Me han pedido una biografía. Pero ¿qué decir? No hay mucho, creo. Viví. Nací. Crecí. Todo esto en el orden que les guste.
Me dieron un nombre y un número de identidad en un papel. Anotaron, Javier Fernández en el acta correspondiente y listo. Ya está. Me enviaron a la que sería mi casa, donde me esperaba mi hermano y mi hermana.
Luego de un tiempo me dijeron que abrí los ojos a las 2:15 hs del 11 de Marzo de 1983. Así que eso debe explicar mis 28 años.
Mis padres hicieron todo lo posible por formarme como un hombre derecho y responsable. Lo que se dice, una persona civilmente capaz. Y ¡qué horror! Cuando descubrieron que tenían un hijo poeta ya era demasiado tarde.
A los cinco años ya estaba en la escuela, cumpliendo con todo eso que dicen, debemos hacer. Aislado, generalmente solo en los pasillos, en el patio. Obligado en compañía, sentado en un banco, atendiendo en lo posible, distraídamente. Pasé la escuela primaria sin dificultad.
Creo que a los doce o trece años ingresé a la escuela técnica. Y aunque no sepa aún por qué lo hice, fue mi elección. Ahí conocí lo que es el rigor de una escuela de hombres. O pegabas, o te pegaban. Así de brutal y simple. Opté por no ser el que recibía los golpes entonces. Me inventé una personalidad de piedra. Me convertí, de apoco, en lo que se dice, un tipo duro. Generalmente amonestado y aplazado. Las mujeres vinieron por decantación. Siempre de otras escuelas. Del barrio. De donde sea. Ellas siempre estaban ahí. Dando vueltas. Para bien o para mal. Pero bueno. Historias que no se pueden resumir en pocas líneas (...)
Retórica-Entrópica.
Él roza la voz que se le cae de entre los dedos. Juega a que su cuerpo se llena de noche y apuesta a que la noche dormirá con la luz derritiendo el tiempo que se nombra.
Pasa el laberinto así. Deslizando la piel muda con los ojos… ¡Con los ojos! Llegar hasta el último lunar de su espalda. A la espalda del mundo. Al entierro de sus ojos negros.
Cruzar el sueño así. Sin preguntas ante el sueño que se vive. Tirando falsas monedas al abismo. Nombrándolo todo.
Todos los camino.
Todos los caminos ida y vuelta.
No importa qué vehículo nos conduzca.
Repetirse en el espejo.
Formar el mundo entre las manos.
La opinión, siempre es la opinión.
Los senderos se bifurcan al nacer.
El cuerpo mudo avanza.
Vuelve.
El retener entre los dientes funda la palabra.
Regreso.
Voy.
No importa dónde.
Todos los caminos van.
En los pasillos de la noche.
en los pasillos de la noche
tu cuerpo danza
olvidándose el ser entre las sombras
gritas tu olvido,
viertes tus años en la nada
en la hondura de tu pecho
resquebrajado por la tarde
una flor sin generaciones deviene
de flor en silencio
de silencio en flor
en los pasillos de tu noche
¡existes!
y aunque no estuvieras
¡te veo!
despojada
solitaria y fugitiva