Este libro forma parte de un conjunto de indagaciones, ideas, sentimientos y cuestionamientos, que surgieron en el transcurso de nuestras investigaciones y recorridos como profesionales académicos, pero también, y quizás especialmente, desde el devenir cotidiano de nuestro compromiso social y político como militantes involucrados en las problemáticas de nuestro pueblo y en la activa solidaridad con sus luchas.
Se trata de una compilación que describe, caracteriza y reflexiona acerca de la historicidad de las organizaciones de trabajadores/as desocupados/as y de la desocupación como fenómeno estructural de la sociedad capitalista, tomando como marco espacial diversas zonas geográficas de la Argentina. Convocamos, para ello, a un conjunto de prestigiosas investigadoras e investigadores, con la intención de construir un ejercicio de recolección, descripción y análisis comparativo sobre un tema recurrente y recursivo como es el movimiento de desocupados: construimos así un libro que permite avanzar en el conocimiento en torno a esta temática, delimitando sus principales enseñanzas y dejando planteadas sus potencialidades y desafíos hacia el futuro cercano.
La cuestión de la desocupación masiva y de los procesos de organización y lucha que esos trabajadores sin empleo desarrollaron a través de su conformación en sujeto colectivo, tuvo una fase de auge con posterioridad al Argentinazo (2001), donde las miradas de muchos investigadores y militantes hicieron eje en este fenómeno social claramente disruptivo. Los movimientos de trabajadores desocupados aparecían como el principal detonante de una dinámica social que había impulsado los procesos de formación de asambleas populares, las fábricas recuperadas por sus obreros y la creación de un conjunto de núcleos barriales que buscaban organizar a los sectores más empobrecidos de nuestro país. Sin embargo, tras esa fase de efervescencia social, y en sintonía con la dinámica de institucionalización que fue parte del proceso de cierre
de la crisis abierta por la lucha popular devenida en Argentinazo, las luchas y la organización de los sujetos desplazados de la relación asalariada perdió vigencia como objeto de estudio, hasta ser parcialmente recuperada por la antropología y los estudios sobre la vida cotidiana, las experiencias y los procesos de politización (D´ Amico y Pinedo, 2009).
¿Por qué volver hablar, en la actualidad, sobre los trabajadores desocupados, sus luchas, su organización y su conformación en tanto movimientos sociales reconocidos y con un evidente peso en la política nacional?
Parte de la respuesta es dada por la misma pregunta: es claro que ningún observador de la realidad argentina puede desconocer el fuerte crecimiento de la desocupación y la pauperización, así como la relevancia política de las organizaciones que buscan nuclear a esos sujetos desempleados y empobrecidos. La necesidad impostergable de profundizar nuestra mirada en torno a esta temática se relaciona directamente con las condiciones actuales, donde se visibiliza (e invisibiliza a través de los medios hegemónicos) el crecimiento de la desocupación abierta como un problema estructural, con altas tasas de empleo precarizado, trabajo informal y una enorme brecha salarial entre mujeres, hombres y transexuales.
En la década post-convertibilidad, los movimientos de desocupados siguieron activando desde el territorio y en las fábricas, contribuyendo a generar una militancia importante en los barrios (Svampa, 2008). Sin embargo pensar en esta etapa nos convoca a analizar cuáles fueron los roles del Estado capitalista, del movimiento obrero sindicalmente organizado, de los partidos o agrupaciones políticas, y qué tipo de relaciones se generaron desde esos ámbitos con los desocupados organizados: en definitiva preguntarse qué tipos de alianzas buscaron construirse desde y hacia los movimientos de desocupados.
En las páginas de este libro se van hilvanando fundamentos históricos, sociológicos, económicos y políticos, que nos permiten establecer los por qué y para qué de este estudio. Recorrerlo implica conocer en mayor profundidad las luchas de aquellos que, desde el poder, se pretende estigmatizar, negándoles especialmente todo posible rol en tanto sujetos históricos, transformadores de la injusta realidad en la que se los pretende condenar a (sobre)vivir. Y es que, más allá de que sus objetivos y/o reivindicaciones puedan no ser necesariamente revolucionarias, la misma organización de quiénes el capitalismo considera “sobrantes” para su búsqueda del insano crecimiento económico permanente, implica un desafío per se a un sistema que los pretende desorganizados, divididos y enfrentados entre sí.
El capitalismo genera, constantemente, una creciente masa de población “sobrante” para su necesidad de reproducción ampliada: la fetichización de las relaciones sociales, y la búsqueda absurda y desenfrenada de la acumulación individual, provoca que lo único relevante sea la cosa (el capital) y no las personas. Así se funda la actual situación, con un sistema social que sólo consigue subsistir creando millones de personas formalmente “innecesarias” o “sobrantes para las necesidades del capital”: la personificación más evidente de ese drama social, aunque no la única, la constituyen los y las desocupados/as. (...)