dominar la hostilidad de los vientos y los ríos, construir a fuerza de machete un nuevo camino hacia el progreso sin entender la lógica del equilibrio de esas tierras de la taiga siberiana. Esos hombres y sus generaciones fueron haciendo de este mundo un lugar controlado para pocos sin tener en cuenta el medio ambiente y sus semejantes. Es así que Kurosawa, basado en el libro de Vladímir Arséniev desarrolla un final austero dándonos a entender que lo que los animales feroces y condiciones adversas no han podido con el pobre nómada la ruindad humana sí, y en esas manos realmente salvajes perece.

Terminada la película, tarde ya, me preparo un té y pienso en el futuro. En ese que debemos afrontar con decisión para vencer, ese incierto que hay que transformar, aun en los peores momentos. Termino mi infusión y me acuesto, Kurosawa siempre me deja pensando y aun más esta obra maestra que hizo cuando la industria norteamericana le bloqueó su producción y dejó sin distribuidora para sus películas. Ahí apareció la solidaridad de la URSS y el gran creador nipón y universal tuvo en sus manos todas las herramientas para desarrollar un clásico imperdible, eterno. Tanto que hasta el maquillaje de Hollywood le dio su mayor galardón, el Oscar a la mejor película extranjera, luego de que ganara todos los premios a nivel mundial.

Pienso en eso y en Dodes'ka-den, Rashômon, en La Fortaleza escondida y me duermo, tranquilo. El arte es una buena solución en estos tiempos… seguimos compañer@s, y venceremos.






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