El periodista Santiago Rey combina dos tonos para su relato: la crónica para conocer sobre la vida, el barrio, los amigos, la condena y el despegue de “Rafita”, tal como todos los llamaban; y la investigación periodística sobre la preparación, consumación y ocultamiento del asesinato de Rafael a manos de Prefectura.

Del primero de los tonos surge con claridad el contexto en el cual Rafael creció, en el barrio Nahuel Hue de Bariloche, y la importancia que para él -y tantos otros jóvenes del sur del país- tiene el descubrimiento de la pertenencia a un pueblo originario que en los últimos años se ha permitido intentar reconstruir el mundo territorial y cultural arrebatado desde la denominada Conquista del Desierto.

Rafael había decidido sumarse a la recuperación territorial en Villa Mascardi, aunque su llegada un día antes que lo maten tuvo otra motivación: ir a ayudar a quienes habían logrado huir de un feroz desalojo.

El “tono crónica” del libro nos permite conocer sobre su familia, sus amigos, sus pasiones y costumbres. Y su cambio, su impulso, el salto que lo expuso a una balazo por la espalda de una fuerza de seguridad del Estado.

El segundo de los “tonos” del libro se inscribe en la tradición del periodismo de investigación, que contrasta los datos del expediente judicial con testimonios aportados por diversas fuentes, y revela aspectos no conocidos sobre los días previos al asesinato, así como se consumó el avance del grupo Albatros en el territorio en disputa entre la comunidad Lafken Winkul Mapu y Parques Nacionales.

Con el prólogo del reconocido periodista Ricardo Ragendorfer, y un aporte en contratapa del director de la Revista Anfibia, Cristian Alarcón, el libro integra estas dos formas de narrar, para lograr una aproximación al hecho y un conocimiento acabado del contexto en el que ocurrió.

Desde el 25 de noviembre de 2017, Santiago Rey publicó en el diario online que dirige -En estos días- más de 65 notas sobre el caso, siguió de cerca los avances (y retrocesos) del expediente judicial, conversó con familiares, abogados, amigos, funcionarios judiciales y políticos del Gobierno, y reconstruyó con minuciosidad lo sucedido en torno a la causa.

“Silenciar la muerte. Crónica e investigación sobre la vida y asesinato de Rafael Nahuel” incluye un apéndice con las notas más significativas, que permiten al lector un seguimiento día a día de esa cobertura periodística.

En la Introducción del libro, Rey deja en claro que en el abordaje del tema no cede a escribir un panfleto de reivindicaciones mapuches, ni un libro que obvie las condiciones en las que Rafael vivió. Resalta, sin embargo que “nunca se preguntó” si de las páginas del libro “podía surgir un dato que reconozca la autenticidad del relato escrito en oscuras oficinas administrativas y ostentosos despachos de ministros entre la noche del 25 de noviembre y la mañana del 26 de 2017, y que sirviera a los intereses de un Gobierno dispuesto a defender, a sangre y fuego, los intereses de la clase a la que pertenece y representa”.

Es que la investigación periodística, así como una lectura crítica del expediente judicial, contrastan con la “verdad” que el ministerio de Seguridad de la Nación instaló desde el día siguiente del asesinato. Y que sostuvo gracias al incondicional apoyo de los medios dominantes de comunicación.

La de Rafael, dice el autor, “es una historia que encierra una de las parábolas trágicas de la democracia moderna argentina: el pibe o piba solidario/a asesinado/a por las fuerzas de seguridad. Se cuentan por decenas -¿centenares?- los casos similares en todo el país. Con dispar suerte en su paso posterior por la Justicia”; y repasa que se trata de “una historia conocida que, sin embargo, encierra aspectos aún velados, responsabilidades todavía sin señalar, un proceso de órdenes y acciones que concluyeron con la bala de un subfusil MP5 de una fuerza de seguridad del Estado matando a Rafael Nahuel Salvo, una tarde de sábado de noviembre de 2017”.

Leer “Silenciar la muerte...” deja un sabor contradictorio, de tristeza y bronca, de empatía afectiva con el protagonista, y de impotencia ante el brutal atropello cometido en nombre del Estado.

El libro es, sobre todo, una apelación para impedir que el silencio se apodere de esa muerte.