Dar la teta, amamantar, dar el alimento, el de la carne y el del espíritu.
Dejarse chupar, dejarse comer, acariciar, abrazar.
Estar disponible.
Lactar, amamantar, maternar, criar en sintonía con las razones de la naturaleza salvaje y con las razones de lo que, desde la no mente, aparece como necesario.
Olvidarse del cerebro racional, no medir, no pesar, no razonar, sólo dejarse fluir….
Lactar y ser loba, caliente, abrigada, nocturna, silenciosa.
Lactar, mamar, dar la teta.
Abundan hoy las palabras sobre los beneficios de la lactancia, argumentando todo lo bueno que significa para el cachorro humano, la leche de su propia especie y más aún, la de su madre. Las razones que están basadas en los conceptos de la ciencia, son extensas, pero no es eso lo que nos despierta el deseo de amamantar a nuestros y nuestras bebés. El deseo es más hondo, es más visceral, es más primario y es el motor indispensable.
Yo pienso que, si queremos dar la teta, debemos ser libres, resistir a la estupidez humana que abunda y que nos condiciona. Debemos soltar los mandatos, debemos conectarnos con nuestros interiores y hurgar ahí adentro.
Dar la teta es una elección y si dar la teta nos hace felices, es por ahí, es ese el camino.
En este libro les voy a compartir conversaciones, charlas con quienes trabajan profesionalmente acompañando las lactancias de las mujeres y también experiencias de algunas de ellas que intentan ilustrar la diversidad y la particularidad de cada vivencia.