Nació en Necochea en 1963. Es Magister en Letras. Se desempeñó como profesora en el nivel secundario en las ciudades de Miramar, Necochea y Mar del Plata. Es profesora en al área de Teoría Literaria en la carrera de Letras (UNMDP). Como miembro del grupo de investigación al que pertenece viene desarrollando, desde la década del noventa, estudios sobre feminismo, literatura, cultura y género. Abordó, con particular énfasis, el análisis de los cuentos de hadas y sus reescrituras desde una perspectiva de deconstrucción del patriarcado, asimismo y conjuntamente con el cuento de hadas, investigó y analizó, particularmente, las figuras de la bruja, la puta y la virgen, como imágenes de violentamiento simbólico de lo femenino Actualmente investiga acerca de los vínculos entre voz y cuerpo.
Ha publicado en varios libros, entre ellos Mujeres que escriben sobre mujeres (que escriben) volúmenes I y II (Biblos), Literatura y (pos) modernidad (Biblos), Viajes de ida y vuelta (Eudem), Desbordes (Eudem) y también artículos en revistas especializadas.
También la enfermedad, los celos, el odio , la envidia, la traición, el sexo, el cadáver, la muerte, la amistad, tienen lugar y toman protagonismo en esta novela, que a veces tiene tono de folletín, otros de tragedia griega, pero que es siempre atrapante y no deja indiferente al lector. Sabemos que ningún relato puede dar cuenta de los hechos; narrar una historia es (siempre) desafiar la distancia insalvable entre “la realidad” y el discurso. No obstante, los relatos insisten en su deseo de evocar, de reconstruir, de hacer presente aquello que se fuga. Es el caso de esta novela narrada a través de voces y miradas femeninas. Las voces recrean diálogos y despliegan monólogos interiores que fluyen al ritmo febril de los deseos de las protagonistas; voces que nos interpelan y exigen, a su vez, un diálogo al interior de nuestra conciencia. Por eso los lectores somos parte del relato. Sin ese contrapunto la historia resultaría incompleta.
Las miradas, por su parte, presentan los acontecimientos desde el punto de vista de una líder popular que no tuvo precedentes ni habilita posibles imitaciones. Y en áspero contrapunto, se despliega la mirada de la otra, Emita, la que no cumplió su sueño y se reconoce como la sombra de Eva; la historia nos llega a través del punto de vista de su nieta, y participará decisivamente la mirada de cada lector que acepte la invitación a recorrer y trazar las alternativas de esta historia particular y colectiva. Una línea de fuerza ineludible del relato es la potente relación intertextual con el cuento de hadas: la Bella que no muere pasea por la ciudad y por el texto, multiplicando las posibilidades interpretativas de esta historia.
(Clara Vázquez y Clelia Moure)